Ochocientos a?os después, un nuevo abrazo y un compromiso con la paz
Andrea Tornielli - Abu Dhabi
Ochocientos años después del encuentro entre Francisco de Asís y el sultán al-Malik al-Kāmil, el Papa que lleva el nombre del santo de Asís se presenta a los "hermanos musulmanes" como un "creyente sediento de paz".
Y junto con el Gran Imán de Al-Azhar firma una Declaración destinada a marcar no sólo la historia de las relaciones entre el cristianismo y el Islam, sino también la historia misma del mundo islámico. El Papa Francisco, inventor de la expresión "la guerra mundial en pedazos", con este viaje y este gesto encaja en el camino trazado por sus predecesores, dando un paso más.
Ya San Juan Pablo II, desde la reunión de Asís en 1986 -cuando el mundo estaba agobiado por la amenaza nuclear que desafortunadamente está apareciendo de nuevo hoy-, involucró a los líderes religiosos para enfatizar cómo las más diversas religiones deben promover la paz, la coexistencia y la fraternidad.
Después del 11 de septiembre de 2001, cuando el fundamentalismo terrorista regresó a la escena internacional de manera perturbadora, el anciano Pontífice polaco hizo todo lo posible por eliminar cualquier justificación religiosa para el abuso del nombre de Dios como justificación de la violencia, el terrorismo y el asesinato de hombres, mujeres y niños inocentes.
Benedicto XVI también siguió el mismo camino a lo largo de su pontificado. En septiembre de 2006, el Papa Ratzinger dijo a los líderes de los países musulmanes: "Es necesario que, fieles a las enseñanzas de sus respectivas tradiciones religiosas, cristianos y musulmanes aprendan a trabajar juntos, como ya ocurre en diferentes experiencias comunes, para evitar cualquier forma de intolerancia y oponerse a cualquier manifestación de violencia".
Hoy el Papa Francisco firma un documento en el que no sólo se rechaza enérgicamente cualquier justificación de la violencia cometida en nombre de Dios, sino que se hacen declaraciones importantes y vinculantes sobre el Islam y ciertas interpretaciones del mismo. Existe un compromiso por parte de las palabras relativas al respeto de los creyentes de diferentes religiones, la condena de toda discriminación, la necesidad de proteger todos los lugares de culto y el derecho a la libertad religiosa, así como el reconocimiento de los derechos de la mujer.
También es significativo el énfasis en una de las raíces más profundas del terrorismo nihilista, cuyo origen deriva de una mala interpretación de los textos religiosos, pero también de un "deterioro de la ética, que afecta a la acción internacional, y de un debilitamiento de los valores espirituales y del sentido de la responsabilidad". Elementos que favorecen la frustración y la desesperación, "llevando a muchos a caer en el vórtice del extremismo ateo y agnóstico, o en el fundamentalismo religioso, el extremismo y el fundamentalismo ciego". Occidente y Oriente, creyentes de diferentes religiones que se miran como hermanos - declaran el Obispo de Roma y el Gran Imán de Al-Azhar - pueden ayudarse mutuamente para intentar evitar que la guerra mundial se rompa en todo su poder destructivo.
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