Fiesta de María Magdalena. Papa: el testimonio nace del encuentro con Jesús vivo
Emanuela Campanile - Ciudad del Vaticano
“El testimonio nace del encuentro con Jesús vivo. , apóstola de la esperanza, ruega por nosotros”. Se trata del tweet que ha publicado el Papa Francisco hoy a través de su cuenta Oficial @Pontifex y con el que recuerda a la Apóstola de los Apóstoles, la primera que anunció la Resurrección de Cristo y a quien desde hace tres años, por expreso deseo del Papa, la Congregación para el Culto Divino del Vaticano ha elevado su celebración de memoria a fiesta litúrgica.
¿Quién es María de Magdala?
Es el evangelista Lucas, en el capítulo 8, quien habla de esta mujer: “Jesús recorría las ciudades y los pueblos, predicando y anunciando la Buena Noticia del Reino de Dios. Lo acompañaban los doce, y también algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades que los servían con sus bienes. Entre ellas estaba María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios”.
Son muchos, sin embargo, los malentendidos sobre esta mujer que la tradición ha identificado como una prostituta porque en el capítulo 7, nuevamente en el Evangelio de Lucas, se cuenta la historia de la conversión de "una pecadora anónima", que había rociado con aceite perfumado los pies de Jesús, mojándolos con sus lágrimas y secándolos con su propio cabello. Por lo tanto, sin ninguna conexión textual real, María de Magdala se convierte en esa prostituta sin nombre. Y como enseña la exégesis bíblica, la expresión "siete demonios" podría indicar simplemente un mal físico muy grave.
Una mujer valiente
En los Evangelios, en aquellos capítulos en los que se relatan los momentos más dramáticos de la vida de Jesús, aparece María Magdalena, junto a su Maestro, junto con otras mujeres. Son ellas de hecho, quienes le siguen a lo largo del Calvario y asisten a la Crucifixión. La Magdalena todavía está presente cuando José de Arimatea coloca el cuerpo de Jesús en el sepulcro y es también ella quien, al día siguiente, regresa al sepulcro y descubre que la piedra ha sido removida.
Las lágrimas de la Magdalena
El Papa Francisco, en una de sus primeras homilías en las Misas en Santa Marta, se detuvo en las lágrimas de esta apóstola cuya fe – explicó el Pontífice – está hecha de un amor apasionado por el Maestro. Mientras vivía fuera de la tumba vacía el "momento de oscuridad" en el alma, el "fracaso", María Magdalena - observó el Papa - "no dice:" Fallé en este camino", sino que "simplemente llora". "A veces - continuó Francisco - las gafas para ver a Jesús son las lágrimas". "Todos nosotros, en nuestras vidas, hemos sentido la alegría, la tristeza, el dolor" pero "en los momentos más oscuros – se preguntó – ¿hemos llorado? ¿Hemos tenido la bondad de las lágrimas que preparan nuestros ojos para mirar, para ver al Señor? Frente a la Magdalena que está llorando – concluyó Francisco – "también podemos pedirle al Señor la gracia de las lágrimas".
Reflexionar sobre la dignidad de la mujer
En el artículo que comenta el decreto del 3 de junio de 2016, con el cual la memoria litúrgica de María Magdalena se eleva a una fiesta, como la de los apóstoles, Mons. Artur Roche, secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, declara: "La decisión es parte del contexto eclesial actual, que exige una reflexión más profunda sobre la dignidad de las mujeres, la nueva evangelización y la grandeza del misterio de la misericordia divina". "Fue San Juan Pablo II – también se lee – quien dedicó gran atención no sólo a la importancia de las mujeres en la misión misma de Cristo y de la Iglesia, sino también, y con especial énfasis, a la función peculiar de María Magdalena como primer testimonio que vio al Resucitado y primera mensajera que anunció a los apóstoles la resurrección del Señor".
Un cristianismo sin mujeres
¿Pero cuál habría sido la historia del cristianismo sin la presencia de mujeres? A esta duda – probablemente tan antigua como los Evangelios – Benedicto XVI respondió con una claridad y sencillez cautivadoras: "En esencia, la historia del cristianismo habría tenido un desarrollo muy diferente si no hubiera sido por la generosa contribución de muchas mujeres. Como escribió mi venerable y querido predecesor Juan Pablo II en la Carta Apostólica Mulieris dignitatem, 'la Iglesia agradece a todas las mujeres y a cada una ... La Iglesia agradece por todas las manifestaciones del "genio" femenino que aparecieron a lo largo de la historia, en medio de todos los pueblos y naciones, gracias por todos los carismas que el Espíritu Santo otorga a las mujeres en la historia del Pueblo de Dios, por todas las victorias que debe a su fe, esperanza y caridad: agradece por todos frutos de la santidad femenina".
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