Seguir a Jesús en el servicio a los crucificados de nuestro tiempo
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
El Santo Padre recibió esta mañana en audiencia a los participantes en la Reunión del Secretariado para la Justicia Social y la Ecología de la Compañía de Jesús, que tiene lugar en Roma, con ocasión del 50º aniversario de su fundación, en la sede de la Curia General, sobre el tema "Un camino de justicia y reconciliación: 50 años y más allá".
En su el Pontífice recordó ante todo que la Compañía de Jesús fue llamada desde el principio al servicio de los pobres, una vocación que San Ignacio incorporó a la Fórmula de 1550. También les habló de los descartados, de esa gran mayoría de gente dejada el margen de la sociedad, y les pidió que sigan el testamento espiritual del Padre Arrupe – hombre de oración – que siempre creyó que el servicio de la fe y la promoción de la justicia no podían separarse por estar radicalmente unidos.
Por otra parte les pidió que no dejen de colaborar en red entre ellos y con otras organizaciones eclesiales y civiles para tener una palabra en defensa de los más desfavorecidos en este mundo cada vez más globalizado. Y globalizado con esa globalización que es “esférica”, que anula las identidades culturales, las identidades religiosas y las identidades personales, donde todo es igual. Sí, porque como afirmó el Papa:
Tras recordar que la contemplación activa de Dios, de Dios excluido, ayuda a descubrir la belleza de toda persona marginada, Francisco les dijo a los jesuitas que en los pobres, han encontrado un lugar privilegiado de encuentro con Cristo. Y que ese es un precioso regalo en la vida del seguidor de Jesús: “recibir el don de encontrarse con él entre las víctimas y los empobrecidos”. Por eso les pidió que “no dejen de ofrecer esta familiaridad con los vulnerables”.
Necesitamos de una verdadera revolución cultural
El seguimiento de Jesús en estas circunstancias – añadió el Papa – conlleva un conjunto de tareas: comienza por el acompañamiento a las víctimas, para contemplar en ellas el rostro de nuestro Señor crucificado. Y continúa en la atención a las necesidades humanas que surgen, si bien hoy también es preciso reflexionar sobre la realidad del mundo, para desenmascarar sus males, para descubrir las mejores respuestas y para generar creatividad apostólica. Pero nuestra respuesta – dijo – no puede detenerse aquí.
Francisco resaltó la importancia del trabajo lento de transformación de las estructuras, por medio de la participación en el diálogo público, donde se toman las decisiones que afectan a la vida de los últimos. Por esta razón los exhortó a que continúen con este empeño creativo, necesitado siempre de renovación en una sociedad de cambios acelerados. “Ayuden a la Iglesia en el discernimiento – les dijo – que hoy también tenemos que hacer sobre nuestros apostolados. No dejen de colaborar en red entre ustedes y con otras organizaciones eclesiales y civiles para tener una palabra en defensa de los más desfavorecidos en este mundo cada vez más globalizado”.
Y después de recordar el trigésimo aniversario del martirio de los jesuitas de la Universidad Centroamericana de El Salvador, el Santo Padre afirmó que “la vida y la muerte de los mártires son un aliento a nuestro servicio a los últimos”.
El testamento del Padre Arrupe
El Papa concluyó con una imagen de familia para todos ellos, tal como hacen los sacerdotes cuando entregan a la gente una estampitas. Y dirigió su pensamiento al Padre Arrupe cuando se encontraba en Tailandia, en el campo de refugiados, con los descartados y con su capacidad de “padecer con esa gente”, con esos jesuitas que estaban abriendo brecha en aquel momento en todo este apostolado, y a quienes les pidió que no dejen la oración. “Que esta estampita – finalizó Francisco – que esta imagen, los acompañe siempre. Gracias”.
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