El Papa en el ?ngelus: La Trinidad nos estimula a vivir con y para los demás
Renato Martinez - Ciudad del Vaticano
“La Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en el mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás”, lo dijo el Papa Francisco en su alocución antes de rezar la oración mariana del Ángelus de este domingo 12 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad, ante los fieles y peregrinos que se dieron cita en la Plaza de San Pedro.
Jesús presenta a las otras dos Personas divinas
Al comentar el Evangelio según San Juan, que la liturgia propone para esta Solemnidad, el Santo Padre señaló que, “Jesús nos presenta en el Evangelio a las otras dos Personas divinas, al Padre y al Espíritu Santo”. Del Espíritu dice: «No hablará de sí mismo, sino que recibirá de lo mío y se los comunicará a ustedes». Y luego, respecto al Padre, dice: «Todo lo que tiene el Padre es mío». “Vemos – indicó el Pontífice – que el Espíritu habla, pero no de sí mismo: anuncia a Jesús y revela al Padre. Y vemos que el Padre, que posee todo porque es el origen de todo, le da al Hijo todo lo que posee, no se queda con nada para sí mismo y se dona enteramente al Hijo”.
Las cosas de las que hablamos y lo que poseemos
Después de reflexionar sobre las relaciones intratrinitarias, el Santo Padre invitó a pasar a nosotros, a las cosas de las que hablamos y a lo que poseemos. “Cuando hablamos, queremos siempre que se hable bien de nosotros y a menudo hablamos de nosotros y de lo que hacemos. ¡Qué diferencia respecto al Espíritu Santo, que habla anunciando a los otros! Y, sobre lo que poseemos – afirmó el Papa –, ¡qué celosos somos y cuánto nos cuesta compartirlo con los demás, incluso con los que carecen de lo necesario! De palabra es fácil, pero luego en la práctica es muy difícil”.
La Santísima Trinidad revolución de nuestra manera de vivir
Por ello, celebrar la Santísima Trinidad, subrayó el Papa Francisco, no es solo un ejercicio teológico, sino una revolución de nuestra manera de vivir. “Dios, en quién cada Persona vive para la otra, no para sí misma, nos estimula a vivir con los demás y para los demás. Hoy – indicó el Pontífice – podemos preguntarnos si nuestra vida refleja el Dios en el que creemos: yo, que profeso la fe en Dios Padre e Hijo y Espíritu Santo, ¿creo verdaderamente que para vivir necesito a los demás, necesito entregarme a los demás, necesito servir a los demás? ¿Lo afirmo de palabra o con la vida?”.
Mostrar al Dios-Amor con los hechos antes que con las palabras
Es por ello, que al Dios trino y uno, indicó el Santo Padre, hay que mostrarlo así, con los hechos antes que con las palabras. “Dios, que es el autor de la vida, se transmite menos a través de los libros y más a través del testimonio de vida. Él, que como escribe el evangelista Juan, «es amor», se revela a través del amor. Pensemos en las personas buenas, generosas, mansas que hemos conocido – señaló el Pontífice – recordando su manera de pensar y actuar podemos tener un pequeño reflejo de Dios-Amor. Y, ¿qué quiere decir amar? No sólo apreciar y hacer el bien, sino antes incluso, en la raíz, acoger a los otros, hacer sitio a los otros, dejar espacio a los otros”.
En cada nombre está la presencia del otro
Para entender mejor esta revelación de Dios-Amor, el Papa Francisco invitó a pensar en los nombres de las Personas divinas que pronunciamos cada vez que hacemos la señal de la cruz: en cada nombre está la presencia del otro. El Padre, por ejemplo, no sería tal sin el Hijo; del mismo modo el Hijo no puede ser pensado por sí solo, sino siempre como Hijo del Padre. Y el Espíritu Santo, a su vez, es Espíritu del Padre y del Hijo.
La Trinidad nos enseña vivir a imagen de Dios: abiertos
“En resumen – concluyó el Papa – la Trinidad nos enseña que no se puede estar nunca sin el otro. No somos islas, estamos en el mundo para vivir a imagen de Dios: abiertos, necesitados de los demás y necesitados de ayudar a los demás”. Así pues, hagámonos esta última pregunta: ¿Soy un reflejo de la Trinidad en la vida de todos los días? ¿Se queda la señal de la cruz que hago cada día en un mero gesto ocioso o inspira mi manera de hablar, conocer, responder, juzgar, perdonar? Para poder responder a estas preguntas, el Santo Padre pidió a la Virgen María, hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu, que nos ayude a acoger y testimoniar en la vida el misterio de Dios-Amor.
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