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Los grandes objetivos se logran en equipo: Carta del Papa al card. Farrell

El deporte es un "ámbito privilegiado" en torno al cual las personas se encuentran sin distinción de raza, sexo, religión o ideología: lo escribe el Papa en una carta al Card. Farrell en ocasión de la presentación del Documento "Dar lo mejor de uno mismo" sobre la perspectiva cristiana del deporte

María Cecilia Mutual - Ciudad del Vaticano

El deporte es un medio de encuentro y de formación de la personalidad que lleva a la santidad: es éste en síntesis el concepto expresado por el Papa Francisco en la dirigida al Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, Cardenal Kevin Farrell, en ocasión la presentación  hoy del documento de este Dicasterio titulado “Dar lo mejor de uno mismo” sobre la perspectiva cristiana del deporte y la persona humana. En la misiva el Pontífice explica cómo el deporte puede ser un instrumento de encuentro, de formación, de misión y santificación.

El deporte, lugar de encuentro privilegiado

Francisco comienza definiendo el deporte “lugar de encuentro  donde personas de todo nivel y condición social se unen para lograr un objetivo común”.  “En una cultura dominada por el individualismo y el descarte de las generaciones más jóvenes y de los más mayores – explica –, el deporte es un ámbito privilegiado en torno al cual las personas se encuentran sin distinción de raza, sexo, religión o ideología”. Es un lugar, agrega el Papa, donde se puede  experimentar la alegría de competir por alcanzar una meta juntos, formando parte de un equipo” y de este modo, descentrándonos de nosotros mismos.

Catalizador de experiencias

El deporte lleva a dar lo mejor de sí mismos, explica el Santo Padre, y esto hace que sea “un catalizador de experiencias de comunidad, de familia humana”, “lugar de unión de encuentro entre las personas”. Y asegura:

“¡Los grandes objetivos, en el deporte como en la vida, los logramos juntos, en equipo!”

Vehículo de formación y ejemplo de virtudes

El Papa invita a fijar “hoy más que nunca” la mirada en los jóvenes, porque “cuanto antes se inicie el proceso de formación, más fácil resultará el desarrollo integral de la persona a través del deporte”. Por ello considera que “es necesaria la participación de todos los deportistas, de cualquier edad y nivel, para que los que forman parte del mundo del deporte sean un ejemplo en virtudes como la generosidad, la humildad, el sacrificio, la constancia y la alegría” y den su aporte al espíritu de equipo, el respeto, la competitividad y la solidaridad con los demás.

Medio de misión y santificación

Continuando la carta, el Santo Padre recuerda que la Iglesia “está llamada a ser un signo de Jesús en medio del mundo, también a través del deporte en los “oratorios”, en las parroquias y en las escuelas, en las asociaciones”,  porque siempre es ocasión de llevar el mensaje de Cristo, “a tiempo y a destiempo” (2Tim 4,2). Y señala la importancia de comunicar la alegría que transmite el deporte, que ayuda a “descubrir las potencialidades de la persona” y a "desvelar la belleza de la creación y del ser humano", hecho a imagen y semejanza de Dios.

“El deporte puede abrir el camino a Cristo en aquellos lugares o ambientes donde por diferentes motivos no es posible anunciarlo de manera directa”

Una llamada a la santidad

“Dar lo mejor de uno mismo en el deporte, es también una llamada a aspirar a la santidad”, continúa el Obispo de Roma, recordando también su reciente encuentro con los jóvenes en preparación al Sínodo de los Obispos,  donde manifestó la convicción “de que todos los jóvenes allí presentes físicamente o a través de las redes sociales, tenían el deseo y la esperanza de dar lo mejor de sí mismos”. Concepto expresado también en la reciente exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, que retoma:

“Lo que interesa es que cada creyente discierna su propio camino y saque a la luz lo mejor de sí, aquello tan personal que Dios ha puesto en él”

Deporte y vida: superarse como persona

Francisco invita a profundizar sobre la estrecha relación existente entre deporte y vida, “para que puedan iluminarse recíprocamente” - dice - y para que “el afán de superación en una disciplina atlética sirva también de inspiración, para mejorar siempre como persona en todos los aspectos de la vida”, que nos encamina a la plenitud de vida llamada “santidad”. Por ello señala que “para el deportista cristiano, la santidad será entonces vivir el deporte como un medio de encuentro, de formación de la personalidad, de testimonio y de anuncio de la alegría de ser cristiano con los que le rodean”.

Finalmente, dirigiendo su oración al Señor y con la intercesión de la Virgen, Francisco ruega para “que este documento produzca frutos abundantes tanto en el compromiso eclesial con la pastoral del deporte, como más allá de las fronteras de la Iglesia”.

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01 mayo 2018, 12:07