Tiempo de conversi贸n: par谩lisis del pecado y poder del perd贸n
Antonella Palermo 鈥 Pope
La lectio de hoy ofrecida por Monseñor Giacomo Morandi, Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe - dentro del ciclo de meditaciones "Redimidos del pecado, heraldos del Evangelio" realizado en colaboración con Telepace - está dedicada a la necesidad de volver a entrar en nosotros mismos para reconocer nuestra propia condición de pecadores, siempre bajo la mirada misericordiosa del Padre.
Esclerocardia
Jesús comenzó su ministerio en Galilea. El pasaje del Evangelio de Marcos que se toma en consideración es aquel en el que Jesús se encuentra con un paralítico. Una vez más, el Prelado reitera que es la fe la puerta de la salvación. 鈥淛esús percibe la fe de la gente que le trajo al enfermo - explica - y probablemente la gente no esperaba las palabras que Jesús habría pronunciado sobre el perdón, sino que esperaban una curación. La enfermedad de este hombre se convierte en símbolo de una enfermedad mayor. En este caso, la enfermedad muestra lo que el pecado puede producir en el corazón humano: una parálisis repentina鈥. Los Padres de la Iglesia hablan del riesgo al que puede conducir el pecado que, cuando se convierte en una normalidad, produce 鈥渆sclerocardia鈥, dureza de corazón. 鈥淓s una condición, ésta, que nos hace vivir la superficie de nosotros mismos - precisa aún el Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe - en apariencia nos sentimos vivos, pero paraliza nuestras facultades鈥.
No señalar a los demás, sino volver a sí mismos
El perdón de los pecados, reservado para los últimos tiempos, se puede experimentar ya ante la presencia con Jesús. Monseñor Morandi subraya lo importante que es reconocer el propio pecado y cita a Isaac de Nínive cuando dice que los que reconocen su pecado son más grandes que los que resucitan a los muertos. "Somos expertos en detectar los pecados de los demás, tenemos en esto - incluso en su divulgación - una especie de título honoris causa", dice el Prelado, afirmando que la actitud más común es señalar a los demás e instarlos a la conversión. No somos capaces de entrar en nosotros mismos, esta es la cuestión. También hace referencia al Salmo 50 en el que leemos que, si no ponemos nuestro pecado delante de nosotros, Dios no lo pone delante de nosotros. Monseñor Morandi se da cuenta de que hablar de pecado hoy en día es difícil y recuerda las características de una acción que puede definirse como pecado: un pecado debe hacerse con un consentimiento deliberado y con plena advertencia. No se puede hacer con buena fe.
No olvidar la mirada misericordiosa de Dios
Al reconocerse pecador, se percibe simultáneamente la mirada de Dios que perdona: esto es lo que hay que tener siempre presente. 鈥淪in su mirada, la desesperación se instala鈥, dice el Secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe. La invitación es a recordar la mirada de Jesús hacia Pedro, una mirada de misericordia que provocó en él el llanto, el don de las lágrimas. Es la experiencia que abre a una nueva vida y que lleva a destrozar nuestro corazón endurecido. 鈥淓s una batalla鈥, admite, 鈥減orque creemos que no somos pecadores. O, cuando lo admitimos, esperamos que alguien que nos escuche le reste importancia. De nuevo, podemos ponernos furiosos. El reconocimiento apaga esta manía de juzgar a los demás鈥. No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. Jesús se relaciona con gente 鈥渄esagradable鈥, si lo piensas bien, tanto es así que los escribas se escandalizan. 鈥淛esús no frecuenta a los pecadores para complacerlos, sino porque incluso en su pecado se manifiesta la misericordia de Dios鈥. Va tras ellos y está con ellos para sacarlos de su ciénaga. Monseñor Morandi concluye que sólo el Padre puede dar el perdón; nadie puede ensimismarse.
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