"Tú eres Pedro", los Papas y la misión del Obispo de Roma
Amedeo Lomonaco - Ciudad del Vaticano
"Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia". Sobre las palabras dirigidas por Jesús a Simón, llamado Pedro, se injertan los fundamentos de la Iglesia, desarrollada después en una historia bimilenaria en la que no faltan grietas y fisuras junto a la solidez de la Palabra de Dios.
En Pedro convergen, como sugiere el nombre del apóstol, la fuerza de la roca y la pequeñez de una simple piedra. En el vicario de Cristo, autoridad y servicio se funden en un único ministerio. El Pontífice es un hombre como Pedro: una pequeña roca y también un pilar en el camino de la Iglesia. El Papa es Pedro, la roca sobre la que Cristo fundó la Iglesia. En momentos de fragilidad, su voz puede quedar envuelta en el silencio. Puede parecer débil, pero siempre sigue siendo "una piedra viva" que da fuerza y consuelo. En el día en que la Iglesia celebra la fiesta de la Cátedra de San Pedro, nuestra mirada se dirige en particular al Papa Francisco, piedra y roca que une Roma al mundo cristiano.
El símbolo de la primacía de Pedro
La "Cathedra Sancti Petri Apostoli" es considerada por la tradición la sede episcopal de San Pedro. Ante los ojos se alza una imagen que se convierte inmediatamente en símbolo: la del antiguo trono de madera del primer Pontífice con placas de marfil que representan los Trabajos de Hércules. Para custodiar este antiguo asiento, Gian Lorenzo Bernini creó un grandioso monumento de bronce dorado en la Basílica Vaticana, terminado en 1666 tras diez años de trabajo. La Cátedra es, ante todo, un emblema: el del primado petrino y el magisterio del Papa. Esta sede episcopal recuerda la autoridad conferida por Cristo al apóstol Pedro. No es una imagen de poder, sino de servicio. Es el signo de la autoridad del Obispo de Roma y de su magisterio evangélico, que todo Papa, como sucesor de los apóstoles, está llamado a custodiar y transmitir.
La cátedra episcopal y las llaves
A lo largo de la historia, la liturgia ha celebrado la fiesta de la Cátedra de San Pedro en dos días distintos: el 18 de enero (Roma) y el 22 de febrero (Antioquía). En 1960, el Papa Juan XXIII unificó las dos fechas suprimiendo el 18 de enero. El discurso del Papa Roncalli a los representantes del Sacro Colegio, la Curia Romana y el Clero de Roma estuvo dedicado a la Sede Episcopal de San Pedro. El Pontífice, hablando de la Cátedra, se detiene en otro símbolo significativo: el de las llaves.
La Cátedra apostólica de San Pedro. ¡Qué expresión de la unidad de la gran familia humana de cuyos miembros se componen toda la Iglesia! Desde cualquier punto que queráis mirarla, desde Jerusalén, desde Antioquía, desde Roma, sobre esta Cátedra brilla plenamente la luz que emana de las palabras dirigidas por Jesús —según testimonio de San Maleo— a la persona de Pedro, en una de las páginas más bellas y emotivas del Nuevo Testamento: "Super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam...: et tibidabo claves regni caelorum" (Mt 16, 18, 19),
¿Qué significan estas llaves, confiadas personalmente a Simón de Juan, a Pedro, sino la expresión del gobierno universal de la Iglesia a él confiada? Desde Jerusalén a Antioquía y desde esta ciudad al centro del Imperio de Roma, bajo el soplo del Espíritu Santo, el camino del Apóstol está abierto ya a todo el mundo: A él le ha confiado el Señor las ovejas y los corderos: Pasce agnos, pasce oves (Jn 21, 15, 17). Él es, pues, príncipe y Pastor Universal que conduce la grey en el nombre mismo de Cristo. Y a este gobierno los sucesores de Pedro llamarán y asociarán, precisamente in partem sollicitudinis, a los hermanos obispos del mundo entero. Desde esta Cátedra quedará consagrado para siempre el Episcopado de la Iglesia, Una, Santa, Católica y Apostólica.
Una cadena de eslabones
La Cátedra de San Pedro es también el testimonio de una sucesión, una cadena de transmisión de las enseñanzas de Jesús desde los orígenes del cristianismo hasta nuestros días. A lo largo de esta historia, la Iglesia también ha vivido momentos dramáticos. El Papa Pablo VI, , se detuvo especialmente en la vida de Pietro Morrone, el santo eremita que fue elegido Papa con el nombre de Celestino V. En 1294, "fue invitado a subir a la Cátedra de Pedro". "Después de dudar, recuerda el Papa Montini, aceptó por deber, y entró en Aquila montado en un asno".
Al cabo de unos meses, "se da cuenta de que es engañado por quienes le rodean". "El Papa, explica Pablo VI, así como por deber había aceptado el supremo Pontificado, así, por deber, renuncia a él; no por cobardía, como escribió Dante -si es que sus palabras se refieren verdaderamente a Celestino-, sino por heroísmo de la virtud, por sentimiento del deber". La Cátedra petrina, subraya el Papa Montini, es como una "cadena de eslabones" que también serpentea a través de acontecimientos dramáticos.
Un Papa es un sucesor de San Pedro. Y así nuestra mente corre vertiginosamente hacia los orígenes de la Iglesia, hace mil y tantos años, cuando Jesucristo llamó a Pedro y le dijo: «Sobre ti, sobre tu persona, sobre tu misión que te confío, fundaré mi Iglesia». Y aquí casi parece como si nos viéramos obligados a meditar sobre la sucesión, la cadena que parte de aquel primer eslabón y llega a través de acontecimientos que no parecen propicios para continuar la consistencia y la fidelidad de esta cadena.
