Francisco: No nos cansemos de invocar la intercesión de María
Antonella Palermo - Ciudad del Vaticano
María, madre de Jesús, camino de paz y de perdón". Son las palabras del Papa Francisco en una dirigida a monseñor Francesco Lomanto, arzobispo de Siracusa, con motivo del septuagésimo aniversario de cuando las lágrimas de la Virgen fueron "tiernamente derramadas" en esta tierra de Sicilia. Entre el 29 de agosto y el 1 de septiembre de 1953, lágrimas humanas brotaron de los ojos de la Virgen, representada con el Corazón Inmaculado en el cuadro colocado junto al lecho de un matrimonio.
"Ante las pruebas de la vida y de la historia, especialmente ante los preocupantes escenarios bélicos actuales, no nos cansemos de invocar la intercesión de María, Reina de la Paz y Madre de la Consolación".
El pensamiento de las lágrimas derramadas por María -y sabemos hasta qué punto la imagen de las lágrimas no es infrecuente en el magisterio de Francisco- desencadena inevitablemente en el corazón del Pontífice una referencia a la situación en la que se encuentran muchos pueblos obligados a vivir en tierras atacadas por las armas y por diversas formas de conflicto. "Las lágrimas de la Virgen -escribe el Papa- siguen derramándose cuando se discrimina a los más débiles y cuando proliferan la violencia y las guerras, derrotas que se cobran víctimas inocentes. Encomendarse a la Virgen es a lo que nos invita constantemente el Sucesor de Pedro:
"Que su solicitud materna impulse a los creyentes a construir y recorrer caminos de paz y de perdón, y a hacerse cercanos a los enfermos del cuerpo y del espíritu, a los que están solos y abandonados".
Desde hace setenta años, la Iglesia de Siracusa "custodia con cuidado y devoción" estas lágrimas que a menudo, dice la carta, llegan a los enfermos, a los ancianos, a los que sufren y a las comunidades eclesiales de diversas partes del mundo". El Papa resume el significado de esta devoción y el valor de este llanto mariano:
"El llanto de María muestra su participación en el amor compasivo del Señor, que sufre por nosotros, sus hijos; que espera ardientemente nuestra conversión; que nos espera, como Padre misericordioso, para perdonarnos todo y siempre".
En la carta, Francisco recuerda cómo las lágrimas tuvieron lugar en el precario contexto de las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, en una modesta casa de pueblo donde vivía la humilde familia de Angelo Iannuso y Antonina Giusto, que esperaban su primer hijo. Recordando la historia de este episodio, el Papa vuelve a subrayar cuánta predilección tiene el Señor por los pobres y necesitados. "Además -se lee en el texto-, el prodigioso acontecimiento, ocurrido en la intimidad de un hogar, nos invita a considerar la extraordinaria belleza del hogar doméstico, centro del amor y de la vida, y a sostener la familia fundada en el matrimonio, resaltando su valor intrínseco como célula fundamental de la sociedad y de la Iglesia".
"Que este significativo aniversario suscite en toda la Iglesia de Siracusa la gracia más grande, el deseo de conformar más estrechamente la propia vida a Aquel que María nos indica, el Señor Jesucristo", concluyó el Papa, expresando así su deseo:
Que se reavive la fe, se practique la caridad, se testimonie y suscite la esperanza".
Por último, el Pontífice eleva esta oración: "Oh Virgen María, acompaña el camino de la Iglesia con el don de tus santas lágrimas, da la paz al mundo entero y custodia a tus hijos con tu maternal protección. Sostennos en nuestra fidelidad a Dios, en nuestro servicio a la Iglesia y en nuestro amor a todos nuestros hermanos y hermanas. Amén".
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