El Papa recuerda al cardenal Williams: gran contribución a la Iglesia de í
Pope
El Papa Francisco expresó dolor y condolencias por el fallecimiento, este 22 de diciembre, del cardenal Thomas Stafford Williams, arzobispo emérito de Wellington (Nueva Zelanda). En un telegrama dirigido a monseñor Paul Martin, arzobispo de Wellington, el Pontífice envía sus condolencias a todo el clero, religiosos y fieles laicos, "recordando con inmensa gratitud los muchos años de ministerio sacerdotal y episcopal del difunto cardenal entre la grey de Cristo en Nueva Zelanda y su contribución a la Iglesia en toda Oceanía”. Por lo tanto, el Papa, al encomendar el alma del cardenal "al amor y la misericordia" de Dios, imparte su bendición a todos aquellos que lloran la pérdida del cardenal Williams.
El empeoramiento de los últimos días
El cardenal Williams falleció a primeras horas de ayer en Waikanae, en la residencia de ancianos Charles Fleming Retirement Village, donde vivía. Su estado de salud había empeorado en los últimos días. Tenía 93 años. Nacido el 20 de marzo de 1930 en Wellington, fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1959. Nombrado arzobispo de Wellington el 30 de octubre de 1979, recibió la ordenación episcopal el 20 de diciembre siguiente. Del 1 de junio de 1995 al 1 de abril de 2005 también fue ordinario militar de Nueva Zelanda. En el consistorio del 2 de febrero de 1983 fue creado y proclamado cardenal con el título de Gesù Divin Maestro en Pineta Sacchetti. El 21 de marzo de 2005 renunció al gobierno pastoral de la archidiócesis.
Un “siervo devoto”
Una vida dedicada, con estilo sobrio, a la pastoral en Wellington, primero como sacerdote y luego como cardenal, con un período como misionero fidei donum en Samoa. Es el retrato del cardenal que, en 1998, había desempeñado también el delicado papel de presidente delegado de la Asamblea Especial para Oceanía del Sínodo de los Obispos, continente del que tenía una visión capaz de comprender todas las diferentes realidades en auténtica comunión eclesial. Había pedido ser recordado como un "siervo devoto" y que su panegírico se redujera a sólo ocho palabras: "Era un pecador. Por favor, oren por él".
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