Francisco en Mongolia promueve la armon¨ªa y la libertad religiosa
Sebastián Sansón Ferrari ¨C Ciudad del Vaticano
Un hermano en la fe de los creyentes en Cristo y como hermano de todos, en nombre de la común búsqueda religiosa y de la pertenencia a la misma humanidad. Así se dirigió el Santo Padre a los líderes religiosos participantes en el encuentro ecuménico e interreligioso este domingo 3 de septiembre en el Teatro Hun.
Construido en forma de ger o yurta, la vivienda típica de los pueblos nómadas de Asia Central, este sitio alberga espectáculos folclóricos de la tradición mongola. El edificio está situado en una de las zonas de esquí más grandes de Mongolia, el Sky Resort, en la montaña Bogd Khan Ul, que domina Ulán Bator desde el sur. La ubicación está a unos 13 km de la capital.
En el tercer discurso de su 43º viaje apostólico a Mongolia, tras escuchar los fraternos saludos de once representantes religiosos, Francisco comentó que la humanidad, en su anhelo religioso, puede ser parangonada a una comunidad de peregrinos que camina en la tierra con la mirada puesta en el cielo.
Mirar hacia arriba
A este propósito, consideró que es significativo lo que un creyente, venido de lejos, afirmó de Mongolia, escribiendo que viajó por ella ¡°sin ver nada más que el cielo y la tierra¡±. En efecto, así escribió Guillermo de Rubruquis, fraile franciscano y viajero medieval, en su obra ¡°Viaje por el imperio mongol¡±. El Papa volvió a mencionar el cielo que surca el país (), tan claro y azul. Este ¡°abraza esta tierra vasta e imponente¡±, evocando las dos dimensiones fundamentales de la vida humana: la terrena, formada por las relaciones con los demás, y la celeste, constituida por la búsqueda del Otro, que nos trasciende.
Según el Pontífice, Mongolia nos recuerda la necesidad que tenemos todos nosotros, peregrinos y viajeros, de elevar la mirada hacia lo alto para encontrar la ruta del camino en la tierra. Por este motivo, le alegró estar con los representantes religiosos y agradeció vivamente a cada uno y cada una por la presencia y las diferentes intervenciones precedentes a su alocución ¡°que han enriquecido la reflexión común¡±.
La armonía
El Sucesor de Pedro observó que el hecho de estar juntos en el mismo lugar ya es un mensaje. Añadió que las tradiciones religiosas, en su originalidad y diversidad, comportan un formidable potencial de bien al servicio de la sociedad.
¡°Si quien tiene la responsabilidad de las naciones eligiera el camino del encuentro y del diálogo con los demás, contribuiría ciertamente de manera determinante a poner fin a los conflictos que siguen causando sufrimiento a tantos pueblos¡±.
Destacó que quien les ofrece la oportunidad de estar juntos para conocernos y enriquecernos mutuamente es ¡°el amado pueblo mongol¡±, que puede presumir de una historia de convivencia entre representantes de diversas tradiciones religiosas. En este sentido, recordó ¡°la virtuosa experiencia de la antigua capital imperial Karakórum, donde se albergaban lugares de culto pertenecientes a diferentes ¡®credos¡¯, que daban testimonio de una armonía admirable¡±.
Armonía: una palabra ¡°de sabor típicamente asiático¡±, dijo Francisco, y quiso subrayarla. El Papa ya había celebrado este rasgo de la cultura mongola en su parlamento ante la sociedad civil y el cuerpo diplomático. Ahora, frente a los exponentes de distintos credos, explicó que la armonía se refiere a la relación particular que se crea entre realidades diferentes, sin superponerlas ni homologarlas, sino respetando las diferencias y en beneficio de la convivencia.
¡°Me pregunto: ¿quién, con más razón que los creyentes, está llamado a trabajar por la armonía de todos?¡±.
El altruismo concreto, no abstracto
Francisco prosiguió su reflexión sosteniendo que el modo en que logremos la armonía con los demás peregrinos sobre la tierra y en la forma que consigamos transmitir armonía, allí donde vivimos, se mide el valor social de nuestra religiosidad.
¡°Cada vida humana, en efecto, y con mayor razón cada religión, tiene que ¡®medirse¡¯ en base al altruismo; no a un altruismo abstracto, sino concreto, que se traduzca en la búsqueda del otro y en la colaboración generosa con el otro¡±.
¡°El sabio se regocija dando. Él alcanzará la felicidad en esta tierra¡±, manifestó Francisco, citando El Dhammapada: El sendero de la realización interior, un volumen que condensa las enseñanzas fundamentales del budismo. Precisamente, Mongolia es un país predominantemente budista.
El Sucesor de Pedro compartió una oración, inspirada en San Francisco de Asís, que recita: ¡°Donde haya odio, que lleve yo el amor. Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón. Donde haya discordia, que lleve yo la unión¡±.
