Ordenado obispo el franciscano Jallouf, símbolo para Siria sedienta de paz
Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano
El primero en emocionarse hasta las lágrimas fue él, el padre Hanna Jallouf. Después, todos los fieles que atiende desde hace 22 años como párroco de Knayeh, en la difícil provincia de Idlib, al norte de Siria, los de la comunidad latina de Alepo, de la que ahora es vicario apostólico, así como los obispos de varias Iglesias orientales católicas y ortodoxas.
Ayer, domingo 17 de septiembre, en la catedral de Alepo, el futuro cardenal Claudio Gugerotti, prefecto del Dicasterio para las Iglesias Orientales, junto con el cardenal Mario Zenari, nuncio apostólico en Siria, y el patriarca latino de Jerusalén, Pierbattista Pizzaballa -también entre los nuevos cardenales del Consistorio del 30 de septiembre- presidieron la ordenación episcopal de este "pequeño" franciscano de la Custodia de Tierra Santa que fue secuestrado en 2014 por milicianos de Al-Nusra y se ha convertido en los últimos años en un símbolo de esperanza para la Iglesia en Siria, por no haber abandonado nunca, a pesar de las dificultades, las comunidades que le fueron confiadas. Al contrario, ha seguido desempeñando su servicio en un territorio aún bajo el control de las fuerzas rebeldes islámicas de Hayat Tahrir al-Sham, donde los cristianos han sido duramente oprimidos y sus vidas corren peligro.
Dramas vividos en su propia piel
La homilía de Gugerotti
"He venido desde lejos, y conmigo muchos otros, porque así me lo ha pedido el padre Hanna, para celebrar con vosotros este día de radiante esperanza y para traeros el abrazo, la bendición y el a?etto del Papa Francisco", comenzó diciendo monseñor Gugerotti en su homilía.
Un día de esperanza sobre todo "para todos los católicos, para los cristianos y para todos los sirios, desde hace tanto tiempo sedientos de paz y de una vida digna de un ser humano, una vida hecha de amor, de trabajo, de educación, de acceso a la salud, de serenidad, en una palabra: de dignidad", dijo el prefecto, denunciando "las luchas políticas, internas y externas a su país" que "han creado muerte y huida, destrucción y miseria". Son "un insulto a su dignidad".
"Malditas sean las armas"
"Ustedes -prosiguió Gugerotti, dirigiéndose idealmente a los habitantes de la martirizada Siria- son un pueblo manso y generoso, desde hace mucho tiempo han aprendido a vivir juntos, como hijos de la paz; aunque el pueblo sirio pertenezca a religiones diferentes, esta convivencia ha sido el secreto de su serenidad y nosotros les hemos admirado por ello. Esta herencia humana ha sido desfigurada por las armas, por la división de las familias, por la "matanza de tantos, incluso en nombre de Dios", por la so?erencia de los niños y por "tanta soledad". Y recientemente también por el terremoto, que, dijo el futuro cardenal, "añadió ruinas a las ruinas".
"Malditas sean las armas, exclamó, instrumentos construidos sólo para la muerte". En estos tiempos que llamamos modernos, seguimos usando las armas no para defendernos de los peligros naturales, sino para golpear a otros hombres, hermanos, amados por Dios, llamados a construir la 'casa de la paz'".
Casa de la paz
La misma expresión, esta última, que el padre Hanna dijo a quienes entraron violentamente en su casa de Knaye: 'Esta es una casa de paz y aquí no se entra con las armas en la mano'. Gugerotti recordó la anécdota para expresar un sincero deseo al nuevo obispo: "Hoy el Espíritu de guía te consagrará padre de este pueblo y guardián de esa casa de paz que es la Iglesia, donde no se entra con las armas en la mano, sino con el arma desarmada de la fe".
"Ay de los que intentan violar esta casa", prosiguió el Prefecto de las Iglesias Orientales, "que se arrepientan todos los que pretenden imponer la paz con la violencia. También los que en el mundo se creen misioneros de la paz y obligan a los pobres a vivir entre mil dificultades, sin luz, a veces sin agua, sin combustible y sobre todo sin desarrollo, aislando a un pueblo, vuestro pueblo". Esto -observó monseñor Gugerotti- no afecta a los poderosos del mundo, sino a los pobres, cada vez más numerosos, privándoles de los intercambios que les permiten llevar al menos una vida normal y digna".
Un padre tierno pero fuerte
Es por estos rostros concretos por los que el padre Jallouf es ordenado obispo. Personas ante las que ya se ha mostrado "un buen padre, tierno, pero también fuerte si es necesario". "Has sido llamado, dijo Gugerotti, a ser el hijo de San Francisco y, por tanto, el más pequeño, el menor entre los hombres. Recuerda esa tau, esa señal de la cruz que encontraste dibujada en la pared de la cárcel donde estabas recluido. Es el signo de tu identidad".
Una "broma de Dios"
De ahí la petición de perdón por la "broma de Dios" de que estén presentes tres cardenales (dos, como se dijo, en el próximo Consistorio) en la celebración que el padre Hanna había pedido que fuera lo más sencilla posible y, de hecho, "sin cardenales". "Y en cambio uno, el nuncio apostólico, es cardenal desde hace tiempo, signo de su extraordinaria dedicación al pueblo sirio y del amor especial que Francisco, nuestro Papa, tiene por este país mártir. Y justo después de tu nombramiento episcopal, el Papa nos llamó también a nosotros dos, al Patriarca latino de Jerusalén y antiguo superior tuyo, y a mí, para ser cardenales dentro de quince días'.
"Tu y tu pueblo, concluyó el jefe del Dicasterio, "reciban esta sonrisa del Señor como una invitación a mantener la sonrisa a pesar de todo... Los mejores deseos, padre Hanna, los mejores deseos queridos católicos de Siria. La Iglesia está con ustedes y con todo su pueblo".
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