Somalia. Bertin: situación desesperada, especialmente para los ni?os
Francesca Sabatinelli y Andrea De Angelis - Pope
El escenario en Somalia es el de un estado en el que la sequía, la inseguridad y la carestía afectan a gran parte de la población, especialmente a los más vulnerables, y entre ellos a los menores. Cada minuto de cada día, un niño ingresa en un centro de salud para recibir tratamiento por desnutrición aguda grave. La carestía es "un drama recurrente en Somalia", explica monseñor Giorgio Bertin, Administrador Apostólico de Mogadiscio y obispo de Yibuti. El acceso al país para atender a las personas más vulnerables, añade el prelado, se ve continuamente obstaculizado por el terrorismo y las amenazas a los cooperantes y organismos de la comunidad internacional.
En la entrevista concedida a Pope, monseñor Giorgio Bertin recuerda, en primer lugar, la visita a Mogadiscio a principios de agosto, junto con el director de Cáritas Somalia y el nuncio apostólico monseñor Antoine Camilleri, para encontrarse con las realidades locales y el enviado especial del presidente de la República Federal de Somalia. "La situación resultó ser aún más desastrosa de lo que pensábamos".
El Papa Francisco, añade el Administrador Apostólico de Mogadiscio, se hizo eco de los encuentros de aquella visita y el pasado 14 de agosto, tras el rezo del Ángelus, llamó la atención sobre la grave crisis humanitaria que afecta a Somalia. Un drama "recurrente en este país": "cada 8, 10 años - explica Monseñor Bertin - tenemos crisis relacionadas con la sequía y a continuación con la carestía. Resulta impresionante que nos encontremos ante "una situación tan desesperada para muchas personas, especialmente las más pobres, las más frágiles". Y entre los más vulnerables están los niños. Una situación provocada por la sequía. Pero también por otros factores: las instituciones estatales, que están renaciendo, "todavía no son capaces de hacer frente" a este flagelo.
"Como médicos a distancia"
A ello se suma la acción, por parte de los fundamentalistas islámicos, contra las actuales instituciones del Estado: grupos, como Al Shabaab, "hacen la vida extremadamente difícil a los ciudadanos somalíes, pero también a quienes quisieran responder prestando ayuda a la población". La población, subraya Monseñor Bertin, busca refugio en las grandes ciudades, gobernadas por el ejecutivo federal o por los gobiernos locales. Por ello, se forman varios campamentos para desplazados y, en algunos de ellos, pueden entrar las autoridades locales, las agencias de la comunidad internacional, diversas organizaciones humanitarias y Cáritas. Pero la situación en el país es, en general, muy inestable: "para reunirnos con las personas más afectadas por la carestía tendríamos que desplazarnos con un pequeño ejército; entonces nos vemos obligados a confiar en las mediaciones locales". "Nos vemos obligados a ser como médicos a distancia", que intervienen de forma remota. "Cuando fuimos a Mogadiscio en agosto - concluye Monseñor Bertin - nos quedamos en la zona del aeropuerto y, gracias a la escolta que nos dieron, conseguimos reunirnos con algunas personas". "Sin embargo, los que son extranjeros atraen las miradas de quienes no quieren que la comunidad internacional intervenga". O ven la intervención de los agentes humanitarios como "una oportunidad para enriquecerse o para debilitar, aún más, las instituciones estatales que están renaciendo".
La alarma de Unicef
Se trata de un llamamiento que sacude la conciencia: si no se actúa ahora y no se invierte más en Somalia, nos enfrentaremos a la muerte de niños a una escala no vista en 50 años. El horror relatado por Unicef esta semana en una conferencia de prensa no acepta ni disculpas ni objeciones. Un niño cada minuto es hospitalizado por desnutrición aguda grave, y los niños gravemente desnutridos tienen hasta 11 veces más probabilidades de morir de diarrea y sarampión que los niños bien alimentados.
La peor sequía del siglo
Somalia está al borde de una tragedia no vista en décadas, y esta dramática estadística es sólo la punta de un iceberg que incluye a todos aquellos niños que nunca recibirán la ayuda que necesitan. Unicef está haciendo lo posible entre la distribución de cuidados, alimentos y agua potable, pero los problemas de financiación persisten y, por quinta vez consecutiva, el país se enfrenta al fracaso de la temporada de lluvias, lo que ha provocado una sequía sin precedentes, la peor en 40 años, que está afectando a unos 8 millones de personas y con el espectro de una hambruna que se avecina si la ayuda humanitaria no llega en los próximos días.
La carestía también afecta a los desplazados
Un millón de desplazados también están pagando el alto precio de esta grave hambruna. Entre los distritos más afectados se encuentran los de Baidoa y Burhakaba, en la región de la Bahía, y la ayuda humanitaria inmediata será decisiva para estos lugares de aquí a finales de año, tal y como subrayó la Oficina de Asuntos Humanitarios de la ONU en Ginebra. Por ello, el Humanitarian Country Team en Somalia ha revisado al alza su plan de respuesta y su petición de fondos para este año, lo que supone un aumento del 55% respecto a cuando se lanzó el plan en el invierno de 2022. El llamamiento a los donantes es de 2.260 millones de dólares (frente a los 1.460 millones anteriores) para ayudar a 7,6 millones de personas, más de dos millones más que en el pasado reciente.
El nudo de la inseguridad
En este dramático escenario, también está la cuestión de la seguridad. Esta semana ocho civiles han perdido la vida en dos atentados con bomba. Según los medios de comunicación locales, la primera explosión tuvo lugar en un puesto de control de la policía y la segunda cerca del edificio de la administración regional en el distrito de Jajab. Al menos cinco personas resultaron heridas, también civiles. De momento, no se ha hecho ninguna declaración oficial sobre las explosiones. Ayer el Consejo de Seguridad de la ONU se reunió en Nueva York para abordar la situación en Somalia.
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