Francisco: Pablo VI y Juan XXIII, Pastores santos gracias a sus raíces
Alessandro Di Bussolo - Ciudad del Vaticano
Juan XXIII y Pablo VI, los dos Papas santos de la segunda mitad del siglo XX, "supieron guiar a la Iglesia en tiempos de gran entusiasmo y también de grandes interrogantes y desafíos", afrontar graves peligros como el terrorismo y la "guerra fría" y vivir como protagonistas la nueva vitalidad aportada por el Concilio Vaticano II. Pero "Dios no hace santos en un laboratorio", y si han podido ser grandes pastores es gracias a la "tierra fértil y rica en santidad" en la que han echado raíces y crecido, la de Sotto il Monte y Concesio. Así se dirigió el Papa Francisco, este sábado 3 de junio, en la Basílica de San Pedro, a más de mil peregrinos de las dos localidades lombardas, en la provincia de Bérgamo y Brescia, que vieron nacer a Angelo Roncalli y Giovanni Battista Montini.
Protagonistas de la ola de vitalidad del Concilio
El Papa los recibió en audiencia, juntos, con motivo de tres aniversarios importantes para toda la Iglesia: el 60 aniversario de la Carta Encíclica , "del nacimiento al cielo del Papa Juan", que tuvo lugar el 3 de junio, y la elección del Papa Montini. Dos pastores santos, subrayó, "que supieron guiar a la Iglesia en tiempos de gran entusiasmo y, sin embargo, también de grandes interrogantes y desafíos. Vivieron como protagonistas la ola de nueva vitalidad que acompañó al Concilio Vaticano II y tuvieron que afrontar graves peligros como el terrorismo y la "guerra fría".
En vuestras tierras han dejado huellas de un camino de santidad
Pero siempre fueron, continúa Francisco, "pastores según el corazón de Dios", que supieron "buscar la oveja perdida -explica, citando el Libro de Ezequiel-, traer de vuelta a la perdida, vendar a la herida, fortalecer a la enferma, cuidar a la gorda y a la fuerte, pastorear con justicia y misericordia". El primer agradecimiento al Señor, aclara, es "por habérnoslos dado". Regalados "a vuestras comunidades como hijos y hermanos, que crecieron entre vuestras calles, donde dejaron las huellas de su camino de santidad, hasta el punto de que aún hoy los lugares de su presencia son meta de peregrinación para tantos hombres y mujeres" de Italia y del extranjero. Peregrinos que "encuentran en vosotros consuelo y apoyo, y al mismo tiempo hacen que vuestra tierra sea más viva y más rica en la fe". Pero también, insiste el Pontífice, "gracias al Señor también porque os ha hecho a vosotros, sus conciudadanos, cooperadores de este don".
Han podido ser grandes pastores, en efecto, ante todo porque en su camino han encontrado buenos compañeros, testigos del Evangelio que les han ayudado a crecer en la fe, hasta encender en ellos la luz de la llamada.
Dios no hace santos en un laboratorio
Compañeros de viaje como "sus familias, diferentes en extracción y contexto, pero unidas por la misma sólida piedad cristiana, vivida por una parte en el duro trabajo del campo y por otra en un serio compromiso cultural y social".
"Dios no hace santos en un taller: los construye en grandes obras, donde el trabajo de todos, bajo la guía del Espíritu Santo, contribuye a cavar hondo, a poner unos cimientos sólidos y a realizar la construcción, poniendo todo el cuidado para que crezca de manera ordenada y perfecta, con Cristo como piedra angular".
Una tierra fértil en la que echar raíces y crecer
Desde su infancia, Angelo y Juan Bautista respiraron este aire en Sotto il Monte y en Concesio, "con todo el bien que de él se derivaba: ¡lo que daban y recibían!" Gracias de nuevo al Señor, continúa el Papa Francisco, "porque les ha dado, en sus pueblos, una tierra fértil y rica de santidad en la que echar raíces y crecer, y porque también hace de vosotros", como hizo con sus padres, sus abuelos y tantos que vivieron en sus pueblos "una tierra buena y generosa, en la que pueden germinar y crecer pequeñas semillas de bien para el futuro". Como los dos santos Papas, también san Timoteo, citado por Francisco, "fue un gran Pastor, y también él aprendió en la escuela de la vida de su abuela y de su madre, en una familia y en una comunidad". Atesorad siempre vuestras raíces, es la invitación del Papa "no tanto para convertirlas en un blasón o en un baluarte que hay que defender, sino más bien como una riqueza que hay que compartir".
"La tierra se trabaja en común, se trabaja para todos y se trabaja en paz; con la guerra, el egoísmo y la división sólo se consigue devastarla, como desgraciadamente estamos viendo en tantas partes del mundo y de diferentes maneras. Amar vuestras raíces es, pues, amar el Evangelio de Jesús y amar como Jesús amó en el Evangelio. Esto es lo que os enseña vuestra historia como tierra y como Iglesia".
¡No olviden sus raíces!
Dejando preparado el texto, Francisco reiteró que "de sus raíces brota el jugo para avanzar, para crecer, y también para dar a sus hijos y nietos una historia y un sentido de la vida".
"Amen sus raíces, no separen el árbol de sus raíces: no dará fruto. Intenten siempre progresar en armonía con sus raíces, en sintonía con sus raíces".
Pacem in Terris y el valor de una paz basada en la justicia y el amor
Recordando luego, con los peregrinos, el aniversario de la Encíclica Pacem in Terris de San Juan XXIII, el Pontífice recordó lo que dijo su predecesor de Bérgamo "sobre el valor de una paz fundada en la justicia, en el amor, en la verdad, en la libertad, fundada en el respeto de la dignidad de las personas y de los pueblos". También éstos, aclara, "son valores que ciertamente aprendió y conoció ante todo en la campiña bergamasca; y lo mismo vale para San Pablo VI en las tierras de Brescia".
Capital de la cultura: la verdadera cultura se hace unidad en el diálogo
Por último, el Papa Francisco recuerda que las dos capitales lombardas, Bérgamo y Brescia, "juntas", han sido elegidas "Capital Italiana de la Cultura" para 2023, y lo califica como "un signo más que nos lleva en la misma dirección". En efecto, la verdadera cultura se hace juntos, "en el diálogo y en la búsqueda común", y, como escribió San Pablo VI en la Populorum Progressio, quiere conducir "mediante la ayuda mutua, la profundización del conocimiento, el ensanchamiento del corazón, a una vida más fraterna en una comunidad humana verdaderamente universal".
"La cultura es amante de la verdad y del bien, para el hombre, para la sociedad y para la creación. Que sigan cultivándola, ante todo en sus casas y en sus parroquias, para llevar adelante la misión que nos confiaron los dos santos Papas que os vieron nacer".
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