Parolin: La mafia una opción de esclavitud, se vuelva a vivir en la legalidad
Alessandro Di Bussolo - Pope
Si la captura de Messina Denaro es un "éxito de Estado", sigue siendo fundamental, en el ejercicio de la justicia, poner a la persona en el centro, como hizo el beato Rosario Livatino, el primer magistrado que la Iglesia elevó a los honores de los altares. Por una justicia que sea 'redentora, y logre recuperar a todos aquellos que se han puesto en el campo de la delincuencia'. Así se expresó el secretario de Estado vaticano, cardenal Pietro Parolin, consultado por los periodistas sobre la detención del capo mafioso tras treinta años de fuga, antes de la conferencia organizada esta tarde en el Senado, "La actualidad del beato Rosario Livatino". Un evento, organizado por el Centro Studi Rosario Livatino, que se abrió con el significativo gesto de llevar a la biblioteca del Palazzo Madama la reliquia del juez: la camisa ensangrentada que llevaba durante su martirio, el 21 de septiembre de 1990.
"La elección mafiosa es la esclavitud, para los que la viven y para las víctimas"
"Ciertamente - observó Parolin - la detención de Messina Denaro puede incluirse como un éxito del Estado. Las fuerzas del orden han realizado un gran esfuerzo. No podemos sino estar satisfechos con esta conclusión". Según el Secretario de Estado, se trata de un "punto de llegada que marca el final de toda una etapa que ya había terminado, pero faltaba este momento.... Esperamos de verdad -es su esperanza- que se vuelva a vivir en la legalidad". Lo ocurrido el lunes en Palermo devuelve, sobre todo al pueblo siciliano, "el sentido de que hay que vivir juntos según los valores", prosigue el cardenal: "Al fin y al cabo, incluso la elección de la delincuencia, la elección de la mafia, es una elección de esclavitud tanto para quien la vive como para las demás personas que son víctimas". Hay que salir de esto".
Rosario Livatino, cristiano íntegro
Del beato Livatino, "una figura maravillosa" en cuyo conocimiento Parolin explica que ha profundizado gracias a la conferencia, el cardenal dice: "Fue un cristiano íntegro, que supo vivir plenamente su fe en el ejercicio de una profesión particularmente delicada como es la magistratura, ajustando su interpretación y aplicación de la justicia a los principios cristianos". Su sacrificio, también a la luz de lo sucedido el lunes en Palermo, no fue en vano: "Los tiempos del Señor son distintos de los nuestros y no es seguro que los resultados lleguen inmediatamente, pero ciertamente todo gesto de generosidad, todo acto de amor, toda ofrenda de la propia vida, todo sacrificio hecho en nombre del Señor es siempre recompensado y da fruto".
Un magistrado que unió justicia y caridad
Livatino supo unir justicia y caridad: éste es también un mensaje importante para los magistrados de hoy. "Sobre todo, esa dimensión por la que la justicia se convierte en redentora, pone a la persona en el centro y es un esfuerzo que hace el Estado y también la comunidad, para conseguir recuperar a todos aquellos que se han puesto en el campo de la delincuencia y la criminalidad", observó Parolin. Al presentar los trabajos de la conferencia, el cardenal subrayó a continuación que la bella figura del beato, que murió mártir cuando aún no había cumplido los 38 años, merece ser propuesta sobre todo a los jóvenes. La causa de beatificación ha demostrado que la mafia de Agrigento quería matarlo "para oponerse a su obra de justicia impregnada de Evangelio". El magistrado cristiano Livatino demostró, aclaró el secretario de Estado vaticano, "que la fe puede ser alma y guía en la administración de justicia". Elegir, recordaba el joven juez, es una de las cosas más difíciles para un magistrado, pero en esto, si es creyente, puede encontrar ayuda en el encuentro con Dios en la oración y en la lectura del Evangelio. Nos ofrece una "mística de la magistratura", que "en el correcto ejercicio de sus decisiones, se convierte en una prolongación de la actividad de Dios".
El odio de los mafiosos por su vida de fe y oración
Y los mafiosos también odiaban, recuerda Parolin, "la vida de fe y oración de Rosario Livatino". Un hombre que "mientras los condenaba, rezaba por las almas de los muertos en las guerras de la mafia". Mafiosos que, "si bien manifestan devoción a los santos y a la Virgen, niegan con sus actos el cristianismo" y viven "una forma de paganismo consagrado al dios dinero". El beato "siempre supo ejercitar la virtud del perdón. Nunca olvidaba a su prójimo necesitado, aunque estuviera encarcelado". Mirando a Cristo, " recordaba que anteponía la caridad a la justicia ". Por eso " sufría mucho en las sentencias penales de los acusados". Como Cristo en la cruz, concluyó el cardenal, preguntó a sus torturadores: "¿Qué mal os he hecho?". Y su trágica muerte "se transformó en conversión para algunos de sus mandantes y asesinos". Mataron a "un cristiano doc y juez laico, que ahora permanece vivo en nosotros y nos habla con su ejemplo".
Mattarella: en su memoria defendemos la legalidad
Antes del discurso del cardenal Parolin, el vicepresidente del "Centro Studi Rosario Livatino", Domenico Airoma, fiscal de Avellino, leyó el mensaje enviado por el presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, según el cual el recuerdo del ejemplo de Rosario Livatino "invita a todos a continuar la batalla en defensa de la legalidad, renovando el compromiso al que todos estamos llamados para combatir todas las formas de criminalidad, con la misma coherencia y determinación que distinguieron su actuación". Testigo auténtico de los valores de la República, según Mattarella, Livatino "sacrificó su vida para afirmar los valores del Estado de Derecho frente a la violencia ciega de la delincuencia", y "desempeñó sus funciones con rigor moral, autoridad, incansable dedicación y sentido del deber".
Mantovano: Livatino proclamó el derecho con la verdad
El subsecretario de la Presidencia del Consejo de Ministros italiana, Alfredo Mantovano, que fue vicepresidente del Centro de Estudios, subrayó en su discurso que Livatino "proclamaba la ley con verdad", porque era un buen magistrado. Es impresionante, recuerda, "la cantidad de decretos que llegó a redactar en 12 meses de trabajo en el Tribunal de Agrigento", antes de ser asesinado. Porque trabajaba con extrema eficacia, con atención al detalle y a la reconstrucción del conjunto. Pero para él ser magistrado no era un trabajo cualquiera, era "ser" magistrado. Por último, Mantovano recuerda la discreción del fiscal y luego juez Livatino, que "sólo hablaba con sus mandatos". "En 12 años de actividad - explica - nunca concedió una entrevista ni participó en un programa de televisión. Su reserva era para él un reconocimiento de los límites de la jurisdicción".
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí