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Portada del libro de Maria Ignazia Angelini "La memoria genera el futuro". Portada del libro de Maria Ignazia Angelini "La memoria genera el futuro".

Cardenal Grech: hacia una Iglesia cada vez más sinodal

El Secretario General del Sínodo es el autor del prefacio del libro 'La memoria genera el futuro', publicado hoy por Libreria Editrice Vaticana, que recoge las meditaciones pronunciadas por la monja benedictina Maria Ignazia Angelini con ocasión de la primera sesión de la Asamblea sinodal de octubre de 2023

Cardenal Mario Grech - Secretario General de la Secretaría General del Sínodo

Este volumen recoge las meditaciones que Maria Ignazia Angelini, abadesa emérita del monasterio benedictino de Viboldone (San Giuliano Milanese - Milán) pronunció en el retiro y durante la primera sesión de la Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos en octubre de 2023. La meditación a los participantes en la Asamblea Sinodal fue compartida con el padre dominico Timothy Radcliffe.

Antes de entrar en algunas observaciones sobre la aportación de la Madre María Ignacia recogida en este volumen, quisiera destacar el gran valor que tanto el retiro como las meditaciones, en los momentos de tránsito del camino de la Asamblea, representaron para el trabajo sinodal. El retiro en Sacrofano (30 de septiembre - 3 de octubre de 2023) permitió a los participantes entrar progresivamente en la Asamblea en un contexto de escucha de la Palabra de Dios, oración, celebración y conocimiento mutuo. Reunirse en la escucha y la oración, en un clima de compartir fraterno, permitió a los miembros del Sínodo entrar en un clima «otro», capaz de poner de manifiesto la diferencia del camino sinodal, respecto a cualquier otro «proceso de decisión» que se desarrolle en un horizonte puramente humano.

A este respecto, la religiosa escribe: «Creo que este comienzo “en retiro”, como le ocurrió a Jesús, antes de momentos fuertes de su camino, es para nosotros una llamada a vivir -antes de sumergirnos en el diálogo, en la “conversación espiritual”- en la escucha de “Aquel que habla” (Hb 12,25). Nada permanece inmutable allí donde se acoge la Palabra de la Resurrección». El Sínodo es una experiencia concreta de vida eclesial y el retiro ayudó a tomar conciencia concreta de esta dimensión fundamental, poniendo en el centro la Palabra de Dios, la liturgia, la koinonía.

En cuanto a las aportaciones de meditación de Maria Ignazia Angelini, su sensibilidad monástica y benedictina emergió claramente de sus intervenciones, centradas en la escucha, el caminar juntos y la obediencia mutua en la comunidad. El padre del monacato occidental, San Benito, comienza su Regla con una invitación a la escucha: «Escucha, hijo, la enseñanza del maestro...». (Regula Benedicti [RB] Prol. 1). Una escucha del maestro que, sin embargo -basta leer la Regla-, consiste en escuchar la Palabra de Dios contenida en las Escrituras. Pero luego en la Regla se manifiesta un rostro muy concreto del estilo sinodal de la comunidad. Basta leer el capítulo dedicado a la convocatoria de los hermanos en consejo (RB 3).

En este pasaje de la Regula Benedicti, los rasgos de un verdadero estilo sinodal eclesial emergen desde una perspectiva de fe: todos deben ser escuchados, incluso los más recién llegados, lo que concierne a todos debe ser discutido por todos, y el abad como padre y guía de la comunidad debe tener la última palabra. Según el padre del monacato occidental, lo que cuenta es que «todos lleguemos juntos» a la vida eterna. La escuela para el servicio divino se establece para que 'todos juntos' seamos conducidos por Dios a la vida eterna (RB 72.12), pero el camino para este fin es no anteponer nada al amor de Cristo. Amando a Cristo sobre todas las cosas, el monje puede llegar a vivir el amor a cada uno de sus hermanos, para alcanzar todos juntos la salvación.

