El Papa sobre el Holocausto: Que no se olvide esta crueldad indecible
Salvatore Cernuzio - Ciudad del Vaticano
"Esta indecible crueldad no debe repetirse jamás". Francisco remarca bien las sílabas, como si quisiera imprimir en la mente y en el corazón, sobre todo de las nuevas generaciones en las que los males del racismo y del antisemitismo parecen volver a proliferar, el dolor por todas las víctimas del Holocausto. En la víspera del Día Internacional de la Memoria, en el 76º Aniversario de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau, símbolo del Holocausto que quebró la vida de millones de personas y familias, el Papa Francisco lanzó un llamamiento al final de la audiencia general.
Llamado a los educadores y las familias
El Papa se dirige a todos, pero en particular "a los educadores y a las familias, para que fomenten en las nuevas generaciones la conciencia del horror de esta página negra de la historia". Se trata de una advertencia para mantener viva la atención sobre este horror también en el futuro, para que no se ofusque cuando desaparezcan los últimos testigos. "Que no se olvide nunca", dice el Pontífice, "para que podamos construir un futuro en el que la dignidad humana no vuelva a ser pisoteada".
Abrazo a Lidia, superviviente de Auschwitz
El llamamiento se convirtió en un abrazo al final de la audiencia, cuando el Papa -sentado en una silla al pie de la escalinata del Aula Pablo VI- saludó a Lidia Maksymowicz, una mujer polaca de origen bielorruso, internada en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau con su madre a los tres años y que luego de haber desaparecido, fue reencontrada en edad adulta en Rusia. Este es el segundo encuentro entre el Papa y Lidia, testigo vivo de los males de los campos de concentración y de los experimentos del doctor Josef Mengele. Ya el 26 de mayo de 2021, al final de una audiencia general en el patio de San Dámaso, Lidia había saludado a Francisco que, ante el asombro colectivo, se había inclinado para besar el número tatuado en su brazo, en recuerdo, después de 77 años, del horror vivido: "70072". "El beso del Santo Padre me fortaleció y me reconcilió con el mundo", dijo Maksymowicz a Pope en una entrevista inmediatamente después de la audiencia. Francisco también ha acariciado hoy el tatuaje del brazo de Lidia, que ha llevado algunos regalos al Pontífice, entre ellos el libro sobre su vida, "La bambina che non sapeva odiare" (La niña que no sabía odiar) recientemente publicado por la editorial Solferino, y una fotografía impresa en lienzo de un encuentro con Juan Pablo II, del que la superviviente dijo que era muy devota.
Una inmensa tragedia
El año pasado, con motivo del Día de la Memoria, el Papa recordó "esta terrible tragedia" en el Ángelus, diciendo: "La indiferencia no es admisible y el recuerdo es un deber". E invitó a los fieles a rezar "diciendo en sus corazones: nunca más".
Silencio en el abismo de Auschwitz
Es precisamente ese "nunca más" el que, aunque acallado en favor de un silencio más elocuente que cualquier frase o discurso, brilló en los gestos del Papa en su peregrinación de dolor a lo largo del abismo de Auschwitz-Birkenau, durante su viaje a Polonia en 2016. Entre las oraciones ante el muro de las ejecuciones o en la celda donde San Maximiliano Kolbe pasó los últimos momentos de su vida, entre los abrazos con los supervivientes y los paseos con la cabeza inclinada entre los monumentos de mármol, de la boca de Francisco no salían palabras. Sólo había una oración en el alma del Papa, la misma que dejó escrita en español en el Libro de Honor del campo de exterminio:
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