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Vaticano y China: diálogo y tratativa

Las comunidades católicas chinas junto con sus obispos – reconocidos y no reconocidos por el Gobierno – están a favor de un diálogo con las autoridades. Pero el diálogo queda sólo en teoría, si no se acepta el riesgo de una verdadera tratativa para construir el bien de todos, como subraya el Papa Francisco

Sergio Centofanti y P. Bernd Hagenkord, SJ – Ciudad del Vaticano

El diálogo,  abierto y respetuoso, es una actitud que permite aceptar al otro en su diversidad, reconociendo su identidad y su misión: caminando juntos nos enriquecemos, uno en función del otro. Para dialogar es necesario permanecer firmes en la propia identidad y reconocer la identidad del otro. El verdadero diálogo está en la dinámica de la Encarnación, por la cual Dios dialoga con el hombre y lo busca, para establecer con él una relación de salvación.

En cambio, la tratativa según el Papa Francisco, es un proceso práctico en el cual cada uno busca obtener algo del otro: la tratativa es siempre un “repartirse la torta”, como se dice, pero eso debería hacerse de manera tal que todos salgan “ganadores”. Por eso, cada tratativa y cada acuerdo que deriva, resultan siempre imperfectos, temporáneos, en devenir, como anillos de un largo proceso que se va construyendo en el curso del tiempo.

En coherencia con su estilo de comunicación abierta y respetuosa, de aceptación del otro en su diversidad, de reconocimiento de la identidad y de la misión de cada uno, el Papa Francisco ha continuado el empeño de promover y sostener el diálogo oficial con el Gobierno chino. De esta manera, a reiniciado la tratativa verdadera, la negociación, que en verdad no ha sido jamás fácil y ha registrado interrupciones incluso bruscas. En efecto, sucedía que las dos Partes, por un lado, reiteraban sus buenas intenciones de dialogar y de llegar a una convergencia, pero después, por el otro, en el momento de entenderse, se detenían por algún obstáculo.

A este punto, vale la pena reconocer que una buena parte de la Iglesia en China, no solamente de la comunidad “oficial” sino también de aquella “no oficial”, es favorable al diálogo emprendido. Aun si hablar de porcentaje sería arriesgado, se podría hacer referencia al parecer de los Obispos chinos, reconocidos y no reconocidos por el Gobierno, que se han expresado a favor de la reiniciación del diálogo  y de la eventual conclusión de un Acuerdo.

Un Obispo reconocido por el Gobierno, que ha acogido muy positivamente la noticia de la reiniciación del diálogo China-Santa Sede, ha hecho notar que la  mayoría de los católicos apoya al Papa y al diálogo China-Santa Sede y reza intensamente para que se llegue a un acuerdo.

Por otro parte, también un Obispo no reconocido por el Gobierno ha dado a conocer que la reiniciación del diálogo es una buena cosa: después, obviamente, será necesario mirar a los hechos, más allá de las palabras; pero verse y hablarse es mejor que no verse, porque sólo viéndose y hablándose se pueden afrontar los problemas.

Es exactamente ésta la dinámica y el difícil arte de dialogar: el diálogo permite acercarse, conocer la identidad del otro y da a conocer al otro la propia identidad, así dialogando se dan a conocer las recíprocas intenciones, más allá de las palabras convencionales. Es también completamente normal que en la dinámica de un diálogo las Partes a veces se alejen, por la sensación de haber dado demasiado al otro, de haber renunciado a las propias legítimas exigencias y por el deseo de motivar mejor las propias expectativas para presentar y para reivindicar.

Para alcanzar una solución que sea aceptable para ambas Partes, ellas deben, sin embargo, eventualmente cambiar también lo que es excesivo en sus propias expectativas. En cuanto a la Iglesia, esto significa que puede distinguir entre lo que es esencial para la fe cristiana y lo que no lo es. Un diálogo serio y autentico puede funcionar cuando cada Parte acepta la Contraparte, respeta la dinámica de la discusión y de la confrontación entre opiniones diversas, intenta comprender las buenas razones que subyacen a las diferentes propuestas para resolver los problemas.

Todo esto puede resultar incluso muy agotador. Sólo con un espíritu de mutua confianza y generosidad se puede mantener el ritmo del diálogo en el curso de las numerosas y a menudo extenuantes sesiones que son parte de una negociación. Ambas Partes deben mantener esta actitud responsable, conservar la calma cuando el consenso parece distante o incluso inalcanzable, consolidar los pequeños pasos de acercamiento, mantener siempre una actitud positiva que nutra una confianza creciente en la sinceridad de la Contraparte.

Como dice el Papa Francisco, “la realidad es siempre superior a la idea”.

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03 julio 2018, 12:10