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Debora Donnini - Ciudad del Vaticano

La gratitud a Benedicto XVI se desprende de las palabras del Cardenal Fernando Filoni, Gran Maestre de la Orden Ecuestre del Santo Sepulcro de Jerusalén. El cardenal fue nombrado por Benedicto XVI Sustituto para Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, luego Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos y en 2012 creado por él Cardenal. Por tanto, llegó a conocerle de cerca.

Usted quería escribir unas memorias de Benedicto XVI, describiéndolo como "un profeta de nuestro tiempo". ¿Cómo se desarrolló este aspecto en la vida de Joseph Ratzinger?

Los profetas eran los que tenían la tarea de dar a conocer la realidad en la que vivía el pueblo, pero también la presencia de Dios acompañando al pueblo. Me parece que Benedicto XVI fue realmente un profeta de nuestro tiempo, porque sintió como su vocación hacer que el mundo, que cambiaba arremolinándose y olvidándose de Dios, se encontrara con la presencia de Dios. Por eso digo que Benedicto XVI es quien nos ha hablado de Dios en este mundo, en esta realidad en la que nos encontramos. No olvidemos que se encuentra a caballo entre dos siglos: el final del siglo XX -donde fue protagonista en el Concilio Vaticano II y luego también en la vida de la Iglesia como obispo y prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, así como estrecho colaborador del Papa San Juan Pablo II- y el siglo XXI. Enfrentado, pues, a la realidad de este mundo cambiante, que, por utilizar una palabra que él mismo empleó repetidamente, se estaba volviendo líquido, impalpable, perdiendo sus rumbos espirituales, morales, éticos, tuvo esta vocación de hablarnos de Dios en este mundo nuestro. El Concilio, en cierto sentido, fue su gran fundamento eclesiológico: culturalmente ya se había formado como teólogo, pero maduró con la experiencia del Concilio mismo. En cierto sentido encontró esta doble realidad: Dios permitió este encuentro providencial en su vida entre la riqueza de sus dones intelectuales, teológicos y morales y la riqueza, entonces, de ser pastor.

La fe y el papel del intelecto fueron temas centrales de su reflexión teológica. La culminación y el corazón de todo esto fue el encuentro con Jesucristo vivo. Fundamental en este sentido fue la trilogía Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, 'Jesús de Nazaret'...

Así lo expresó no sólo en los tres volúmenes de "Jesús de Nazaret", sino que yo diría -porque es el centro de todo su mensaje- que en esta trilogía quiso de alguna manera entrar casi en diálogo con el Evangelio, con la vida de Jesús. Y así entabló un diálogo con el mundo. Antes de abordar todos los temas, siempre se hacía esta pregunta: "Pero, ¿es actual este Jesús, esta fe, este Dios? ¿Y cómo entra en nuestras vidas?". Al fin y al cabo, "Jesús de Nazaret" no es una biografía, sino el encuentro del hombre de hoy con el Evangelio y en el Evangelio; como en tiempos de Jesús, pretendía anunciar el Reino de Dios.  Este ha sido el empeño de toda su visión teológica a lo largo de 70 años de su vida como sacerdote, obispo y Papa, con una continuidad que nunca ha cesado. Así pues, el núcleo del mensaje era: Jesús realiza el Reino de Dios.