La misión en Papúa se convirtió en modelo social: iglesia, dispensario y escuela
Pope
A finales del siglo XIX y principios del XX, los Misioneros del Sagrado Corazón llegaron a Papúa Nueva Guinea (Ver: La petición de León XIII a Julio Chevalier: Crear una ‘Iglesia local’ en Papúa Nueva Guinea), entonces la sociedad papú no existía como tal. Los habitantes de aquel momento vivían en tribus, unas 600, enfrentadas entre sí, por lo que en general pocos se organizaban en poblados, muchas casas estaban diseminadas por el territorio, para evitar los ataques masivos. Los misioneros fijaron el lugar de sus misiones, una pequeña iglesia, entre estas ‘zonas poblacionales’, lo que comenzó a convertirse en un referente para los nativos.
La medicina fue clave para el desarrollo de Papúa
Poco a poco, la labor misionera se va desarrollando y los misioneros detectan que el siguiente paso es ayudarles en su sistema de salud, los hechiceros tenían un poder grandísimo y a ellos confiaban la curación de las personas. La llegada de las hermanas misioneras con conocimientos de medicina fue clave para el desarrollo de este pueblo. Las primeras, Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, llegaron en agosto de 1887. El padre Navarre, msc, recién nombrado Obispo les dice: “Ha llegado vuestra hora, la Misión os necesita y os espera”. Eran la Madre Ligoria y las Hermanas Clara, Marta y Magdalena, a las que los indígenas llamaron ᱹ-DZ” (doncellas santas).
De los dispensarios a los centros de salud
Se comienza así la construcción de dispensarios junto a la iglesia, que se transforman en verdaderos centros de salud, donde se atiende a la población. Aún hoy, en Veifa’a, un pequeño puesto de primeros auxilios tiene el nombre del padre José Díaz, msc, (el padre Pin). La ayuda desde Europa es esencial en esos momentos, las medicinas eran desconocidas en aquellas tierras y la única manera de obtenerlas era gracias a la generosidad europea.
La creación de centros de formación para enfermeras
El germen de la nueva sociedad empieza a brotar. Los primeros niños y niñas van creciendo y el ejemplo de religiosos y religiosas va calando en la población, por lo que se interesan en aprender lo que hacen. Otra de las claves para el desarrollo de Papúa Nueva Guinea, fue la creación de centros de formación para enfermeras locales. Había, pues, que crear escuelas para formar a la población infantil, con el objetivo de que en un futuro fuesen dueños de sus propias vidas.
El testimonio de las religiosas nativas papús
La enfermera Mona Papu, la Hermana Mona, es hoy la directora del Centro de Salud de Inauaia, que construyó el padre Xavier Vergés, un Misionero del Sagrado Corazón, que estuvo en Papúa Nueva Guinea casi 40 años. Era una niña cuando tomó contacto con la misión, donde estudió y sintió la vocación para ayudar a su pueblo. Algo parecido le sucedió a la Hermana papú Elizabeth lnapi, Hija de Nuestra Señora del Sagrado Corazón que, en una carta remitida al padre Paco Blanco, msc, Superior Provincial de España, le dice: “Yo debo mi vocación al padre Vergés. Le conocí cuando tenía 4 años, fue su ejemplo el que me atrajo a la vida religiosa”. Cuenta, que el mismo padre Vergés “construyó la misión, la iglesia, la escuela, el convento de las hermanas, el hospital”.
La educación, otra clave para el desarrollo
A la iglesia y al dispensario de salud, se le une ahora la escuela que, junto a las cabañas construidas con los materiales del bosque, organizadas en dos hileras, conforman la estructura de las nuevas poblaciones. Hoy en día, a esta estructura social, se le sigue llamando ‘Misión’ (iglesia, centro de salud y escuela). No hay administración local al estilo de los ayuntamientos, su organización sigue siendo en base a clanes tribales. La comunidad parroquial es la única entidad ‘transversal’ que permite acciones conjuntas de todo tipo, sean de índole religioso o civil. Incluso son los párrocos quienes median en caso de conflictos entre clanes, frecuentes aún. Ellos mismos cuentan que, muchas veces, gracias a los misioneros la violencia tribal ha desaparecido prácticamente.
Fortalecer sus raíces y promover su dignidad
Actualmente, sigue siendo necesaria esta formación, sobre todo en los poblados más remotos, para que, como dice Sor Anna Pigozzo, Hermana Superiora de la Misión de la Comunidad de la Transfiguración, en Bereina, comprendan que necesitan cuidados y medicinas y no hechiceros y pociones mágicas y que con el desarrollo de sus habilidades lógicas y abstractas se les está ayudando a tener una mayor autonomía. Además, se les enseña desde su cultura. Los mismos misioneros, desde la primera mitad del siglo XX, crean sus gramáticas, aprenden sus lenguas, para que no pierdan sus raíces. Esto ha servido para que hoy en día todo esté impregnado por sus costumbres ancestrales, que también incorporan a las Eucaristías y celebraciones religiosas como resultado de esta inculturación fomentada desde la labor misionera. Este empeño de llevar el mensaje de Cristo a todas partes, como dicen los Misioneros del Sagrado Corazón, tiene como objetivo su desarrollo, desde el Evangelio, como personas que viven con dignidad.
Publicación en colaboración con Javier Trapero, Director de la Oficina de Comunicación de los Misioneros del Sagrado Corazón.
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