El íԴ: Verdad y justicia en el drama del puerto de Beirut
Antonella Palermo – Ciudad del Vaticano
Con profunda emoción, Francisco recibió en audiencia en el Palacio Apostólico a los familiares de las víctimas de la explosión que devastó el puerto de Beirut y parte de la ciudad el 4 de agosto del 2020, causando la muerte de doscientas treinta y cinco personas, seis mil quinientas heridas, trescientas mil desplazadas y unos tres mil millones en daños materiales. Un acontecimiento sobre cuya dinámica y autores los ciudadanos siguen sin respuesta.
Intereses contrastados, pero la verdad debe prevalecer
El Papa les dijo que ha rezado mucho y sigue rezando por ellos, y que se une a sus lágrimas, tanto más dolorosas al pensar en la dramática y prematura muerte de la menor de las víctimas, Alexandra, que falleció aquel día con sólo tres años.
A lo largo de estos años, los padres, junto con muchos otros, han intentado valientemente transformar su desgarro en acción política, en busca de la verdad y de la justicia. Son precisamente éstas las que invocó el Pontífice. Hasta ahora no se ha procesado a nadie por lo ocurrido (según las autoridades, la explosión se produjo por un incendio en un almacén donde se había fertilizante de nitrato de amonio durante años. Y, por otro lado, la asociación de familiares de las víctimas lleva tiempo quejándose de que varios políticos y funcionarios de la policía han obstruido la investigación, ndr.):
El Líbano es, y debe seguir siendo, un proyecto de paz
Citando un pasaje de los Fratelli tutti (el mismo que ya recordó el sábado pasado durante la audiencia de la Red de Legisladores Católicos) donde se subraya que la guerra es un fracaso de la política y de la humanidad y repitió, una vez más, que siente el dolor de ver todavía cada día, «morir a tantos inocentes», a causa de la guerra en Palestina e Israel; a la vez que añadió con amargura:
Con ustedes imploro desde el cielo la paz que a los hombres les cuesta construir en la tierra. Lo suplico por Oriente Medio y por el Líbano. El Líbano es, y debe seguir siendo, un proyecto de paz. No olvidemos lo que dijo un Papa:
Su vocación, la del Líbano, es ser una tierra donde las diferentes comunidades convivan anteponiendo el bien común a las ventajas particulares, donde las diferentes religiones y confesiones se encuentren en fraternidad.
El Líbano es un país martirizado, no los dejaremos solos
El Papa habló del afecto y la cercanía de toda la Iglesia. Dio las gracias a los pastores, a los religiosos y a las religiosas que siguen proporcionando cercanía a quienes han perdido a sus seres queridos en esa tragedia y hablando espontáneamente, añadió:
«Sentimos y pensamos que el Líbano es un país martirizado». Por último, su aliento: «No están solos y no los dejaremos solos – concluyó –pero seguiremos siendo solidarios con ustedes mediante la oración y la caridad concreta».
En ustedes veo la dignidad de la fe, la nobleza de la esperanza. Como la dignidad y la nobleza del cedro, símbolo de su país. Los cedros nos invitan a mirar hacia arriba, hacia el Cielo: en Dios está nuestra esperanza, la esperanza que no defrauda. Que la Virgen María, desde su Santuario de Harissa, vele siempre por ustedes y por el pueblo libanés.
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