La Specola Vaticana: Superluna, una de las maravillas "made in god"
Amedeo Lomonaco - Ciudad del Vaticano
La jornada del 17 de octubre es también una invitación a levantar los ojos al cielo. La Superluna de octubre, la tercera de las cuatro previstas este año, es la Luna llena más grande de 2024. Aparecerá un 7% más grande y un poco más brillante que la media. La hora ideal de observación en Italia será a partir de las 18.00 horas. Este fenómeno, explica el director del Observatorio Vaticano, el Hermano Guy Consolmagno, se repite cada año, pero internet lo ha hecho «famoso». «La luna cada mes es interesante, pero todo el mundo mira el móvil y nadie mira al cielo».
El Hermano Consolmagno explica que en la creación y en muchos fenómenos cósmicos podemos ver una belleza extraordinaria 'hecha en Dios'. Sin embargo, la maravilla puede atenuarse: como dijo Benedicto XVI en la homilía de la , «hoy podemos iluminar nuestras ciudades de manera tan deslumbrante que las estrellas del cielo ya no son visibles». el director del Observatorio Vaticano nos invita a mirar al cielo y, en particular, a la Luna. Observar las estrellas «es como la práctica de la oración: se puede rezar una sola vez o todas las noches». La invitación es a dedicar «dos minutos cada noche a mirar las estrellas, la Luna, viendo los cambios día tras día». «Esto -concluye el hermano Guy Consolmagno- es fascinante: si no miras nunca al cielo, te pierdes lo más importante».
Los Pontífices y la Luna
Los Papas se han referido en varias ocasiones a la Luna. Una de las páginas recientes más conmovedoras está relacionada con el alunizaje del 20 de julio de 1969. Neil Armstrong y Buzz Aldrin, dos de los tres astronautas de la misión Apolo 11, dieron sus primeros pasos sobre la superficie lunar. La caminata de 1969 se considera uno de los acontecimientos más significativos de la historia del siglo XX. El Papa Pablo VI pronunció estas palabras en el de aquel día:
Hoy es un gran día, un día histórico para la humanidad, si efectivamente esta tarde dos hombres pondrán el pie en la Luna, como nosotros con todo el mundo tembloroso, exultante y orante esperamos que felizmente suceda. Haríamos bien en meditar sobre este acontecimiento extraordinario y asombroso; en meditar sobre el cosmos, que abre ante nosotros su rostro mudo y misterioso, en el cuadro sin límites de los siglos incontables y de los espacios ilimitados. ¿Qué es el universo, de dónde, cómo, por qué? Haríamos bien en meditar sobre el hombre, su prodigioso ingenio, su audaz valor, su fantástico progreso. Dominado el cosmos como un punto imperceptible, el hombre con el pensamiento lo domina. ¿Y quién es el hombre? ¿Quiénes somos nosotros, capaces de tanto? Haríamos bien en meditar sobre el progreso.
Otra fecha grabada en la historia no sólo de la Iglesia es, cuando se inauguró el Concilio Ecuménico Vaticano II. En aquella ocasión, el Papa Juan XXIII dijo dirigiéndose a los fieles que participaban en la procesión de las antorchas:
Queridos hijos, escucho vuestras voces. La mía es sólo una voz, pero resume la voz del mundo entero; el mundo entero está aquí representado. Se diría que incluso la luna se ha apresurado, esta noche -¡mirad hacia arriba! - para contemplar este espectáculo.
La luna, como el firmamento, es una belleza destinada a cambiar. El Papa Francisco, en el Ángelus, nos recuerda que la única estrella fija, destinada a no pasar nunca, es la Palabra de Dios:
Sorprendente frase de Jesús: «El sol se oscurecerá, la luna ya no dará su luz, las estrellas caerán del cielo» (Mc 13,24-25). ¿Pero cómo, hasta el Señor se pone catastrofista? No, ciertamente no es ésa su intención. Quiere que comprendamos que todo en este mundo, tarde o temprano, pasa. Incluso el sol, la luna y las estrellas que forman el «firmamento» -palabra que indica «firmeza», «estabilidad»- están destinados a pasar.
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