Discapacidad y Sínodo: Escuchar a Dios en el silencio
Alina Tufani Díaz – Ciudad del Vaticano
Cuando los padres de Luz Elena recibieron el informe médico sobre la discapacidad auditiva de la pequeña hija se entristecieron, pero aceptaron el diagnóstico con esperanza y empeño. Inmediatamente la inscribieron en la escuela de audición y lenguaje cuando todavía estaba en pañales, tenía apenas un año y medio. Así lo cuenta a Pope una de las participantes en el encuentro organizado por el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida en colaboración con el Sínodo de los Obispos, bajo el tema "La contribución de las personas con discapacidad al Sínodo sobre la Sinodalidad".
El encuentro a “puertas cerradas”, tendrá lugar mañana 19 de mayo, a través de la plataforma Zoom y contará con la presencia de treinta personas con discapacidad, además de los responsables del Dicasterio y de la Secretaría del Sínodo, de los representantes de las Conferencias Episcopales y de las realidades eclesiales que trabajan en el ámbito de la pastoral con personas con discapacidad. Entre ellas, estará la licenciada Luz Elena Bracamontes Zamora, pedagoga en planeación y preparación didáctica de la Lengua de Señas de México, con una Maestría en educación especial y coordinadora de la Pastoral de sordos en Hermosillo, Estado de Sonora, México.
Todo está perfecto con Luz Elena, pero…
“Todo está perfecto, solo tiene una discapacidad auditiva”, le dijo el doctor a los padres que dieron las gracias y comenzaron a buscar las mejores alternativas para su pequeña hija. Se habían percatado de su sordera porque no reaccionaba a los ruidos, no hablaba o pronunciaba sonidos como los primos o los hijos de los amigos. Aunque desde antes, ya sabían que algo pasaba, porque cuando la mamá de Luz Elena tenía ya nueve meses de embarazo, la bebé en el ultrasonido casi no se movía. En fin, la aceptaron tal como era y como a todo niño la mandaron a la guardería, al preescolar y la primaria, la de los sordos.
“Yo estudié preescolar, ahí fui creciendo, en primaria empecé a convivir con los sordos. Después cuando entré a la secundaria fue diferente porque fue una secundaria inclusiva”. Algo que como cuenta Luz Elena, era poco común: “Era una escuela inclusiva donde sí había intérpretes que me ayudaron y apoyaron (…) Estábamos un grupo de jóvenes sordos que al final nos graduamos”. Sin embargo, el panorama fue distinto en el preuniversitario: “Ya no había intérprete, fue un esfuerzo muy grande, pero la verdad es que luchando contra todas las barreras, preguntando a mis compañeros, esforzándome, gracias a Dios terminé. Yo deseaba ser maestra, estudiar para maestra”.
Una procesión que la llevó a ‘Diosito’
Paralelamente, la vida de fe de Luz Elena no comenzó desde pequeña, más bien de adolescente, cuando le pidieron representar a la Virgen de Guadalupe en una procesión. No tenía idea de lo que significaría en su vida: “Me dijeron a mí para hacer la Virgen y la verdad no conocía nada, nada de ‘Diosito’ y todo eso”. Entre velas, en la semioscuridad, sorda, sentada sobre el carro alegórico, y vestida de "la Morenita", se sentía sostenida y cuidada: “Después me di cuenta que cuando representé a la Virgen me gustó, me fui dando cuenta de Dios”.
La sordera en una Iglesia de oyentes
Un darse cuenta de Dios, un llamado a seguir la fe movió a Luz Elena que lo escuchó con el corazón, pero solo podía ver con imágenes. Poco o nada entendía en las primeras clases de catecismo en su pueblo natal, porque la clase era solo para oyentes. Todo cambió cuando llegó a la ciudad de Hermosillo para seguir el catecismo y hacer la confirmación: “Aquí me empezaron a explicar en señas. Antes, yo la verdad es que no conocía mucho de la fe y, aunque iba al catecismo, no entendía. Pero aquí empecé a comprender, a darme cuenta y me empecé a enamorar, poco a poco, del Señor, a los 14 años y desde esa edad en adelante, yo sigo aquí”.
La DCYIA y los sordos de Latinoamérica
El interés y empeño de la joven Luz Elena en las actividades en la Iglesia de Hermosillo no pasaron desapercibidas para la , un proyecto que nació hace 20 años en Estados Unidos con el fin de incluir y crear una red de líderes sordos y oyentes para construir el Reino de Dios entre las personas Sordas y que se ha extendido a México, Centroamérica y Suramérica.
Cuando aun estaba en la secundaria, la DCYA, hacia el 2006, la invitó a participar en un encuentro latinoamericano de sordos católicos que tuvo lugar en Valle de Bravo, Ciudad de México. Allí, Luz Elena conoció y compartió con sordos de Latinoamérica, de Trinidad y Tobago, de Venezuela y de otros países: “La verdad es que aprendí mucho, sobre todo, de los valores, me daban ejemplos los maestros. Yo los veía que eran sordos. Me sorprendió cómo explicaban los padres (sacerdotes), cómo hablaban en señas. Yo nunca había visto eso y la verdad es que se me hizo muy ‘padre’ (ndr: genial)”.
De Valle de Bravo a Roma
Ese encuentro en Valle de Bravo fue el preludio de un compromiso por llevar esa experiencia a Hermosillo: “Empecé a motivar la Pastoral de Sordos, a tomar ejemplos de lo que habíamos vivido allá, algo tan positivo como enseñar a los sordos los valores evangélicos, enseñarles de Dios, con imágenes, fotografías, con las señas”.
Dos años después, invitada por la DCYA, Luz Elena participó como conferencista en el Congreso Internacional organizado por la Fundación Católica Internacional de la Pastoral de las Personas Sordas, el 25 y 26 de junio de 2008, en Roma, que concluyó en el encuentro con el Papa Benedicto XVI: “Yo tenía mi examen para entrar a la universidad, pero me esperaron para poder irnos a Roma, porque ahí tenía que dar una conferencia internacional donde expliqué el proceso a los participantes de los diferentes países”. Luego, Luz Elena regresó, se graduó en pedagogía -su sueño- y ahora trabaja con sordos y alumnos especiales: “Mi vida es tranquila, con mi familia. Trabajo y siempre acudo a la iglesia, voy los sábados y los domingos”.
Necesitamos maestros sordos con identidad católica
Para Luz Elena, su compromiso como coordinadora de la , el trabajo y misión de llevar los valores del Evangelio y la fe en Dios siguen intactos: "Yo trabajo animando, coordinando el catecismo, las misas, los cursos de señas y actividades en campamentos y retiros”.
El encuentro que realizará el Dicasterio de laicos, familia y vida está encaminado en el proceso sinodal convocado por el Papa y donde las personas discapacitadas deben tener su propio espacio y su propia voz: “Lo que yo siento que hace falta en la Iglesia y que es muy importante, son maestros sordos que tengan la misma identidad. Explicar con señas y con imágenes de Jesús, María, de los Ángeles -porque nosotros somos visuales- es muy importante y podemos entender. Necesitamos maestros sordos que aprendan, que estudien, que se especialicen, porque al sordo, cuando recibe información de otro sordo, le es más fácil comprender, es mejor porque estamos empoderados”.
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