Athletica Vaticana, por primera vez en los Mundiales de ciclismo
Por Rien Schuurhuis
Desde que llegué a Roma en el 2020, me atrajeron inmediatamente los valores y el espíritu comunitario de Athletica Vaticana. La atención del Papa Francisco sobre el deporte como vehículo de encuentro está en profunda sintonía con mi experiencia de vida. El lenguaje del deporte es verdaderamente universal. En el espíritu de la encíclica del Papa Francisco Fratelli tutti.
Representar a Athletica Vaticana el 25 de septiembre en Australia en el debut de los Campeonatos mundiales de carretera de la Unión ciclística internacional (que reconoció a la asociación polideportiva vaticana como miembro oficial el 24 de septiembre de 2021) es un honor increíble para mí. Se llevó a cabo un maravilloso trabajo de equipo para llegar a este punto y espero llevar este espíritu de equipo a la carrera.
El deporte tiene el poder de impulsar a cada uno de nosotros a dar lo mejor de sí mismo, fomentando la generosidad, el sacrificio y la humildad. En Athletica Vaticana estamos dispuestos a llevar estos valores a los Campeonatos mundiales y a animar a todos los atletas a ser "embajadores" del deporte como vehículo de inclusión, fraternidad y paz: son las palabras que el Papa dirigió a Athletica Vaticana a principios de julio con motivo de los Juegos del Mediterráneo en Argelia.
Veremos cómo va la carrera mundial. Siempre he tenido debilidad por los desfavorecidos: me gustaría ver ganar a un corredor de una nación ciclística emergente. El eritreo Biniam Girmay, por ejemplo, ha demostrado estar a la altura. El recorrido de Wollongong se adapta a mí: me encantan las subidas, pero tengo el físico necesario para pedalear en llano. Me gusta escaparme y trabajar con pilotos de otros equipos para llegar a la meta. Es realmente una experiencia increíble la que te da el ciclismo.
Para el Mundial me he entrenado al máximo. Vivo con mi familia en el centro histórico de Roma y, cada vez, mi entrenamiento comienza con un calentamiento en una de las calles más concurridas: el Lungotevere. Tengo que admitir que es una de las partes más divertidas de mi entrenamiento, también por los reflejos que tengo que poner en medio del tráfico. Después, tras dejar Roma, pedaleo alrededor del lago de Bracciano y del lago de Albano. Además, suelo llevar a mis dos hijos a dar un paseo en bicicleta por las calles empedradas del centro. Entre peatones, coches y motos. Es una buena manera de enseñarles la conciencia del espacio y el manejo de la bicicleta.
Al fin y al cabo, desde que tengo uso de razón – nací en Groningen, Países Bajos, el 12 de agosto de 1982 – el ciclismo siempre ha formado parte de mi vida. En mi tierra, la bicicleta forma parte de la vida cotidiana. Íbamos al trabajo, a la escuela, a las tiendas y a la iglesia en bicicleta. Mi primer dinero de bolsillo lo gasté en una bicicleta. No sé exactamente cuándo nació el amor por el ciclismo como deporte, pero creo que siempre ha estado presente en mi corazón. Solía animar al español Miguel Indurain. Realmente admiré su modestia y humildad dentro y fuera del ciclismo. Fue una inspiración para muchos jóvenes ciclistas. Lo opuesto a la personalidad vivaz de mi "héroe de la infancia", Mario Cipollini.
A lo largo de los años, el ciclismo ha sido la base de muchas de mis amistades, con personas de diferentes orígenes, educación y cultura. El deporte trasciende la edad – el mayor de mis amigos ciclistas podría ser el abuelo de mi amigo ciclista más joven – el idioma y las creencias. Estas amistades ciclísticas me han ayudado a sumergirme en los lugares que he vivido y visitado. Me han ayudado a entender diferentes culturas y a crecer como persona. El ciclismo me ha enseñado a dar lo mejor de mí.
Verdaderamente el ciclismo, y el deporte en general, ha sido para mí un óptimo modo para integrarme en comunidades de todo el mundo. En el 2009 me trasladé a Australia con mi esposa y desde entonces hemos vivido en la India, en el Pacífico francés y ahora en Italia. En cada uno de estos lugares he encontrado amigos y he compartido experiencias a través del deporte. Australia, ahora mi segundo hogar, me ha enseñado cómo el deporte puede unir. La mitad de la población australiana ha nacido o tiene un progenitor nacido en el extranjero, con una increíble mezcla de culturas e idiomas. El deporte crea vínculos que trascienden estas diferencias.
En la India, nunca olvidaré mi participación en una media maratón en Nueva Delhi junto a una mujer que corría descalza y, bajo un calor abrasador, con la cabeza cubierta. Intercambiamos una sonrisa y unas palabras de apoyo. En Nueva Caledonia, a pesar de no saber hablar francés, me relacioné con varios jóvenes ciclistas, algunos de los cuales eran indígenas canacos. Como tenían poco apoyo y dinero a su disposición, fue un verdadero privilegio poder formar a algunos de ellos y ayudarlos a conseguir bicicletas y otros materiales para hacer deporte.
He corrido a pie y en bicicleta por toda Asia y el Pacífico, en Malasia, Indonesia, Nueva Zelanda y la Polinesia francesa. Una de las experiencias más increíbles fue una carrera de bicicletas en la isla de Flores, Indonesia. Nos recibieron en varios monasterios, que salpican la isla, mientras completábamos las etapas: Una experiencia espiritual que nunca olvidaré. Las calles estaban llenas de espectadores, parecía que toda la isla había venido a animarnos. La gente apoyaba a todos, sin importar la raza, el color de la piel o la religión.
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