Monse?or Gallagher: Pensar lo impensable por la paz en Ucrania
Michele Raviart – Ciudad del Vaticano
No podemos resignarnos a que la guerra en Ucrania continúe durante mucho tiempo y, aunque de momento no parezca haber base para ninguna negociación, debemos mantener vivo el ideal de la paz y la idea de que esta guerra terminará, aunque no sea el final imaginado por Zelensky o por Putin. Queremos una paz justa, pero la paz debe llegar, y para ello, si es necesario, también debemos empezar a "pensar lo impensable".
Así lo afirmó monseñor Paul Richard Gallagher, secretario para las Relaciones con los Estados, en su intervención durante la conferencia titulada "Las armas de la diplomacia. Diálogo entre la Santa Sede y Europa frente a la guerra", organizada por la red de las cátedras italianas de la UNESCO ReCui y celebrado en el Palazzo Altemps de Roma, al que también asistió el ex presidente de la Comisión Europea, Romano Prodi.
El valor añadido de la misericordia
La diplomacia de la Santa Sede, recordó el profesor Alberto Melloni, titular de la Cátedra UNESCO sobre pluralismo religioso y paz, tiene la ventaja, frente a otros actores, de poder operar sin consideraciones materiales. Su especificidad, recordó monseñor Gallagher, es la de tener como valor añadido el de la misericordia, la única capaz de romper las cadenas del odio y de la venganza.
En este sentido, la Santa Sede trabaja para colmar las diferencias y no aumentar las brechas, teniendo siempre a la persona humana como beneficiaria última de todo. Por ello, el Papa empeña su diplomacia a "ensuciarse las manos" y a comprometerse de todas las maneras posibles en favor de la paz. Una paz concreta, mutable y en construcción, para que sea el eslabón de un nuevo proceso virtuoso entre las partes en conflicto y no sólo una atribución de vencedores y vencidos.
Prevenir conflictos, no perseguir los acontecimientos
A estas alturas de la historia, prosiguió diciendo el secretario de las Relaciones con los Estados, la diplomacia persigue los acontecimientos y ha perdido lo que debería ser su esencia, es decir, la capacidad de prevenir los conflictos. No debe ser un expediente para detener los conflictos con treguas armadas, sino un instrumento de cohesión preventiva. Un proceso que debe implicar no sólo a los dirigentes y a los diplomáticos, sino al mayor número posible de actores. Entre ellas, las religiones. Un buen ejemplo es el próximo viaje al Congo y a Sudán del Sur del Papa Francisco, que estará acompañado por el arzobispo de Canterbury, Justin Welby.
La crisis de las Naciones Unidas
Sobre todo la guerra en Ucrania puso de manifiesto una profunda crisis del sistema multilateral y de las grandes organizaciones internacionales, especialmente de las Naciones Unidas. Tras la muerte de las personas, señaló el arzobispo Gallagher, el mayor escándalo de esta guerra fue que Kiev fuera bombardeada por un miembro permanente del Consejo de seguridad durante la visita del secretario general de la ONU, Guterres.
Se espera una reforma del funcionamiento de la organización, de forma más representativa y que tenga en cuenta las necesidades de todos los pueblos. Esto requiere el apoyo de toda la comunidad internacional y la recuperación, como ha subrayado a menudo el cardenal secretario de Estado Pietro Parolin, del "espíritu de Helsinki".
Prodi: el cansancio no debe prevalecer sobre la búsqueda de la paz
La impotencia de la ONU se ha dado por descontada desde el principio y esto era impensable hace unos años, dijo Romano Prodi. El papel de la ONU, cuya tarea sería precisamente gestionar estas crisis, ha sido de hecho totalmente inexistente. Todo se transfirió al Consejo de seguridad, que a menudo se ve bloqueado por el derecho de veto, y ya no hay espacio para declaraciones de gran alcance, aunque a veces sean utópicas.
El resultado de esta "guerra mundial a pedazos", según el lúcido análisis del Papa Francisco, es que Occidente parece estar cada vez más enfrentado al resto del mundo y, en este sentido, sólo un acuerdo entre Estados Unidos y China puede resolver esta crisis. De hecho, a estas alturas, las negociaciones aún no han comenzado, mientras continúa la devastación y se intensifica un profundo odio entre las partes en conflicto.
Por tanto, Europa tendrá que encontrar la manera de convivir con Rusia, cuya existencia no puede ignorarse. En un contexto en el que todo se mueve en torno a la guerra en Ucrania, es precisamente el conflicto sobre el terreno el que permanece estático y se corre el riesgo de que prevalezca el hastío y no se escuche el grito de paz.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí