Detener todas las prácticas inhumanas que humillan la dignidad de las mujeres
María Fernanda Bernasconi – Ciudad del Vaticano
En el sobre la “Fratenidad humana por la paz mundial y la convivencia común”, firmado por el Santo Padre Francisco y el Gran Imán de Al-Azhar Ahmad al-Tayyib en Abu Dabi, el pasado 4 de febrero, ambos líderes afirman que “la fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar”.
Expresar la fraternidad humana ayudando a todas las personas
Sí, porque gracias a la fe en Dios, que ha creado el universo, las criaturas y a todos los seres humanos, iguales por su misericordia, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana, protegiendo la creación y todo el universo, y ayudando a todas las personas, especialmente las más necesitadas y pobres.
A partir de este valor trascendente, el Santo Padre y el Gran Imán recuerdan que en distintos encuentros, caracterizados por un clima de fraternidad y amistad, han compartido las alegrías, las tristezas y los problemas del mundo contemporáneo tanto en el ámbito del progreso científico y técnico, como en el de las conquistas terapéuticas, o el de la era digital con los medios de comunicación y las comunicaciones, sin olvidar el de la pobreza, o el de las guerras y los padecimientos de tantos hermanos y hermanas de distintas partes del mundo, a causa de la carrera de armamento, las injusticias sociales, la corrupción, las desigualdades, el degrado moral, el terrorismo, la discriminación, el extremismo y otros muchos motivos.
Guiar a las nuevas generaciones hacia una cultura de respeto recíproco
Asimismo escriben que de esos coloquios “fraternos y sinceros” y del encuentro lleno de esperanza “en un futuro luminoso para todos los seres humanos”, ha nacido la idea de este Documento sobre la Fraternidad Humana. Documento que ha sido pensado “con sinceridad y seriedad” para que sea “una declaración común de una voluntad buena y leal, de modo que invite a todas las personas que llevan en el corazón la fe en Dios y la fe en la fraternidad humana a unirse y a trabajar juntas, para que sea una guía para las nuevas generaciones hacia una cultura de respeto recíproco”, que “hace hermanos a todos los seres humanos”.
Es así como en el nombre de Dios “que ha creado a todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos”, para poblar la tierra y difundir “los valores del bien, la caridad y la paz”, recuerdan “la inocente alma humana que Dios ha prohibido matar”; los pobres, los desdichados, los necesitados y los marginados que Dios ha ordenado “socorrer como un deber requerido a todos los hombres; los huérfanos, las viudas, los refugiados y los exiliados de sus territorios; sin olvidar a todas las víctimas de las guerras, las persecuciones y las injusticias; o a los débiles, a los prisioneros de guerra y a los torturados en cualquier parte del mundo, sin distinción alguna”.
La cultura del diálogo como camino
Tras aludir a “la fraternidad humana que abraza a todos los hombres, los une y los hace iguales”, en nombre de esta fraternidad “golpeada por las políticas de integrismo y división; por los sistemas de ganancia insaciable, por las tendencias ideológicas odiosas, que manipulan las acciones y los destinos de los hombres”, afirman que “en el nombre de la libertad, que Dios ha dado a todos los seres humanos”, y en el de la justicia y de la misericordia, Al-Azhar al-Sharif – con los musulmanes de Oriente y Occidente – junto a la Iglesia Católica – con los católicos de Oriente y Occidente – declaran asumir “la cultura del diálogo como camino”, “la colaboración común como conducta” y “el conocimiento recíproco como método y criterio”.
Detener la decadencia cultural y moral que el mundo vive
De ahí que en su calidad de “creyentes en Dios, en el encuentro final con él y en su juicio”, a partir de la responsabilidad religiosa y moral que tienen, piden a los líderes mundiales, o de la política internacional y de la economía – a través de este Documento –que se comprometan seriamente para “difundir la cultura de la tolerancia, de la convivencia y de la paz; intervenir lo antes posible para detener el derramamiento de sangre inocente y poner fin a las guerras, a los conflictos, a la degradación ambiental y a la decadencia cultural y moral que el mundo vive actualmente”.
Liberar a las mujeres de presiones sociales contrarias a su dignidad
Tras listar varias y diversas situaciones del mundo, no podían dejar de referirse a las mujeres. De ahí que afirmen en este Documento:
“Es una necesidad indispensable reconocer el derecho de las mujeres a la educación, al trabajo y al ejercicio de sus derechos políticos. Además, se debe trabajar para liberarlas de presiones históricas y sociales contrarias a los principios de la propia fe y dignidad”.
“También es necesario protegerlas de la explotación sexual y tratarlas como una mercancía o un medio de placer o ganancia económica. Por esta razón, deben detenerse todas las prácticas inhumanas y las costumbres vulgares que humillan la dignidad de las mujeres y trabajar para cambiar las leyes que impiden a las mujeres disfrutar plenamente de sus derechos”.
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