La paz de Francisco se funda en el respeto a las personas
Por Flavio Lotti*
"Digan la palabra ustedes, que son la escuela de la paz, que el mundo está en guerra". A menudo recuerdo estas palabras del Papa Francisco. Era un sábado, el 6 de mayo de 2017. Estábamos con siete mil alumnos y profesores en el Aula Pablo VI. Queríamos agradecerle sus gestos y palabras de paz y él acabó agradeciéndonos lo que hacíamos. Habíamos pensado en una lección de paz y recibimos una lección de vida. Habíamos preparado preguntas y nos felicitó "por la concreción".
Queríamos preguntarle acerca de la razón de tantas guerras y grandes tragedias, y nos habló de una creciente cultura de la destrucción, pero también de una televisión que oculta las muchas cosas positivas que hay; de un mundo que arde, pero también de tanta gente que quema su vida por los demás; del dios dinero que ha sustituido al hombre y a la mujer, que alimenta el tráfico de armas, drogas y seres humanos.
Calificó de "pecado mortal" la explotación del trabajo humano, de "vergonzoso" llamar bomba a una madre, de "terrorista" a quien usa la lengua para insultar y calumniar.
El pasado 28 de noviembre, en la misma sala del Vaticano, con otros tantos estudiantes y profesores, pero también con administradores locales, periodistas y representantes de la sociedad civil, tuve la oportunidad de revivir la alegría de aquel encuentro con un hombre que, como ningún otro, intenta conducir a la humanidad por el camino de la paz.
¡Atención! No cualquier paz. No la paz que confundimos con nuestra tranquilidad personal. Ni la paz de los cementerios que separa una guerra de otra. No la "paz negativa" sin cualidades que, como denunció Norberto Bobbio, se agota en lo contrario de la guerra. La paz de la que el Papa Francisco se ha hecho auténtico intérprete e incansable promotor es otra: una "paz positiva" fundada "no en grandes manifiestos o conferencias internacionales", sino en el respeto de la dignidad y de los derechos fundamentales de cada persona y fundada en la misericordia.
Una paz que es a la vez un "don" de Dios y el fruto posible del trabajo de los hombres y mujeres que deben hacer crecer ese "don". No un "producto industrial", subrayó varias veces, sino un "trabajo artesanal que requiere pasión, paciencia, experiencia y tenacidad". "Un trabajo que hay que realizar cada día, paso a paso, sin cansarse nunca".
Gracias al Papa Francisco, en todos estos años difíciles, nuestro camino hacia la paz ha sido más seguro. Su constante inmersión en la realidad (que muchos todavía prefieren mirar desde el balcón) nos ha ayudado a leer nuestro tiempo, a afrontar sin miedo incluso los peores dramas, a construir conciencia y responsabilidad, a reconocer – un hecho decisivo – "la primacía de la realidad sobre la idea". Su visión, siempre amplia y universal, ha acrecentado nuestro sentimiento de pertenencia a la familia humana. Su ser "glocal", siempre "con" y no sólo "por", ha cambiado definitivamente la postura de nuestro compromiso.
Su discurso directo e inclusivo, genuino y concreto, esencial y sustancial nos ha acompañado en el redescubrimiento y regeneración de muchas palabras sanadoras. Siguiendo sus pasos, excavando en su mina de pedagogía, día tras día, hemos concebido y puesto en marcha iniciativas y procesos de compromiso civil, formación y educación que han contado con el protagonismo de muchos jóvenes, profesores, gestores locales, asociaciones y ciudadanos. Durante años ha sido una lucha continua contra la globalización de la indiferencia y del sentimiento de impotencia.
Después la realidad se encargó de barrer tantos falsos relatos y reordenar las prioridades humanas. Y la voz del Papa venido desde lejos resonó aún más fuerte. Los que no querían oír siguieron su camino. Pero a nosotros nos resultó fácil decidir de qué lado estábamos:
Desde el 26 de enero de 2022, primera Jornada de Oración por la Paz en Ucrania, su sincero compromiso personal por la paz se ha convertido en una lumbre en la noche.
Como San Juan XXIII hace sesenta años ante la pesadilla del estallido de la guerra atómica, hoy el Papa Francisco no pierde ocasión para animar a todos los responsables políticos, nacionales e internacionales, a hacer todo lo que esté en su mano para detener la guerra y su escalada. Pero su propuesta de conversión es más amplia y radical y nos responsabiliza a todos. Junto a la oposición a la guerra y a las armas, a su construcción y venta ("la mayor plaga"), éste es el momento en que debemos crecer en nuestra capacidad de cuidar de los demás y al planeta. "Con el gesto sencillo y esencial de su caminar – nos escribió un día – han afirmado que la cultura del cuidado es un camino, es más, es el camino maestro que conduce a la paz".
*Coordinador nacional de la "Mesa de Paz”
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