"Yo, víctima de la violencia, he perdonado a mis agresores"
Salvatore Cernuzio - Kinshasa
Adisa (nombre ficticio) es demasiado joven para haber tenido que sufrir tanto. Víctima de todo tipo de violencia por parte de los rebeldes en Goma, su ciudad en el este de la República Democrática del Congo, cuando tenía poco más de 18 años, enfermó a consecuencia de los abusos y vio cómo la guerrilla dispersaba a su familia en el aire. Se quedó con su hermana. Unos bandidos de los bosques cercanos a Goma la violaron. Luego los secuestraron a ambos junto con otros niños. Adisa no sabe muy bien cómo, pero ella y su hermana consiguieron escapar a Kinshasa pidiendo "ayuda y explicaciones". Fueron acogidos por la Comunidad de San Egidio dentro de ese rayo de luz en la oscuridad de los horrores que es el Dream Centre, una iniciativa que lleva once años activa en la capital congoleña para ofrecer atención y apoyo, de forma totalmente gratuita, a quienes sufren en el cuerpo y, a menudo, también en el alma.
Su primer testimonio
Hoy Adisa tiene 23 años y camina erguida con su cuerpo menudo, que casi parece el de una niña. "Je suis un activiste. Soy una activista", declara a Radio Vaticano – Pope. Es la primera vez que decide contar su testimonio. Mientras habla, sujeta nerviosamente un bolígrafo en una mano y una mascarilla en la otra. Nunca cede durante el coloquio, conducido íntegramente por ella, sin presiones, pero con la máxima libertad para contar sólo lo que siente que comparte. Al final corre hacia los médicos que la han tratado durante años y, abrazando a una enfermera, rompe a llorar de liberación. Sí, pero soy fuerte", señala, limpiándose con la muñeca.
Nueva vida en Kinshasa
Se ve que es fuerte. Y se siente, sobre todo cuando asegura que ha perdonado a sus agresores: "Seguramente ya les he perdonado. La Biblia nos lo enseña". De hecho, Adisa dice estar reconciliada con su pasado, hacia el que nunca mira porque ahora está la "nueva vida", allí, en las afueras de Kinshasa, en el Dream Centre, donde dice trabajar como voluntaria para los enfermos y para las mujeres que, más que atención médica, necesitan una palabra. "Los activistas somos la sonrisa que se regala a quienes llegan por primera vez, son recibidos para las primeras pruebas o para la medicación. También hablo mucho con las otras mujeres".
El dolor del pasado, la sonrisa del presente
"Llegué a Kinshasa a causa de la guerra, estábamos dispersos, no quedaba nadie que supiera algo de los demás", recuerda Adisa su historia. "Durante más de seis meses estuvimos en el bosque y fue una experiencia terrible. Violaron a mi hermana y tuvimos que huir de nuevo. Un día nos cogieron junto con unos niños y nos llevaron. Nos escapamos y vinimos aquí a preguntar: "¿Dónde está San Egidio? ¿Dónde está la Comunidad? Queríamos que alguien nos acogiera". Y con San Egidio, sigue explicando la joven, "encontramos el amor, alguien que cuidó de nuestros cuerpos, nuestra ropa, nuestra comida".
"Poco a poco recuperé la sonrisa, ahora empiezo a vivir de nuevo. No es fácil. La preocupación es por los familiares que siguen en Goma, aunque Adisa dice que ni siquiera está segura de si están vivos. "Al cabo de unos años encontramos a mi madre, a la que ya no podíamos encontrar. De los demás no sé nada. Los lazos con su familia fueron brutalmente cortados, en cambio en Kinshasa se construyen día a día: "Aquí vivo ahora en el amor, cuando vengo me encuentro a la doctora Julienne, la directora, que me pregunta cómo estás y me echo a reír, porque estoy contenta de que alguien se preocupe por mí. Aquí he encontrado una familia".
La misión del Dream Centre
Al fin y al cabo, ésta es la vocación del proyecto Dream, creado hace once años en la periferia de la capital congoleña: "Una zona que carece por completo de servicios sanitarios, sobre todo en materia de VIH", explica su responsable, Stefano Capparucci. "Dimos los primeros pasos suministrando fármacos e intentando, en particular, trabajar en la prevención y la transmisión vertical madre-hijo. En los últimos años han pasado 18.000 personas, algunas de las cuales siguen en tratamiento y hay personas con enfermedades crónicas".
"Es un centro donde se experimenta la gratuidad", dice Capparucci, señalando lo escrito en cada puerta de las instalaciones: "Ici tout est gratuit". "Estamos orgullosos", afirma. También lo haría Floribert Bwana Chuy, inspirador del proyecto, asesinado a los 26 años en Goma por oponerse a la corrupción. "Aquí todo es gratis porque la salud no tiene precio, queremos dar a nuestros pacientes lo mismo que querríamos para nosotros en Italia, es decir, excelencia", dice Capparucci.
En la nunciatura con el Papa
En el centro, a pocos kilómetros del aeropuerto de N'Dolo, al que se llega por una carretera muy mala y sin asfalto, muchas personas que huyen de la guerrilla encuentran hospitalidad.
El Dream Centre es, por tanto, el puente entre los dos actos de la tarde del viaje del Papa Francisco a la República Democrática del Congo: el encuentro en la nunciatura con las víctimas del Este e, inmediatamente después, el encuentro con los responsables de las obras de caridad. En ambas citas estarán presentes representantes del proyecto de San Egidio. "Estamos con el Papa para contar cómo, partiendo de la salud de los más pobres, se construye la paz, porque estar sano y tener la vida garantizada es el primer elemento para construir la justicia".
La voz de los niños del Este
Adisa no estará allí con el Papa: aún es demasiado pronto para que pueda tener un impacto con una experiencia así, aunque dice estar entusiasmada con la presencia del Papa para "un futuro de cambio". Sí estará, sin embargo, para darle voz a ella y a toda la gente de Goma y otras ciudades del este, Aline Minani, de 33 años, directora de las Escuelas de la Paz de San Egidio en Goma. Ella entregará a Francisco dibujos realizados por los niños: "Traemos el mensaje de los niños de Goma, de Kiwu, de Masisi, de Butembo, de Beni, de Kichanga y de todas las ciudades donde se vive una situación extremadamente preocupante. Ciudades en las que te despiertas y no sabes lo que puede pasar debido a la gran inseguridad y a los rebeldes a pocos metros".
Construir la paz desde la infancia
Además de los dibujos, los niños del Este presentarán al Papa el testimonio y el trabajo de las Escuelas de la Paz: "Hay unos 550 niños a los que educamos para vivir juntos, en el amor, en la no violencia. Les enseñamos a no bajar los brazos, es decir, a mantener la atención alta para despertar sentimientos de paz. Estamos seguros de que esa paz llegará, el Papa nos da esperanza en ello y estamos seguros de que de lo que nos diga podremos sacar un testimonio que nos ayude en nuestro trabajo. Y que aportará algo de luz".
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