Discernimiento y misericordia. A tres años de la Amoris Laetitia
Manuel Cubías – Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco considera la “como una propuesta para las familias cristianas, que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia. En segundo lugar, porque procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo”.
Para el Papa, estimular valores, ser signos de misericordia, es posible si existe la actitud del constante discernimiento. Esto, porque en los principios generales “cuanto más se afrontan las cosas particulares, tanta más indeterminación hay”, porque las normas generales “no pueden abarcar absolutamente todas las situaciones particulares” (AL 304).
En la Exhortación el Papa rescata la ambigüedad de la vida y encuentra en el discernimiento el instrumento que nos acerca a la voluntad de Dios en las diferentes situaciones. Discernir es buscar y encontrar en la vida interior y en lo que nos ocurre en lo exterior, la presencia y los designios de Dios. Es el ámbito de la conciencia. Ya San Pablo advierte sobre la acción del Espíritu en nosotros: “No extingan el Espíritu; no desprecien las profecías: examínenlo todo y quédense con lo bueno” (1Tes 5, 19-21).
El Papa insiste en que, si bien es importante y esclarecedor contar con principios, en la Exhortación no se busca desarrollar una “fría moral de escritorio”, pues a la hora de hablar de temas delicados, nos sitúa en “el contexto de un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso, que siempre se inclina a comprender, a perdonar, a acompañar, a esperar, y sobre todo a integrar. Esa es la lógica que debe predominar en la Iglesia, para «realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales» (AL 312).
El discernimiento abre las puertas a una actitud profundamente humana: la escucha y la comprensión. Esto es aplicable a las diferentes situaciones que viven los seres humanos en el presente. No se trata de presentar soluciones empaquetadas ayer, a los problemas de hoy. De esta manera, se puede afirmar que no hay una familia, un individuo, una comunidad ideal. En Amoris Laetitia existe la realidad: hombres, mujeres, comunidades con sus más o sus menos, con alegrías, dramas y sueños (AL 57).
Esta realidad es un llamado a la renovación de la Iglesia. Renovación que tiene su origen en algo tan humano como es la misericordia.
La Exhortación no pretende ser doctrinal, sino pastoral, que busca ayudarnos a crecer lentamente en el amor y el discernimiento es un instrumento indispensable para generarlo.
El Papa, afirma en el número 3 de la Exhortación: “Quiero reafirmar que no todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales. Naturalmente, en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella”.
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