Papa en el Hogar Principito: el mundo los necesita, óԱ de los pueblos originarios
Griselda Mutual - Ciudad del Vaticano
En su primera Jornada completa en Perú, el Papa encontró en tres momentos a la población en Puerto Maldonado: el primero de ellos en el Coliseo Madre de Dios, donde encontró a los pueblos de la Amazonía. Luego el abrazo de la población en el Instituto de Educación Superior Tecnológico Público Jorge, cercano al Coliseo, y a seguir en el Hogar Principito, en donde encontró a los menores sin familia.
El Hogar es una casa que acoge a cerca de cuarenta menores, entre niños y adolescentes, fundada por el padre Xavier Arbex de Morsier en 1996 para hacer frente a la elevada tasa de abandonos y de explotación de menores en Puerto Maldonado. Se trata de niños que han sobrevivido al abandono y han escapado de la violencia sexual, física y psicológica. A ellos se les proporciona educación a través de un proyecto digital, en una región donde sólo el 24,6 por ciento de los escolares de secundaria comprende lo que lee, según la última evaluación censual de estudiantes del Minedu.
Allí presentes cerca de un centenar de personas, entre menores y trabajadores de la asociación, llegados también de otros albergues. Antes del discurso del Papa, una conmovedora canción, seguida por una representación teatral y el testimonio de una joven que creció allí.
Los niños son el tesoro más preciado: perdón por los descuidos de los mayores
En primer lugar tras agradecer la cálida bienvenida que tal como él mismo expresó lo llenó de alegría, inició sus palabras recordando la reciente Navidad: el Niño Jesús, dijo el Papa “es nuestro tesoro, y ustedes, niños son su reflejo, y también son nuestro tesoro, el de todos nosotros, el tesoro más preciado que tenemos que cuidar”.
El Papa pidió perdón a los niños por las veces que los mayores no los cuidan y no les dan la importancia que se merecen: “sus miradas, sus vidas siempre exigen un mayor compromiso y trabajo para no volvernos ciegos o indiferentes ante tantos otros niños que sufren y pasan necesidad”, les dijo, y dirigiéndose a la niña que había dado su testimonio momentos antes le agradeció – y en su figura a todos los niños- por ser “una luz de esperanza”.
También para los jóvenes que crecieron allí el Papa tuvo palabras de aliento: “los niños necesitan mirar para adelante y encontrar modelos positivos”, les dijo. “Todo lo que ustedes jóvenes puedan hacer, como venir a estar con ellos, a jugar, a pasar el tiempo es importante. Sean para ellos, como decía el Principito, las estrellitas que iluminan en la noche”.
Jóvenes de las comunidades nativas: ustedes pueden ayudar a cambiar el rumbo
Dirigiéndose particularmente a los jóvenes que proceden de las comunidades nativas, tras recorrer con la mirada misma de ellos sus vivencias, la tristeza de la destrucción de los bosques, los ríos contaminados, la devastación por un progreso mal entendido, les pidió que no se conformen con ello y que no renuncien al legado de sus abuelos, ni a su vida, ni a sus sueños:
“El mundo los necesita a ustedes, jóvenes de los pueblos originarios, y los necesita no disfrazados sino tal y cual son. No disfrazados de ciudadanos de otro pueblo, no, como son ustedes, así los necesitamos. ¡No se conformen con ser el vagón de cola de la sociedad, enganchados y dejándose llevar! No, no, nunca sean vagón de cola. Los necesitamos como motor, empujando. Y les recomiendo una cosa, escuchen a sus abuelos, valoren sus tradiciones, no frenen su curiosidad. Busquen sus raíces y, a la vez, abran los ojos a lo novedoso, sí… y hagan su propia síntesis. Devuélvannos al mundo lo que aprenden porque el mundo los necesita originales, como realmente son, no como imitaciones. Los necesitamos auténticos, jóvenes orgullosos de pertenecer a los pueblos amazónicos y que aportan a la humanidad una alternativa de vida verdadera. Amigos, nuestras sociedades tantas veces, necesitan corregir el rumbo y ustedes, los jóvenes de los pueblos originarios —estoy seguro—, pueden ayudar muchísimo con este reto, sobre todo enseñándonos un estilo de vida que se base en el cuidado y no en la destrucción de todo aquello que se oponga a nuestra avaricia”.
Por último, antes de la bendición y el saludo final, el Sucesor de Pedro manifestó su gratitud al padre Xavier por su trabajo y su ejemplo, y a los religiosos, religiosas y misioneras laicas que realizan esa “fabulosa” labor. También a los benefactores y voluntarios, sin olvidar a quienes “fortalecen a estos jóvenes en sus identidades amazónicas y los ayudan a forjar un futuro mejor para sus comunidades y para todo el planeta”.
“Gracias por ser las estrellitas que iluminan la noche”, concluyó Francisco.
De aquí el Papa se traslada al Centro Apaktone donde almorzará con los representantes de los pueblos del Amazonas y descansará.
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