Vacunas también para los pobres
por Gianluca Biccini
Cuando el Papa pide "vacunas para todos, especialmente para los más vulnerables y necesitados de todas las regiones del planeta" - como en el - tiene en mente realidades concretas, los rostros de personas de carne y hueso: los de los más pobres entre los pobres, sobre todo en Asia, África y América Latina; y los de los que viven al margen en las sociedades más prósperas, como los migrantes y los refugiados sin atención de salud, o los ancianos y los niños que normalmente no producen ingresos pero tienen el mismo derecho a recibir atención. Está convencido de ello el padre Augusto Zampini, secretario adjunto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral (Dssui), que conoce a Bergoglio desde que era cardenal arzobispo de Buenos Aires. Con motivo de la publicación de la de la Comisión Vaticana Covid-19 - coordinada por el Dssui- en colaboración con la Academia Pontificia para la Vida, el sacerdote argentino presenta el contenido del documento desde el punto de vista de la equidad y la justicia social.
¿Cómo pueden traducirse en la práctica los llamamientos del Pontífice acerca del acceso universal a estos recursos preventivos fundamentales para la salud?
"El descubrimiento de las vacunas... disponibles para todos": para que el deseo de Francisco no se quede en un simple eslogan, la Iglesia y los cristianos deben estar en primera línea. Por su parte, las instituciones y las empresas farmacéuticas están llamadas a coordinarse a nivel nacional e internacional, cooperando para que las vacunas sean utilizables. Y como no son gratuitas, deben considerarse un bien público, compartido, no oneroso, a un precio razonable, que tenga en cuenta la situación de emergencia; además, naturalmente, de ser seguras y eficaces incluso para quienes no pueden pagarlas. Por otra parte, estamos sufriendo la triple amenaza de crisis interconectadas a nivel sanitario, económico y ecológico-social, con graves repercusiones en los países más pobres y vulnerables, que se están endeudando cada vez más. Y esto es deshumanizante.
A partir de algunos primeros datos sobre los planes de vacunación que acaban de iniciarse en los distintos Estados, se observa que un pequeño porcentaje de la población mundial, la porción más rica, ya ha adquirido más de la mitad de las vacunas más eficaces. ¿Es esta la "marginalidad farmacéutica" denunciada por Francisco y retomada por la Nota?
¡Eso es! Cuando el Papa nos exhorta a no dejar que los "nacionalismos cerrados" nos impidan vivir como una verdadera familia humana y a no "poner las leyes del mercado y de las patentes de invención por encima de la salud", tiene ante sus ojos precisamente las enormes desigualdades que existen a escala planetaria; por ello estimula continuamente a los líderes mundiales a fomentar un proceso colaborativo y transparente entre los Estados, las empresas y otras organizaciones, para que la producción necesaria pueda llevarse a cabo simultáneamente en distintas zonas del mundo. No sólo eso: considerando todo el "ciclo de vida" -desde la financiación hasta la investigación, desde la fabricación hasta la comercialización, desde la distribución hasta la suministración- cada paso tiene repercusiones prácticas que pueden resolverse mejor en un espíritu de solidaridad y colaboración extra-nacional. Además, porque al adoptar las medidas necesarias de inmediato para hacer frente a la pandemia, es importante pensar también en sus efectos a largo plazo, a fin de esperar una "cura" mundial.
¿Puede darnos algunos ejemplos?
Basta pensar en los obstáculos logísticos-organizativos para llegar a zonas remotas o poco accesibles. Sabemos lo fundamental que es la temperatura en la conservación, así que tratemos de imaginar lo que significa transportar las partidas mientras se mantiene la cadena de frío y capacitar a los trabajadores de la salud en el uso de las nuevas tecnologías. Debemos preguntarnos: ¿cómo hacer para que la vacuna llegue a las regiones más pobres? En América Latina los obispos están preocupados por el alto costo, porque los gastos para que la vacuna llegue allí son mayores, y para ello se necesitan donaciones. En resumen, el virus plantea cuestiones económicas, políticas y jurídicas, pero sobre todo muestra quiénes somos: así que ofrezcamos lo mejor de nuestro lado humano. Sólo así podremos transformar esta crisis en una oportunidad de cambio para construir una sociedad post-covid menos individualista, más bien altruista y generosa, en la que podamos ser verdaderamente "fratelli e sorelle tutti", ("hermanos y hermanas todos").
El documento de la Comisión concluye con la identificación de seis directrices que contienen otros objetivos acompañados de las medidas necesarias para alcanzarlos. ¿Puede resumirlos?
La Nota es un recordatorio de los valores que en el lenguaje de la salud pública constituyen las referencias compartidas en las emergencias sanitarias: el respeto de los derechos fundamentales, la reducción del sufrimiento de los necesitados o enfermos, la no discriminación y la distribución justa de los beneficios y las cargas. Se trata, en primer lugar, de poder expresar valoraciones sobre la calidad, la metodología y el precio de la vacuna y, en segundo lugar, de garantizar una cura global que tenga en cuenta las situaciones territoriales, en el documento habla de "sabor local". También es necesario participación y unir esfuerzos, consolidar el papel de la Iglesia en su compromiso de proteger la dignidad dada por Dios a todos y ponerla al servicio de la "sanación del mundo", utilizando de manera creativa las diferentes voces: conferencias episcopales, redes de salud y educación, organizaciones caritativas, comunidades religiosas.
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