Gallagher: la verdadera defensa es la promoción de la paz entre los pueblos
L'Osservatore Romano
Ante los conflictos que hoy desgarran distintas partes del mundo en una "tercera guerra mundial a pedazos"; ante la carrera armamentística, la amenaza nuclear, el terrorismo, es "esencial comprender que la defensa no es sólo una cuestión de poder militar, sino también de apoyo a las instituciones y de promoción de acuerdos entre los pueblos": así lo subrayó el arzobispo Paul Richard Gallagher, que ayer, viernes 5 de julio, concluyó su visita de cinco días a Filipinas. Hablando en la sede del Instituto para el Servicio Exterior en Pasay City, el secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales ilustró ampliamente la diplomacia de la Santa Sede en el contexto internacional contemporáneo, reiterando -en la estela del Papa Francisco- que hoy hablar de victoria o derrota "no es realista". Por el contrario, señaló, es necesario "establecer un orden nuevo y justo" que supere las divisiones y mire al reconocimiento de la dignidad humana.
Este, añadió el arzobispo Gallagher, es de hecho el enfoque diplomático de la Santa Sede, cuya tarea es "ser un signo de esperanza" caracterizado por una "neutralidad positiva" que, en lugar de perseguir el poder o la dominación, se enraíza en aquellos principios que "priorizan el bienestar de toda la humanidad, sostienen la dignidad humana y apoyan una paz duradera", al tiempo que defienden "el bien común, la solidaridad y la subsidiariedad entre las naciones".
"Actor transnacional relevante" y "autoridad moral soberana e independiente", la Santa Sede", prosiguió el arzobispo, "ejerce su acción diplomática como soft power, confiada "en la persuasión moral" y en el "liderazgo ético", con el objetivo de "promover la justicia, la paz y la solidaridad a escala internacional". Mediadora "fiable" e "independiente de alianzas y bloques políticos", la Santa Sede es así capaz de "tender puentes donde otros sólo ven divisiones insalvables".
En un punto central de su discurso, el secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales se detuvo en la figura del Papa Francisco: su compromiso constante en la defensa de los derechos humanos, el desarrollo humano integral, el cuidado de la casa común, la defensa de la paz y la no violencia, de hecho, lo convierten en un "actor primordial" de la diplomacia vaticana, a su vez "enraizada en una sincera apertura" y fundada en la caridad.
En particular, señaló de nuevo el arzobispo Gallagher, ante "el colapso de la confianza entre las naciones" y el aumento, en número y gravedad, de "conflictos y guerras", la implicación global de la Santa Sede -reflejo de una Iglesia que "comparte las alegrías las alegrías, las penas y las preocupaciones de los hombres de este tiempo", como afirmó el Concilio Vaticano II- contribuye a alejar a las naciones y a los pueblos de "los modelos de guerra, resentimiento y odio", animándoles a "avanzar por el camino del diálogo", guiados por "la ley natural y no por la ley de la fuerza".
Además, el Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales subrayó la "responsabilidad moral" de la diplomacia papal, expresada en muchos ámbitos, como la defensa de la sacralidad de la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural; la salvaguarda de la Creación; la lucha contra la "cultura del descarte" y la "globalización de la indiferencia", acompañada de la promoción de la "cultura del encuentro" y la "globalización de la fraternidad".
Todo esto, dijo Monseñor Gallagher, encaja en el horizonte del "realismo cristiano", donde "el arte de gestionar las relaciones internacionales está firmemente arraigado en el mundo real, buscando soluciones tangibles". Esto significa "priorizar el bienestar, la seguridad y la estabilidad de las naciones", antes que el poder o el interés propio.
En este sentido, el arzobispo citó algunos ámbitos concretos de ejercicio de la diplomacia vaticana: el acceso al derecho fundamental de la salud; el apoyo a políticas económicas justas; la lucha contra la "plaga tóxica" del tráfico de seres humanos; la promoción del multilateralismo y la defensa de la libertad religiosa. Sobre este último punto en particular, monseñor Gallagher recordó que "la Santa Sede sostiene que la libertad religiosa no es sólo un derecho humano, sino también un camino vital" hacia la promoción de "la paz global". De hecho, desempeña "un papel fundamental en el apoyo a la reconciliación y a la resolución no violenta de los conflictos".
Por último, recordando su propio mandato como consejero de la Nunciatura Apostólica en Manila de 1991 a 1995, así como las visitas de cuatro Papas a Filipinas (San Pablo vi en 1970, San Juan Pablo ii en 1981 y 1995, el Papa Francisco en 2015), el Arzobispo Gallagher concluyó su discurso animando al país del sudeste asiático a continuar con su "papel crucial" como promotor de la "cooperación regional" en Asia y constructor de "una sociedad más humana e inclusiva".
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