El coraje de acoger: hace 5 a?os Francisco visitaba Lampedusa
Giada Aquilino - Ciudad del Vaticano
“El primerísimo viaje fue aquel de Lampedusa. Un viaje italiano. No estaba programado, no había invitaciones oficiales. Sentí que debía ir”. Lo afirma el Papa Francisco en una entrevista que abre el libro “El viaje” del periodista Andrea Tornielli, y recuerda la visita a la isla italiana de Lampedusa el 8 de julio del 2013, la primera fuera de los confines del Vaticano, indicando ya algunas de las señales que habrían distinguido el Pontificado de Francisco: las periferias, los últimos, los gestos llenos de significado. El Papa relata que se sintió “pasmado y conmovido” por las noticias sobre los migrantes en el mar, naufragados: personas comunes, niños, mujeres, hombres que continúan a perder sus vidas también hoy, cinco años después de aquel viaje, en travesías de la desesperación, a bordo de embarcaciones a menudo de emergencia, confiadas y administradas por gente sin escrúpulos.
El homenaje, el abrazo con los sobrevivientes y la misa del 6 de julio
El programa de la visita se concentró en una hora y media, en la cual el Santo Padre rindió homenaje a las víctimas del Mediterráneo, entre los sobrevivientes de aquellas travesías, los habitantes de las islas Pelagias, la Iglesia y las instituciones locales, con los sacerdotes y los agentes humanitarios. Un tributo que el Papa ha renovado, en el quinto aniversario de aquella jornada, con la Misa celebrada por los migrantes en la Basílica Vaticana, este viernes 6 de julio.
La vía de la muerte
Allí, en aquella franja de tierra entre Túnez e Italia, Francisco habló de “inmigrantes muertos en el mar, de aquellas embarcaciones que en lugar de ser una vía de esperanza han sido una vía de muerte”: fueron éstas las palabras que publicaron los diarios, y que el Papa eligió para abrir la homilía de la Misa en el Campo Deportivo “Arena”, ante 10 mil personas, celebrado desde un palco construido también con los desechos de aquellos barcos naufragados, con un pensamiento, “con una espina en el corazón” por una y tantas tragedias.
El viaje a Lampedusa, la zona más austral de Italia, quiso “despertar nuestras consciencias para que lo que ha sucedido no se repita”. Lamentablemente, el drama de los migrantes muertos en el mar, en Lampedusa y no sólo, continúa: pocas semanas después de la visita del Papa, el 3 de octubre de aquel mismo año, murieron mar adentro de la misma isla 366 personas. Una delegación de sobrevivientes fue recibida al año siguiente por el Santo Padre en el Vaticano. Pero la lista de las víctimas en el Canal de Sicilia llega a nuestros días.
La globalización de la indiferencia
Y sin cesar vuelve a la memoria el grito de Francisco lanzado en el lugar símbolo del sufrimiento en el Mediterráneo: “en este mundo de la globalización hemos caído en la globalización de la indiferencia”, “¡nos hemos acostumbrado al sufrimiento del otros, no nos concierne, no nos interesa, no es asunto nuestro!” Se nos ha quitado “la capacidad de llorar”.
La oración de entonces fue para pedir al Señor “perdón por la indiferencia hacia tantos hermanos y hermanas”, “perdón por quien se ha acomodado y encerrado en su bienestar, que lleva a anestesiar el corazón”, “perdón por aquellos que con sus decisiones a nivel mundial han creado situaciones que conducen a estos dramas”, para que el mundo tenga “el coraje de acoger a aquellos que buscan una vida mejor”.
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