Pe?a Parra: Conversión sinodal, camino espiritual, personal y comunitario
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¿Cómo podemos liderar de manera sinodal? Es la pregunta que se planteó Monseñor Edgar Peña Parra, Sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, durante la conferencia “Liderazgo discerniente” en la mañana de este miércoles 28 de junio en Villa Aurelia, Roma. El arzobispo planteó que este curso ha sido concebido para dar respuesta al deseo del Papa Francisco “de realizar una conversión misionera de la Iglesia en cuanto a sus estructuras, actividades y comunicación”.
Citando la exhortación apostólica Evangelii gaudium, Peña Parra recordó que el Santo Padre ha escrito: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para la autopreservación” (n. 27).
En consonancia con la opción misionera, el Sustituto subrayó que el Pontífice está impulsando a la Iglesia a encontrar un camino que la lleve hacia adelante como comunidad de fe; a convertirse en una Iglesia sinodal que llegue a todos, especialmente a aquellos que son marginados y excluidos.
El programa Liderazgo Discerniente está diseñado para auxiliar a los participantes a desarrollar las habilidades necesarias para tener un papel activo en la promoción de la visión misionera del Santo Padre.
En la primera parte de su exposición, el Prelado desglosó la definición de la sinodalidad y explicó que en los últimos años, se há debatido mucho sobre este concepto, que es muy importante para el Papa.
Peña Parra aseguró que las reacciones en este proceso “han sido un tanto dispares”: por una parte, de gran interés y entusiasmo en muchos sectores de la Iglesia; por otra, de voces críticas.
Comentó que, hace dos años, en un discurso a los fieles de la diócesis de Roma, Bergoglio aclaró aspectos importantes sobre el proceso sinodal. El Papa prefiere entenderlo como un “caminar juntos”, una forma de discernimiento comunitario, “que requiere una escucha mutua para discernir lo que el Espíritu Santo está diciendo”.
Decidir, escuchar, estar atentos a los impulsos del Espíritu
Reflexionando sobre las decisiones que se deben tomar en un ámbito eclesial, Peña Parra observó que esto requiere oración y docilidad a los impulsos del Espíritu. “El Espíritu, dijo, puede inquietarnos e impulsarnos a que nos pongamos de nuevo en camino, abandonando ideas, convicciones y prejuicios que nos frenan y nos impiden caminar juntos. La toma de decisiones implica también un proceso de escucha y debate, con la intención de comprender otros puntos de vista para discernir lo que está en consonancia con la voluntad de Dios para el bien de la comunidad”.
La escucha del Espíritu Santo aparece como un elemento crucial, “la clave de todo auténtico proceso sinodal; es lo que marca la diferencia entre un sínodo y un parlamento”. En efecto, “gracias a la capacidad de escucharse unos a otros y al Espíritu, los discípulos presentes en el Concilio de Jerusalén pudieron identificar la verdad esencial: lo que cuenta es que la salvación viene por la fe y la gracia de Jesucristo”.
Las diferencias como oportunidades providenciales, no ataques
En este itinerario, “no debemos tener miedo a las diferencias de opinión, a las discusiones y a los conflictos”, puntualizó el Sustituto. No los debemos ver como un ataque personal, sino como una “oportunidad providencial para buscar la verdad en posiciones que, aunque opuestas a las nuestras, pueden contener algo de valor que quizá hayamos pasado por alto”. “Estas diferencias, continuó, reflejan a menudo la polarización que caracteriza todas las realidades eclesiales, sociales y políticas”.
Una vez más, Peña Parra insistió en la relevancia de estar siempre dispuestos a escucharnos unos a otros, reflexionar y evaluar con atención, sin precipitarse a enfatizar el propio punto de vista. Por este motivo, destacó la decisión del Papa de introducir momentos de silencio después de las diversas intervenciones durante las reuniones del Sínodo de los Obispos. “Debemos aprender a caminar juntos de este modo para descubrir hacia dónde nos conduce realmente el Espíritu Santo”, expresó.
“El proceso sinodal -manifestó- no es una mera discusión humana, destinada a elaborar una posición de compromiso, sino un proceso espiritual de discernimiento, que debe desarrollarse en un clima de oración caracterizado por la disponibilidad a escucharnos unos a otros y a las suaves indicaciones del Espíritu, de la misma manera que el profeta Elías escuchó la voz de Dios en la suave brisa del Horeb”.
No puede haber liderazgo sinodal sin un cambio radical de mentalidad
Otro concepto desarrollado por Peña Parra fue el liderazgo sinodal. En este punto, dejó claro que “es fundamental superar la tentación de ejercer el liderazgo de forma autoritaria o arbitraria, prestando poca o ninguna atención a las opiniones, sugerencias y conocimientos de los demás”.
“No es posible que Dios hable solo a algunos, mientras que los demás deban limitarse a escuchar y obedecer”, aseveró. Asimismo, resaltó el deber de buscar siempre el bien común, no tratar de autoafirmarnos o imponer nuestras ideas o, peor aún, promover nuestros propios intereses. “Los líderes de la Iglesia no deben verse a sí mismos como si ocuparan una posición privilegiada, sino como personas llamadas a servir”, advirtió.
Peña Parra se explayó sobre la humildad como virtud esencial si se quiere ejercer el liderazgo de manera sinodal, evitando la tentación de dominar sobre la base de la posición que se ostenta.
Al final de su exposición, el Sustituto consideró que “estamos entrando en un momento muy significativo en la vida de la Iglesia”. Acotó que el énfasis actual en la sinodalidad debería ayudarnos a desarrollar un nuevo estilo de liderazgo que sea a la vez tradicional e innovador. Por un lado, se inspira en la práctica de la Iglesia primitiva y se nutre de la rica experiencia y de las intuiciones del pasado, como el enfoque benedictino del gobierno y la insistencia ignaciana en el discernimiento. Por otro, fomenta de un modo nuevo la participación de todos los bautizados en los procesos de toma de decisiones, mediante una amplia consulta a todos los niveles y procesos de discernimiento comunitario, con el fin de fortalecer la comunión y promover la misión de la Iglesia con nuevo entusiasmo y compromiso.
“Espero que estas reflexiones les ayuden al comenzar el programa sobre el Liderazgo Discerniente, para que más adelante puedan asistir a sus comunidades locales en el desarrollo de un mayor sentido de corresponsabilidad en la vida y la misión de la Iglesia”, concluyó Peña Parra.
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