Yo diría que se podría esbozar la contribución de Maria Ignazia Angelini al camino de la Asamblea sinodal a través de tres «prioridades»: la primacía de la liturgia, la primacía de la Palabra, la primacía de los Salmos. En primer lugar, en sus meditaciones, la monja benedictina subrayó el valor de la liturgia como lugar donde la Iglesia toma forma y se renueva, en el espíritu del Concilio Vaticano II: «Celebrar en la fe es siempre pura gracia; cada vez para redescubrir porque nos abre mundos nuevos: los más verdaderos y reales. Es un potente haz de luz para alabar, una fuente de energía en el camino sinodal, que en la dinámica única del Espíritu nos impulsa del uno al muchos, del yo al nosotros». En la meditación del primer domingo de retiro, Madre Angelini dijo: «El riesgo para nosotros, hombres y mujeres de Iglesia, es partir de nuestros navegadores interiores, objetivos, apremiantes - urgencias, conflictos, dificultades de lectura del presente - para perder el horizonte». Pues bien, incluso en esta singular mañana de domingo, celebrar es inspirador. De lo que celebramos sacamos luz y forma para el camino. Y las preguntas adecuadas». Una Iglesia de estilo sinodal debe vivir continuamente esta dimensión inspiradora de la liturgia.

En segundo lugar, la Madre María Ignacia se guiaba por la centralidad de la Palabra. No una página de la Escritura elegida temática e instrumentalmente, sino la que la Iglesia nos ofrece cada día en la liturgia. Angelini siempre se ha inspirado en sus meditaciones en la Palabra del día, los textos de la Liturgia de las Horas, como el Benedictus y el Magnificat, los Salmos. Angelini afirma: «No son los hombres los que dan fuerza a la Palabra de Dios, ni sus resistencias son capaces de retenerla: el crecimiento viene de Dios (cf. 1Cor 3,5-6)». Y añade: «Hace falta mucho silencio, y verdadera humildad, para captar en uno mismo el poder de la Palabra y hacerle sitio; para dejarse guiar. Para confiar sin remedio la propia nada a este único poder: «Lo más pequeño -pero sembrado- se convierte en...» (Mc 4,31-32). La semilla más pequeña y desnuda y despreciable, sólo hasta que muere, inerte en apariencia, cuando es alcanzada -a través de la entrega a la tierra- por el Poder, cobra vida en un dinamismo imprevisible, imparable».

Finalmente, el último rasgo de las meditaciones de la Madre María Ignacia que me gustaría destacar es la referencia a los Salmos: «En los Salmos, la invocación se convierte en revelación. Allí está la matriz del sentido, el laboratorio fértil de nuevas narrativas de lo humano. Allí se dibujan no sólo palabras, sino hilos de sentido para la vida, estilos de realización de la historia deshilachada: historia inseparablemente personal, de la Iglesia, de la humanidad'. Los Salmos, que son el corazón de la oración horaria y cotidiana de la Iglesia, son «un vientre de sentido, un laboratorio fecundo». Se trata de una mirada extremadamente decisiva para una Iglesia de rostro sinodal a la escucha de la Palabra: redescubrir la oración de la Iglesia, la oración salmódica como «seno de sentido». De hecho, también «los discípulos de la primera generación, elaboraron sinodalmente el sentido de los acontecimientos y de la vida de Jesús y de su propia experiencia muy poco lineal, no por casualidad buscando sus huellas en el acorde del Salterio, seno fecundo de toda sinodalidad».

Estos tres rasgos esenciales -la centralidad de la liturgia, de la Palabra, de los Salmos- creo que pueden constituir una pista para la lectura de los textos de la Madre María Ignacia que guiaron el camino de la Primera Sesión de la Asamblea del Sínodo de los Obispos, pero pueden seguir, ahora publicados, apoyando un camino de meditación y profundización para la continuación del camino hacia una Iglesia cada vez más sinodal, que tenemos ante nosotros.

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06 septiembre 2024, 16:33