En el Aula Pablo VI juraron los nuevos reclutas de la Guardia Suiza Pontificia
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Tras haber asistido a la Santa Misa celebrada esta mañana a las 7.30 en el altar principal de la Basílica de San Pedro – celebrada por el cardenal Mauro Gambetti – los 36 nuevos reclutas de la Guardia Suiza Pontificia – junto a sus familiares y diversas autoridades civiles y religiosas – se reunieron esta tarde a las 17.30 en el Aula Pablo VI para su juramento.
En un clima de fiesta – que comenzó con las típicas fanfarrias y prosiguió con la interpretación de los himnos vaticano y suizo – los reclutas vestidos con el uniforme de gala de las grandes celebraciones juraron, uno a uno en su propio idioma (22 en alemán, 12 en francés y 2 en italiano según su cantón de procedencia), sobre la bandera del Cuerpo militar más antiguo del mundo, fundado por el Papa Julio II en 1506.
Representantes suizos
A la ceremonia asistieron exclusivamente los padres, hermanos de los guardias, las familias de los guardias casados y los representantes de Suiza. Las autoridades suizas estuvieron representadas por el presidente del Consejo Federal, Ignazio Cassis, la presidenta del Consejo Nacional, Irène Kälin, y el presidente del Consejo de los Estados, Thomas Hefti. El Ejército suizo estuvo representado por el brigadier Marcel Amstutz, jefe del Estado Mayor del Mando de Educación. La Conferencia de los obispos Suizos estuvo representada por su presidente, el arzobispo Felix Gmür, obispo de Basilea, y el padre Urban Federer, abad del monasterio de Einsiedeln.
El comandante presentó el destacamento al representante del Santo Padre Francisco, el arzobispo Edgar Peña Parra, Sustituto a la Secretaría de Estado y después de una breve alocución los guardias procedieron a prometer proteger y defender al Papa reinante y a todos sus legítimos sucesores en tiempos de necesidad, incluso arriesgando sus propias vidas, tal como hicieron sus valerosos y fieles antepasados a lo largo de cinco siglos.
Palabras del capellán
El padre Kolumban Reichlin, capellán de la Guardia Suiza Pontificia, dirigiéndose a los queridos guardias les dijo que dado que han respondido a una llamada interior que se despertó meses, e incluso años atrás, y que poco a poco ha ido tomando forma, ahora están aquí para prestar su juramento.
El capellán puso de manifiesto que su elección para el servicio en la Guardia Suiza Pontificia no es algo descontado, sobre todo teniendo en cuenta su joven edad y las posibilidades y comodidades casi ilimitadas que les ofrece Suiza y que dejan intencionadamente durante un tiempo por esta elección.
Después de destacar que durante dos años renuncian a las comodidades que les ofrecen su casa y familia, incluso “su propia cama”, “el contacto íntimo con su familia”, “su círculo de amigos y compañeros” y a veces “incluso la relación estrecha con su novia”, el capellán les recordó los muchos retos que afrontarán, desde la disciplina, al conocimiento de un nuevo idioma y una nueva cultura y forma de vida, viviendo en un espacio reducido con su nueva gran familia a cuyos miembros no han elegido, renunciando a gran parte de su esfera privada, a la autodeterminación y a la independencia; “y todo ello no durante dos o tres semanas, sino durante al menos veintiséis meses”.
Renunciar por vocación
De ahí que su valerosa elección haga que sean “un ejemplo para su familia, para sus compañeros y amigos y para todos nosotros”, prosiguió diciendo el capellán. Al mismo tiempo les habló de lo orgulloso que se siente por haber aceptado esta llamada mediante la cual han elegido este camino y este servicio al Papa Francisco y a la Iglesia, servicio que ahora juran cumplir fiel y concienzudamente.
Palabras del comandante
Dirigiéndose al sustituto de la Secretaría de Estado, monseñor Edgar Peña Parra, y a todos los presentes, el comandante recordó que el 6 de mayo del lejano 1527, durante el saqueo de Roma, 147 guardias suizos dieron su vida en heroico sacrificio para que el Papa Clemente VII pudiera refugiarse en el Castillo de Sant'Angelo. Por eso “cada año, en el día en el que conmemoramos a estos compañeros fallecidos, juran todos los guardias que han sido aceptados en nuestro Cuerpo desde su último juramento”. Refiriéndose al juramento que estaban a punto de realizar ante la llamada por su nombre del sargento, el comandante les dijo:
Hacer sacrificios
Además, el comandante dio las gracias especialmente a sus queridos padres, así como a sus hermanos y hermanas. Y les dijo que “su cercanía y apoyo, también en la oración, es muy importante, porque la vida de un soldado no siempre es fácil y requiere gran fuerza y convicción.
Un instrumento al servicio de la paz
Por otra parte recordó el servicio exigente al que están llamados, que los “obliga a hacer sacrificios”. Y añadió: "Me agrada que, en este sentido, estén firmemente arraigados en la mentalidad que nos caracteriza a los suizos: la integridad, la fiabilidad, la lealtad, la tolerancia, el aprecio mutuo y el diálogo son expresión de todo ello. “Pero, por encima de todo, un guardia suizo debe ser cristiano, debe vivir los valores cristianos y estar formado por ellos. Entonces no sólo será un colaborador de la buena convivencia, sino también, según la oración de San Francisco, un instrumento al servicio de la paz. Y esto es esencial para una vida plena, que deseo de corazón para cada Guardia”.
“La guerra – añadió – no sólo es un crimen contra la humanidad y la creación, sino también contra Dios”. Y les dijo que a menudo se pregunta: "¿Por qué los hombres no aprendemos de estos terribles errores? ¿Por qué no es posible la convivencia pacífica, la resolución pacífica de los conflictos? ¿Es realmente sólo la ambición de poder y riqueza la culpable?".
El Papa en la Laudato si'
Está en la ambigua naturaleza del hombre no sólo dominar el mundo, explotarlo, manipularlo, sino también ejercer el poder sobre las mismas personas. Sin embargo, el hombre ha sido creado por amor al bien y está llamado a la oración. Con su Encíclica Laudato si' el Papa Francisco ha ofrecido un documento que no sólo se dirige a los cristianos, sino a todos los habitantes de la Tierra, que es nuestra casa común. Reflexiona seriamente sobre la creación. Expresa su preocupación por la contaminación ambiental, el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales y las injusticias sociales. Insta con vehemencia, especialmente a los responsables de la política y la economía, a repensar ampliamente la forma de ver el mundo, el hombre y el hombre en el mundo”.
Nada es imposible para Dios
Y concluyó afirmando que el Santo Padre se preocupa por la conservación y el cuidado de la creación, el bienestar general y la dignidad de la persona, la justicia y la paz. “Esto – dijo – sólo puede lograrse si cada persona vuelve a orientar su vida hacia los valores fundamentales. En el centro de estos valores fundamentales sólo puede estar el amor. Es el requisito previo para la reconciliación, el cuidado, la justicia y la paz. Para ello es necesario tener visión de futuro. Con la ayuda de la oración, del diálogo con Dios, podemos ‘mover montañas’, evitar guerras, reconciliar, sanar. Nada es imposible para Dios”.
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