Acuerdo final de la COP28 de Dubái
Pope
“Desde la alianza (Cáritas, Cedis, CONFER, Justicia y Paz, Manos Unidas y Redes) hemos seguido muy de cerca la gestación y desarrollo de la última Cumbre del Clima de la ONU, la COP28 que acaba de finalizar en Dubái. Y mucho más desde la publicación de la exhortación apostólica en la que el Papa Francisco hacía especial referencia a ella y con gran insistencia pedía a todas las organizaciones católicas lograr dar más pasos para luchar contra el calentamiento global y los efectos en las personas más vulnerables”.
Sabor de boca agridulce
Pero pese a los esfuerzos para que esta cumbre no se cerrase con palabras vacías, el texto cerrado la madrugada del miércoles 13 de diciembre deja sabor de boca agridulce pues, aunque se han dado algunos pasos, como la puesta en marcha del nuevo fondo para "pérdidas y daños", el acuerdo y declaración final, resulta insuficiente en lo que se refiere a medidas concretas para frenar el calentamiento global.
Por todo ello y apenas terminada la COP28 desde "Enlázate por la Justicia" hacemos balance y compartimos algunas reflexiones sobre sus resultados.
A grandes rasgos, las negociaciones de las COP giran en torno a tres cuestiones básicas:
- Cómo mitigar o disminuir la cantidad de gases de efecto invernadero emitidos por la actividad humana y que son la causa directa del calentamiento global. Atajar las causas.
- La necesidad de adaptarnos a los cambios imparables o irreversibles, y cada vez más intensos, provocados por el cambio climático y abordar sus consecuencias.
- La distribución de las cargas y las diferentes responsabilidades entre los países, a la hora de pagar las facturas o realizar esfuerzos de mitigación o adaptación. No es lo mismo China, que Uganda o Haití. Por eso se habla de "responsabilidades compartidas pero diferenciadas". Y en su vertiente más socio ambiental se habla de "justicia climática".
Mitigación
En 2024 la COP29 será clave, pues cada país planteará sus nuevos compromisos de reducción de emisiones para un nuevo periodo, con la finalidad de cumplir con el Acuerdo de París, y su objetivo de no superar en 1.5ºC el aumento de la temperatura. Para ello, la cumbre de Dubái debía hacer balance de lo conseguido hasta ahora y, a partir de ahí, plantear el nuevo nivel de ambición, necesario para mantenerse dentro de los objetivos de París.
La COP28 ha sido incapaz de establecer con claridad y unanimidad la hoja de ruta para volver a alinearse con París, y la urgencia para hacerlo. Se ha conseguido, por primera vez, que en una declaración final se hable de "dejar atrás los combustibles fósiles". Y ciertamente es un hito que, en una declaración final y por consenso, se declare la voluntad de transitar hacia un mundo sin combustibles fósiles.
Y que esto suceda además bajo el liderazgo de un país petrolero. Pero desde el punto de vista de la urgencia climática, y desde el sufrimiento de millones de personas vulnerables que sufren sus impactos, este "éxito" es muy relativo, pues para lograr una mención de algo tan obvio al final del documento se han necesitado 30 años de reuniones anuales entre casi 200 países.
Ni la gente ni el planeta tenemos capacidad de avanzar con este ritmo de negociaciones, cuando la realidad climática nos urge a avanzar con pasos mucho más ambiciosos e inmediatos.
Han conseguido evadir el marcarnos una fecha final para dejar de usar esos combustibles, que no se marquen objetivos concretos, que no use un lenguaje prescriptivo y que siga abierta la puerta para hablar de "cero emisiones netas", lo que implica aceptar que se pueden seguir emitiendo gases invernadero, mientras seamos capaces de compensar carbono con el uso de la tecnología.
Adaptación
A caballo entre la mitigación y la adaptación, se encuentra el gran tema de "la transición energética". Siendo la energía una de las columnas vertebrales vinculadas al cambio climático, la eficiencia energética, las energías renovables y el abandono definitivo de los combustibles fósiles son los tres pilares de esta transición.
Además de la cuestión de los combustibles fósiles, la declaración final incluye un llamado a los países para triplicar las renovables y duplicar la eficiencia energética, de aquí al 2030.
Inicialmente esto parece un resultado coherente y positivo, para favorecer la adaptación global a un mundo con energías limpias. Sin embargo, como ya hemos señalado desde la red Enlázate por la Justicia, nos preocupa enormemente el cada vez mayor impacto ambiental y social de la transición energética, en la que el impulso de las energías renovables va de la mano de la intensificación de la minería y del aumento de la demanda sobre los minerales "estratégicos" o "de transición" (litio, cobre, cobalto, níquel, etc.).
Somos testigos directos y acompañamos a comunidades que en diferentes países del mundo están sufriendo el embate de la minería, sin un marco regulatorio que garantice derechos y procedimientos, y que está provocando grandes impactos ambientales, daños irreparables a la naturaleza, invasión de territorios ancestrales, violación de derechos individuales y colectivos, etc.
No podemos seguir apoyando una narrativa simplista sobre la transición energética, a sabiendas de que la producción y el uso de las energías renovables son una buena noticia para algunos países, para las personas que tienen acceso y se ven beneficiadas por estas tecnologías, para las empresas que las producen, etc. pero son una mala noticia para miles de personas para quienes la transición significa destrucción de su territorio, de su patrimonio natural y la violación de sus derechos.
Justicia climática
Sin duda uno de los grandes éxitos de la COP 28 ha sido la creación del nuevo fondo para "pérdidas y daños" provocados por el cambio climático en los países más pobres y vulnerables. El fondo fue finalmente aprobado el año pasado, pero había que darle forma y contenido. Y eso es lo que se ha aprobado. El fondo inicia con una disposición de 700 millones de dólares, de los cuales entre 300 y 400 millones proceden de países de la Unión Europea, y unos 100 millones de los Emiratos.
Es un paso positivo desde luego, urgente y necesario. Porque los impactos del cambio climático se han intensificado en estos años, y van a más. Pero queda mucho por hacer: contar con fondos significativos para afrontar pérdidas y daños por desastres naturales (700 millones para todo el mundo no es nada), la participación real y comprometida de otros países desarrollados, garantizar el acceso a los fondos por parte de las personas más vulnerables, contar con una gobernanza de calidad en este fondo, con criterios claros, con transparencia sobre su accesibilidad, uso y rendición de cuentas, etc.
Y un poco más esperanzador en relación a los procesos de adaptación y de justicia climática, destacando especialmente la disposición, después de años de debates, de un fondo para afrontar los daños y las pérdidas provocados por el cambio climático en los países más pobres.
Gracias por haber leído este artículo. Si desea mantenerse actualizado, suscríbase al boletín pulsando aquí