Movimientos populares: Diez años de historia y «poesía social»
Isabella Piro - Ciudad del Vaticano
«Poetas sociales», «sembradores de cambio, promotores de un proceso en el que convergen millones de pequeñas y grandes acciones, enlazadas de forma creativa, como en un poema»: así define el Papa Francisco a los movimientos populares en la encíclica Fratelli tutti. Un vínculo muy sentido, el que une al Pontífice con estas redes de grupos y personas que, a través de acciones colectivas contra las condiciones imperantes, pretenden provocar un cambio social: desde su época de arzobispo de Buenos Aires, de hecho, Jorge Mario Bergoglio celebra cada año una misa «por una patria sin esclavos, ni excluidos».
El «derecho sagrado» a la tierra, la casa y el trabajo
Tras asumir el trono de Pedro, Francisco ha seguido apoyando los movimientos populares. El 28 de octubre de 2014, con motivo de su primer encuentro mundial, los recibió en audiencia en la antigua aula del Sínodo y pronunció un que podría calificarse de «programático», señalando en las tres T (tierra, techo y trabajo) el punto central de la acción de estos grupos que trabajan en nombre de la dignidad humana, la justicia social y el desarrollo de los más pobres y rechazados. Las tres T, dice el Papa, representan «un anhelo que debería estar al alcance de todos», «derechos sagrados» recordados también por la Doctrina Social de la Iglesia. De ahí la advertencia de afrontar «el escándalo de la pobreza» no recurriendo a «estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos», sino convirtiéndolos ellos mismos en actores del cambio, para hacer soplar «el viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor».
Globalizar la esperanza, no la indiferencia
La esperanza y el cambio son también los temas principales del segundo encuentro mundial de movimientos populares celebrado en en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia). En esos mismos días, Francisco se encontraba de viaje apostólico en el país y el 9 de julio aprovechó para participar en el evento y reiteró: «Queremos un cambio en nuestras vidas, en nuestros barrios, en el pago chico, en nuestra realidad más cercana; también un cambio que toque al mundo entero porque hoy la interdependencia planetaria requiere respuestas globales a los problemas locales. La globalización de la esperanza, que nace de los Pueblos y crece entre los pobres, - subraya con fuerza el pontífice en Bolivia - debe sustituir a esta globalización de la exclusión y de la indiferencia». En este mismo contexto, el Papa propone a la sociedad «tres grandes tareas que requieren el decidido aporte del conjunto de los movimientos populares»: poner la economía al servicio de los pueblos, unirlos en el camino de la paz y la justicia, y defender la Madre Tierra.
Refundar las democracias en crisis
Al año siguiente -es el 5 de noviembre de 2016-, el Pontífice vuelve a dirigirse a los movimientos populares reunidos en su tercer encuentro mundial en el Vaticano. En su amplio y articulado , Francisco presta especial atención a la relación entre los movimientos y la política: «Ustedes, las organizaciones de los excluidos y tantas organizaciones de otros sectores de la sociedad, - explica - están llamados a revitalizar, a refundar las democracias que pasan por una verdadera crisis. No caigan en la tentación del corsé que los reduce a actores secundarios, o peor, a meros administradores de la miseria existente. En estos tiempos de parálisis, desorientación y propuestas destructivas, la participación protagónica de los pueblos que buscan el bien común puede vencer, con la ayuda de Dios, a los falsos profetas que explotan el miedo y la desesperanza, que venden fórmulas mágicas de odio y crueldad o de un bienestar egoísta y una seguridad ilusoria». Por ello, vuelve a hacer suyo «el grito» de las tres T, destacando su condición de «proyecto-puente de los pueblos frente al proyecto-muro del dinero».
Las heridas de una economía centrada sólo en el dinero
El dinero, o, mejor dicho, «las heridas que provoca el sistema económico que tiene al centro al dios dinero» están en el centro del que el Obispo de Roma envió en febrero de 2017 a los movimientos populares reunidos en Modesto, California. En concreto, Francisco lamenta la «estafa moral» que se vive en la sociedad globalizada, en la que, «bajo el ropaje de lo políticamente correcto o las modas ideológicas, se mira al que sufre sin tocarlo, se lo televisa en directo, incluso se adopta un discurso en apariencia tolerante y repleto de eufemismos, pero no se hace nada sistemático para sanar las heridas sociales ni enfrentar las estructuras que dejan a tantos hermanos tirados en el camino. Esta actitud hipócrita, tan distinta a la del samaritano, - advierte el Papa - manifiesta la ausencia de una verdadera conversión y un verdadero compromiso con la humanidad».
La importancia de un salario mínimo
Llega 2020, el año de la pandemia. En un momento histórico tan difícil y lleno de temores, Francisco envía una : es 12 de abril, Domingo de Pascua, y el Papa escribe: «Ustedes, trabajadores informales, independientes o de la economía popular, no tienen un salario estable para resistir este momento... y las cuarentenas se les hacen insoportables. Tal vez sea tiempo de pensar en un salario universal que reconozca y dignifique las nobles e insustituibles tareas que realizan; capaz de garantizar y hacer realidad esa consigna tan humana y tan cristiana: ningún trabajador sin derechos».
El llamamiento a los poderosos: pónganse al servicio del pueblo
La propuesta de un salario mínimo, junto con la de la reducción de la jornada laboral, vuelven también en el que el Papa envía a los movimientos populares el 16 de octubre de 2021, con ocasión de su cuarto encuentro mundial. En un mundo aún aplastado por las graves consecuencias de la pandemia, con «veinte millones más de personas arrastradas a niveles extremos de inseguridad alimentaria», afirma Francisco, es imprescindible trabajar por una sociedad más justa, solidaria y fraterna. «En nombre de Dios», pues, el Pontífice pide nueve veces a los poderosos de la tierra que se pongan «al servicio de los pueblos que piden tierra, vivienda, trabajo», lanzando un sentido llamamiento a la condonación de la deuda de los países pobres, la prohibición de las armas, el fin de las agresiones y sanciones y la liberalización de las patentes para que todos tengan acceso a las vacunas. «Estemos junto a los pueblos, a los trabajadores, a los humildes y luchemos junto a ellos para que el desarrollo humano integral sea una realidad -concluye-. Tendamos puentes de amor para que la voz de la periferia con sus llantos, pero también con su canto y también con su alegría, no provoque miedo sino empatía en el resto de la sociedad».
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