Y agregó:
¡°El altruismo construye armonía y donde hay armonía hay entendimiento, prosperidad, belleza. Más aún, armonía es quizás el sinónimo más apropiado de belleza. Por el contrario, la cerrazón, la imposición unilateral, el fundamentalismo y la coerción ideológica arruinan la fraternidad, alimentan tensiones y ponen en peligro la paz. La belleza de la vida es fruto de la armonía; es comunitaria, se acrecienta con la amabilidad, con la escucha y con la humildad. Y puede comprenderla el corazón puro, porque ¡°la verdadera belleza, después de todo, reside en la pureza del corazón¡± (cf. M.K. Gandhi, Il mio credo, il mio pensiero, Roma 2019, 94).
El papel de las religiones en la búsqueda de la armonía
Francisco recordó que las religiones están llamadas a ofrecer al mundo esta armonía, que el progreso técnico por sí solo no puede dar, porque, apuntando sólo a la dimensión terrena y horizontal del hombre, corre el riesgo de olvidar el cielo para el cual hemos sido creados.
Acotó que están aquí juntos como humildes herederos de antiguas escuelas de sabiduría y que, con este gesto, se comprometen a compartir todo el bien que han recibido, ¡°para enriquecer a una humanidad que, en su caminar, a menudo se encuentra desorientada por miopes búsquedas de lucro y bienestar; y a menudo también es incapaz de volver a encontrar el hilo conductor¡±.
La búsqueda tenaz del bien del individuo y de la comunidad
El primer Papa en pisar suelo mongol elogió el ¡°gran patrimonio de sabiduría¡± de Asia y de Mongolia, que se encuentra en el corazón de este continente. Un patrimonio que pidió redescubrir y valorar. A continuación, enumeró diez aspectos de dicho legado: la buena relación con la tradición, el respeto por los ancianos, el cuidado del medioambiente, el valor del silencio, el valor de la acogida, la capacidad de resistir al apego a las cosas, la solidaridad, el aprecio por la sencillez y el pragmatismo existencial.
La ger: espacio humano, apertura a lo divino
Basándose en sus anteriores intervenciones, Francisco confesó nuevamente su fascinación por las viviendas tradicionales con las que el pueblo mongol revela una sabiduría sedimentada a través de milenios de historia. Un punto de referencia concreto, fácilmente identificable en las inmensas extensiones del territorio mongol.
Su Santidad consideró que esta es también la experiencia de los misioneros católicos, provenientes de otros países, que aquí son recibidos como peregrinos y huéspedes, y que entran con prudente tacto en este mundo cultural para ofrecer el humilde testimonio del Evangelio de Jesucristo.
Confirmar con obras las enseñanzas que profesamos
Volviendo a la responsabilidad de las religiones, Bergoglio instó a ser coherentes entre las palabras y el testimonio de vida:
¡°Que no haya, por tanto, ninguna confusión entre credo y violencia, entre sacralidad e imposición, entre camino religioso y sectarismo¡±.
En las sociedades pluralistas que creen en los valores democráticos, como Mongolia, enfatizó que cada institución religiosa, reconocida normativamente por la autoridad civil, tiene el deber y, en primer lugar, el derecho de ofrecer aquello que es y aquello que cree, respetando la conciencia de los otros y teniendo como fin el mayor bien de todos.
El aporte de la Iglesia católica
Francisco confirmó que la Iglesia católica desea caminar así, creyendo firmemente en el diálogo ecuménico, interreligioso y cultural.
"Su fe se funda en el diálogo eterno entre Dios y la humanidad, encarnado en la persona de Jesucristo. Con humildad y con el espíritu de servicio que animó la vida del Maestro, que no vino al mundo «para ser servido, sino para servir» (Mc 10,45), la Iglesia ofrece a cada persona y cultura el tesoro que ha recibido, permaneciendo en actitud de apertura y escucha de cuanto las otras tradiciones religiosas tienen para ofrecer".
Prosiguió diciendo que el diálogo, en efecto, no es antitético al anuncio; porque no elimina las diferencias, sino que ayuda a comprenderlas, las preserva en su originalidad y las hace capaces de confrontarse en pos de un enriquecimiento franco y recíproco.
"Así, en la humanidad bendecida por el Cielo, se puede encontrar la clave para caminar en la tierra. Tenemos un origen común, que confiere la misma dignidad a todos, y un camino compartido, que sólo podemos recorrer juntos, viviendo bajo el mismo cielo que nos cobija y nos ilumina".
Con este espacio que compartieron, se ve "un signo de que esperar es posible, esperar es posible", insistió Francisco.
"En un mundo lastimado por luchas y discordias, eso podría parecer utópico; sin embargo, los proyectos más grandes comienzan en lo escondido, con dimensiones casi imperceptibles".
Bergoglio animó a cultivar la esperanza y concluyó su denso mensaje deseando:
"Que las oraciones que elevamos al cielo y la fraternidad que vivimos en la tierra alimenten la esperanza; que sean el testimonio sencillo y creíble de nuestra religiosidad, de nuestro caminar juntos con la mirada elevada hacia lo alto, de nuestro habitar este mundo en armonía -no olvidemos la palabra: armonía-, como peregrinos llamados a proteger el ambiente hogareño, y esto para todos".
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