Roche: Isabel II, una líder sabia inspirada por la fe
Pope
El miércoles por la mañana, en la Basílica de San Pablo Extramuros de Roma, el cardenal inglés Arthur Roche, Prefecto del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, celebró una misa en memoria de Su Majestad la Reina Isabel II.
En su homilía recordó con cariño cómo tantas personas de todo el mundo expresaron su gran afecto y se unieron para "conmemorar, rezar y rendir homenaje a una mujer muy grande - una esposa profundamente amorosa y orgullosa madre, abuela y bisabuela - una soberana dedicada que ejerció un sabio liderazgo - y que ahora se echa mucho de menos".
El purpurado añadió que había “algo más” en lo que reunió a la gente de una forma tan extraordinaria para presentar sus respetos, y pasó a describir la "joya oculta" que hizo de ella una líder inspiradora, atrayendo a la gente en unidad. Reconociendo sus muchos logros a lo largo de sus siete décadas como Soberana, dijo que fue su discurso público sobre la fe que surgió a su muerte "el que captó repetidamente el núcleo de lo que inspiró y dirigió su vida". En concreto, señaló, basó su vida en "las verdades y los valores que se encuentran en la vida de Cristo: el misterio de Dios hecho hombre, del poder del amor de Dios para superar incluso la muerte, de la gran dignidad de cada persona, de la esperanza más allá de la desesperación, de que esta vida terrenal es una importante puerta de entrada al paraíso, y de cómo incluso ahora podemos crear un atisbo de ese paraíso en la forma en que vivimos y amamos y servimos a los que nos rodean con respeto".
En la Navidad de 2014, tal como recordó el cardenal Roche, la Reina había señalado a Cristo como el ejemplo a seguir para "respetar y valorar a todas las personas, de cualquier fe". El afecto de su pueblo demuestra que "el Evangelio en el que creemos y cuyos valores fueron vividos por nuestra querida Reina no están separados de la vida cotidiana". "Mirando ahora hacia atrás, está claro -añadió el cardenal- que su fe cristiana, de la que dio testimonio a una edad temprana, en un momento en que el mundo estaba saliendo de la brutalidad sin precedentes de la Segunda Guerra Mundial, fue algo que le dio una valiente confianza desde el momento de su acceso al trono en 1952 hasta el día de su muerte. "Para la Reina no había dicotomía entre la fe que profesaba y lo que era como líder de tantas naciones". Una vida, pues, vivida en la perspectiva, dice Roche, de Dios y abordada con fe, razón por la cual Isabel sigue siendo una soberana muy querida aún hoy.
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