El confesor que pidió perdón a Jesús por perdonar demasiado será cardenal
Andrea Tornielli
Es el último de la lista, pero ciertamente no ocupa el último lugar en el corazón de Jorge Mario Bergoglio. Al anunciar la lista de los nuevos cardenales que recibirán el birrete púrpura en el consistorio del próximo 30 de septiembre, el Papa Francisco la concluyó pronunciando el nombre de un anciano fraile franciscano que vive en el confesionario insonorizado del santuario de Nuestra Señora de Pompeya, en Buenos Aires, desde que se jubiló en 2007: se trata del hermano Luis Pascual Dri, capuchino, nacido en Federación, provincia de Entre Ríos, Argentina, el 17 de abril de 1927, en una familia en la que todos los hijos menos uno se consagraron a Dios en la vida religiosa.
Francisco habló de él varias veces. La primera vez fue , cuando se reunió con los párrocos de Roma. Repitió el ejemplo unos meses después, Volvió a citarlo en el libro-entrevista "El nombre de Dios es misericordia", luego lo volvió a proponer en febrero de 2016 durante la homilía de la misa en San Pedro con los frailes capuchinos y de nuevo en el reciente encuentro con los sacerdotes de Roma en San Juan de Letrán y con los confesores del Jubileo. Al hablar de la confesión y de la acogida de los penitentes en el confesionario, el pensamiento del Papa Bergoglio siempre se dirige a él.
"Recuerdo a un gran confesor, un padre capuchino, que ejercía su ministerio en Buenos Aires. Una vez vino a mi encuentro, quería hablar. Me dijo: 'Te pido ayuda, tengo siempre tanta gente delante del confesionario, gente de todo tipo, humildes y menos humildes, pero también muchos sacerdotes.... Perdono mucho y a veces me viene un escrúpulo, el escrúpulo de haber perdonado demasiado'. Hablamos de la misericordia, y le pregunté qué hacía cuando sentía ese escrúpulo. Me contestó así: 'Voy a nuestra capillita, delante del sagrario y le digo a Jesús: Señor, perdóname porque he perdonado demasiado. Pero fuiste tú quien me dio el mal ejemplo!". Esto no lo olvidaré nunca. Cuando un sacerdote vive así la misericordia consigo mismo, puede darla a los demás".
Hace siete años fuimos a buscarlo al santuario dedicado a la Virgen de Pompeya en Buenos Aires. Había muy poca gente, era una tarde bastante calurosa. Sólo un confesionario estaba abierto, un monje con hábito capuchino esperaba dentro, entre paneles blancos de insonorización que recordaban a los de un viejo estudio de radio. Era él. Nos contó por qué el Papa le citaba tan a menudo. "Yo, todo sea dicho, soy, no diré escrupuloso, pero sí un poco preocupado en las confesiones. Cuando era cardenal aquí en Buenos Aires, yo le tenía mucha confianza, iba a hablar con él y una vez le confié todo esto. Me dijo: 'Perdona, perdona, tienes que perdonar'. Y yo: sí, perdono, pero luego me queda una cierta inquietud y por eso después voy a Jesús y le digo que fue él quien me enseñó, que me dio el mal ejemplo, porque lo perdonaba todo, nunca rechazó a nadie. Se ve que estas palabras impactaron a Bergoglio, se le quedaron grabadas. Sabe que me confieso mucho, durante muchas horas, por la mañana y por la noche. Y más de una vez ha aconsejado a algunos sacerdotes, por algún problema, que vinieran a hablar conmigo, les he escuchado y ahora somos grandes amigos, algunos de ellos vienen a menudo, hablamos, y se llevan muy bien espiritualmente, pastoralmente. Debo agradecer mucho al Papa esta confianza que ha depositado en mí, porque no la merezco. No soy una persona, un sacerdote, un fraile que haya hecho estudios, no tengo doctorado, no tengo nada. Pero la vida me ha enseñado mucho, la vida me ha marcado, y como nací muy pobre, siento que debo tener siempre una palabra de misericordia, de ayuda, de cercanía para quien venga aquí. Que nadie se vaya pensando que no ha sido comprendido o despreciado o rechazado".
El fraile que pasa cada mañana y cada tarde en el confesionario, continuando "hasta que se consumen las velas", no tenía ningún consejo particular que dar a sus "compañeros" confesores: "Lo que dice el Papa. No puedo decir otra cosa, porque lo siento, porque lo vivo. Misericordia, comprensión, poner toda la vida a la escucha, para comprender, para poder ponerse en la piel del otro, para entender lo que pasa. No debemos ser, empezando por mí mismo, funcionarios que se limitan a hacer algo: 'Sí, le he dado la absolución'. 'Sí, no, y ya está'. Todo lo contrario. Creo que debemos tener una cierta cercanía, una amabilidad especial, porque a veces hay gente que no sabe muy bien lo que es la confesión. 'No te asustes, no te preocupes'. La confesión... lo único que se necesita es el deseo de ser mejor, nada más. No tienes que pensar con quién, o cuántas veces, o eso o lo otro. Todas esas cosas no ayudan. Siento que alejan a la persona. Y yo debo hacer que la gente se acerque a Dios, a Jesús".
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