Corpus Christi. El Papa no celebrará la Misa y la Procesión
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El dolor de rodilla que lleva días condicionando la agenda del Papa, el más reciente el aplazamiento de su viaje apostólico a África previsto para la primera semana de julio, vuelve a cambiar la agenda de las celebraciones papales. No se celebrará la solemnidad del Corpus Christi, con la procesión con la Hostia consagrada, una de las fiestas más sentidas y entre los momentos de oración más intensos que tiene su origen en el siglo XIII. De hecho, esta mañana la Oficina de Prensa Vaticana, en una comunicación a los periodistas, ha hecho saber que "debido a las limitaciones impuestas al Papa por la gonalgia" y "por las necesidades litúrgicas específicas de la celebración, no se celebrarán la Santa Misa y Procesión con la Bendición Eucarística con ocasión de la fiesta del Corpus Christi".
Por lo tanto, no sólo la intención de proteger los resultados que está dando el tratamiento médico, sino también una celebración muy exigente, intervienen en la jornada del jueves 16 de junio. Ya en los dos últimos años, debido a la amenaza de la pandemia del Covid 19, la Misa de la Solemnidad que recuerda la presencia real de Jesús en la Eucaristía se había celebrado con un número contingente de fieles en el Altar de la Cátedra de San Pedro y no en el escenario tradicional del atrio de San Juan de Letrán, con la procesión a Santa María la Mayor, o incluso en localidades suburbanas como ocurrió en 2018, con la celebración en Ostia, y en 2019, en el barrio romano de Casal Bertone.
El Magisterio de Francisco
A lo largo de los años, el Papa Francisco ha subrayado varios aspectos de esta solemnidad. En primer lugar, la fuerza de entregarse a los demás que proviene precisamente de la Eucaristía:
“Cuántas madres, cuántos papás, junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados”. (Homilía Corpus Christi 26 mayo 2016).
El año anterior, había destacado que lo que nos permite no desfallecer es precisamente la Eucaristía:
“El Cristo presente en medio de nosotros, en el signo del pan y del vino, exige que la fuerza del amor supere toda laceración, y al mismo tiempo se convierta en comunión también con el más pobre, apoyo para el débil, atención fraterna hacia quienes luchan por sostener el peso de la vida diaria, y están en peligro de perder la fe". (Homilía del Corpus Christi del 4 de junio de 2015).
La Eucaristía no es un memorial abstracto, sino un memorial vivo del amor de Dios, un sacramento inscrito en el ADN espiritual, recordó en 2017:
"La Eucaristía es el sacramento de la unidad. Quien la recibe se convierte necesariamente en artífice de unidad, porque nace en él, en su «ADN espiritual», la construcción de la unidad. Que este Pan de unidad nos sane de la ambición de estar por encima de los demás, de la voracidad de acaparar para sí mismo, de fomentar discordias y diseminar críticas; que suscite la alegría de amarnos sin rivalidad, envidias y chismorreos calumniadores”. (Homilía del Corpus Christi 18 de junio de 2017).
Y también en 2013 el aspecto de la comunión había sido central, mientras que en 2014 el Papa había advertido sobre los diversos tipos de alimentos que se ofrecen:
“Pero el alimento que nos nutre verdaderamente y que nos sacia es sólo el que nos da el Señor. El alimento que nos ofrece el Señor es distinto de los demás, y tal vez no nos parece tan gustoso como ciertas comidas que nos ofrece el mundo. Entonces soñamos con otras comidas, como los judíos en el desierto, que añoraban la carne y las cebollas que comían en Egipto, pero olvidaban que esos alimentos los comían en la mesa de la esclavitud”. (Homilía del Corpus Christi 19 de junio de 2014).
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