Las aventuras -tales son- del Papa Celestino nos llevarían a creer que la Iglesia no podía continuar, que estaba agotada de fuerzas, que no tenía energía suficiente. Casi no tenía motivos para continuar: hacía 27 meses que no había Papa. Pero precisamente en estos acontecimientos tan dramáticos y tan extraños vemos que hay un dedo de Dios, que hay una mano que guía. Hay un destino, una misión, una presencia de Dios que sigue a este hombre humilde que pasa llevando la gran carga y el gran título de Vicario de Cristo.
Fuente de unidad
La Cátedra de Pedro, fundamento de la Iglesia, es fuente de unidad que alimenta el espíritu de comunión con la Sede Apostólica y el servicio generoso y fiel a la Comunidad eclesial. En 1998, el Papa Juan Pablo II, , subrayó que el príncipe de los apóstoles es la "piedra sobre la que se construye todo el edificio espiritual de la Iglesia".
«Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt 16, 18). Las palabras de Cristo al apóstol Pedro en Cesarea de Filipo ilustran bien los elementos fundamentales de la celebración de hoy. Ante todo, la fiesta de la Cátedra de San Pedro constituye un aniversario muy significativo para esta basílica, centro del mundo católico y meta diaria de numerosos peregrinos. (...) El ministerio, confiado a Pedro y a sus sucesores, de ser roca sólida sobre la cual se apoya la comunidad eclesial, es garantía de la unidad de la Iglesia, custodia de la integridad del depósito de la fe y fundamento de la comunión de todos los miembros del pueblo de Dios. La fiesta litúrgica de hoy representa, por consiguiente, una invitación a reflexionar sobre el «servicio petrino» del Obispo de Roma con respecto a la Iglesia universal. A la Cátedra de San Pedro están vinculados de modo especial los cardenales, que constituyen el «senado» de la Iglesia, los primeros colaboradores del Papa en el servicio pastoral universal.
Un servicio para todo el Pueblo de Dios
Las palabras pronunciadas por el Papa Benedicto XVI son precisamente una invitación a reflexionar sobre el "servicio petrino" del Obispo de Roma. Un ministerio que debe ir acompañado y sostenido por la oración. "Queridos hermanos y hermanas -dijo Benedicto XVI en aquella ocasión-, esta fiesta me ofrece la oportunidad de pedirles que me acompañen con sus oraciones, para que pueda cumplir fielmente la alta tarea que la divina Providencia me ha confiado como sucesor del apóstol Pedro".
La Cátedra de Pedro simboliza la autoridad del Obispo de Roma, llamado a desempeñar un servicio peculiar a todo el pueblo de Dios. En efecto, inmediatamente después del martirio de san Pedro y san Pablo, a la Iglesia de Roma se le reconoció el papel de primacía en toda la comunidad católica, papel ya atestiguado al inicio del siglo II por san Ignacio de Antioquía (A los Romanos, pref.: Funk I, 252) y por san Ireneo de Lyon (Contra las herejías, III, 3, 2-3). Este ministerio singular y específico del Obispo de Roma fue reafirmado por el . "Dentro de la comunión eclesial —leemos en la constitución dogmática sobre la Iglesia—, existen legítimamente las Iglesias particulares con sus propias tradiciones, sin quitar nada al primado de la Sede de Pedro. Esta preside toda la comunidad de amor (cf. san Ignacio de Antioquía, Ad Rom., pref.), defiende las diferencias legítimas y al mismo tiempo se preocupa de que las particularidades no sólo no perjudiquen a la unidad, sino que más bien la favorezcan" (, 13).
Colaboradores de Dios
En este Año Santo de la Esperanza, resuenan finalmente las palabras pronunciadas por el Papa Francisco Dirigiéndose en aquella ocasión a la Curia Romana, el Pontífice había dicho: "Estamos llamados a ser colaboradores de Dios en una empresa tan fundamental y única como la de testimoniar con nuestra existencia la fuerza de la gracia que transforma y la fuerza del Espíritu que renueva".
La fiesta litúrgica de la Cátedra de san Pedro nos congrega para celebrar el Jubileo de la Misericordia como comunidad de servicio de la Curia romana, de la Gobernación y de las Instituciones vinculadas con la Santa Sede. Hemos atravesado la Puerta Santa y llegamos a la tumba del Apóstol Pedro para hacer nuestra profesión de fe. Y hoy la Palabra de Dios ilumina de modo especial nuestros gestos.
En este momento, el Señor Jesús repite a cada uno de nosotros su pregunta: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» (Mt 16, 15). Una pregunta clara y directa, ante la cual no es posible huir o permanecer neutrales, ni postergar la respuesta o delegarla a otro. Pero en ello no hay nada de inquisitorio, es más, ¡está llena de amor! El amor de nuestro único Maestro, que hoy nos llama a renovar la fe en Él, reconociéndolo como Hijo de Dios y Señor de nuestra vida. Y el primero en ser llamado a renovar su profesión de fe es el Sucesor de Pedro, que tiene la responsabilidad de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22, 32).
En este día en que celebramos la fiesta de la Cátedra de San Pedro y en este tiempo del Jubileo de la Esperanza resuenan las palabras del Papa Francisco: el Papa tiene la "responsabilidad de confirmar a sus hermanos y hermanas". Y nosotros, hermanos y hermanas, estamos llamados, aún más en estos días, a rezar por el Papa. Tenemos que escuchar las palabras con las que Francisco suele concluir el Ángelus: "Por favor, no se olviden de rezar por mí".
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