Gallagher en ʲԲá. Romper la lacra de la indiferencia ante los migrantes
Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano
Con una Misa celebrada ayer, 4 de abril, con la comunidad católica -mayoritaria en la población de Panamá, con más del 72% de creyentes- en la misma catedral de la capital donde el Papa celebrara también una Eucaristía con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud de 2019, concluyó el viaje de monseñor Paul Richard Gallagher al país centroamericano, que comenzó el pasado 1 de abril, con motivo del centenario de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede.
Combatir la pobreza, trabajar por la paz, tender puentes
Y precisamente echando la vista atrás a este último siglo de "trabajo constante y silencioso de los diversos embajadores y nuncios" que se han sucedido en Panamá en un "camino de sólida amistad y fecunda colaboración recíproca", el secretario vaticano para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales reiteró las líneas maestras de la acción de la Iglesia, indicadas por el propio papa Francisco desde el inicio de su pontificado: la lucha contra la pobreza material o espiritual; el trabajo "incansable" por la paz; la construcción de puentes a través del diálogo. Palabras que recuerdan las pronunciadas ayer durante la larga lectio magistralis en la Universidad Católica Santa María La Antigua.
Fraternidad y sensibilidad hacia los emigrantes
A esta labor se suma el compromiso urgente que la Iglesia panameña está llamada a afrontar ante una emergencia como la migración. Enfrentada, eso sí, a más de medio millón (solo en 2023) de personas que se aventuran por la llamada Brecha del Darién, la ruta mortal de más de 265 km que une Panamá y Colombia y que deja pocos sobrevivientes, acogidos luego en Lajas Blancas donde no faltan problemas de hacinamiento, seguridad y escasez de agua y camas. Es un verdadero drama, sobre el que incluso el Papa ha llamado la atención del mundo y que el propio Gallagher abordó en la primera etapa del viaje. Es necesario "redoblar los esfuerzos y el compromiso de todos para responder al grave y urgente drama migratorio, especialmente en la región del Darién, donde familias con niños se aventuran a menudo por caminos peligrosos, engañados por quienes les prometen falsamente una ruta corta y segura, maltratados y robados, y donde no pocos pierden la vida", dijo en su homilía. Esta realidad, añadió, requiere "fraternidad hospitalaria" y "sensibilidad humana", para "romper el flagelo de la indiferencia", "perder el miedo que paraliza" y "caminar todos juntos, al ritmo de Dios, por senderos de esperanza".
Un mensaje de esperanza para pueblos y generaciones
También en su homilía, echando una mirada retrospectiva a la Pascua recién celebrada, Gallagher reiteró el "mensaje de consuelo y esperanza" que la Iglesia nunca ha dejado de transmitir a todas las generaciones y pueblos: "Cristo es nuestra paz, sólo en Él encontramos la paz que el corazón humano desea y que está inscrita en sus entrañas más profundas", dijo, recordando la -inolvidable- invitación de Juan Pablo II: "¡No tengáis miedo! Abrid, aún más, ¡abrid de par en par las puertas a Cristo!". "Abrid a su poder salvador las fronteras de los Estados, los sistemas económicos y políticos, los vastos campos de la cultura, de la civilización y del desarrollo. No tengáis miedo", añadió el Pontífice polaco, "sólo Él tiene hoy el derecho de anunciarnos la paz. Sólo Jesús, porque Él lleva las heridas, nuestras heridas". Palabras oportunas para una tierra como Panamá donde, hace más de 500 años, el mensaje evangélico desempeñó un papel esencial y constructivo en la configuración de la identidad y del patrimonio espiritual y cultural de la nación.
Promoción humana y social
En este sentido, Gallagher reconoció "las numerosas acciones de promoción humana y social" llevadas a cabo en Panamá por diócesis con obispos y sacerdotes, parroquias, comunidades religiosas, asociaciones laicales y movimientos de apostolado, contribuyendo "a dinamizar el presente y a reavivar el deseo de un futuro esperanzador". "De particular relevancia -señaló el prelado- es la presencia de la Iglesia en el campo de la educación y la asistencia a los pobres, enfermos, presos y emigrantes, y en la defensa de aspectos tan primordiales como el compromiso por la justicia social, la lucha contra la corrupción, el trabajo por la paz, la inviolabilidad del derecho a la vida humana desde el momento de la concepción hasta su muerte natural, así como la protección de la familia". Todos ellos son "elementos insustituibles para crear un tejido social sano y construir una sociedad vigorosa".
La acción de la Iglesia no debe confundirse con la del Estado
Gallagher también quiso subrayar que la acción de la Iglesia, precisamente por su misión, no debe confundirse con la del Estado, "ni -dijo- puede identificarse con ningún programa político". Dicha acción se mueve "en un ámbito de naturaleza religiosa y espiritual, tendente a la promoción de la dignidad humana, la protección de los derechos fundamentales y la construcción de la paz". Pero cuidado, la distinción es necesaria, pero no implica "indiferencia o ignorancia mutua", sino que llama a la acción común por el bien de todos "al servicio de la propia vocación personal y social".
Constructores de paz
Como conclusión de la homilía, las palabras de dos Papas. Primero, la exhortación del Papa Francisco a ser "constructores de paz dispuestos a generar procesos de sanación y reconciliación con ingenio y audacia". Después, la promesa, también recogida por Juan Pablo II: "Podéis estar seguros de que la Iglesia no os abandonará. Vuestra dignidad humana y cristiana es sagrada para ella y para el Papa. Seguirá siempre comprometida con la fe y con el bien común de los panameños que miran al cielo con convicción y esperanza'.
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