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Deforestación, contaminación y corrupción: el grito de las Islas Salomón

Desde hace varios años, el cambio climático y el abuso de los recursos naturales por parte del hombre están destruyendo este archipiélago del Pacífico, donde ejerce su ministerio el Obispo de Gizo, Monseñor Luciano Capelli. Un pastor que vuela hacia su gente, cruzando el océano en un avión anfibio, y que hoy, mientras relata su testimonio, da la voz de alarma: aquí los bosques están desapareciendo, el número de migrantes aumenta trágicamente y los peces mueren por el plástico.

Cristiana Noaptes* – Venecia

Monseñor Luciano Capelli, salesiano y obispo desde hace más de una década de la diócesis de Gizo, sufragánea de la diócesis de Honiara, con unos 130.000 habitantes, de los cuales 14.000 católicos, presta sus servicios en el centro del Pacífico Sur, en las Islas Salomón. Monseñor Capelli es el tercer pastor de esta diócesis, creada en la década de los años 60 por la unión de las vicarías del Norte y del Sur, que incluye siete parroquias y se beneficia del servicio pastoral de doce sacerdotes y una veintena de religiosos.

Se trata de una Iglesia "en los confines del mundo", como él la define, que forma parte de Melanesia, una región que también incluye Papúa Nueva Guinea, Fiyi, Vanuatu, Nueva Caledonia y el archipiélago de Bismarck. Las Salomón, que se constituyeron en nación independiente en 1978, tienen una población de 650.000 habitantes, diseminados en 200 de las 980 islas que componen el archipiélago. Es una zona en la que la naturaleza siempre ha sido generosa con el hombre: le da cobijo, lo nutre y le ofrece el sustento, tanto de la tierra como del mar, pero en los últimos años está sufriendo de forma dramática las consecuencias del cambio climático y del calentamiento global.

Originario de la Valtelina, tierra de emigrantes enriquecida por los viñedos y los cultivos de manzanas, monseñor Capelli sigue la pastoral de estas poblaciones con gran atención a los jóvenes, acogiendo sus sueños y tratando de ofrecerles las mejores oportunidades de formación. “Los primeros misioneros llegaron aquí en 1700 – nos cuenta – pero tuvieron que abandonar su labor evangelizadora a causa de la malaria, que impedía el contacto con la gente, y otras dificultades. Después volvieron los anglicanos, sobre todo. En mi diócesis, la mayoría de la población sigue la religión cristiana metodista”.

El obispo "volador”

"No estábamos acostumbrados a ver gente blanca aquí – explica el padre Jacob Qetobatu, originario de Salomón y vicario general de la diócesis de Gizo – gente blanca que venía de Europa, China y Japón. Llevó tiempo, pero al final, cuando las personas comenzaron a comprender el Evangelio, florecieron las conversiones: primero los ancianos, después las mujeres y los hombres".

Uno de los mayores problemas de la pastoral en este rincón del mundo son las distancias y el aislamiento, las dificultades de comunicación. El obispo Capelli nos dice: "A veces tenemos que hacer viajes de ocho horas en barco para visitar algunas comunidades. Por desgracia, hemos perdido muchas vidas en el mar: salimos con buen tiempo, pero a las pocas horas el tiempo puede cambiar drásticamente. Para moverme más rápido, utilizo un pequeño avión anfibio, que, al máximo, me lleva en una hora y media para conocer todas las comunidades de la zona. Más de una vez pensé que estaba en mi último vuelo, pero siempre ha ido bien y espero que siga así".

En el 2016, el año del Jubileo Extraordinario de la Misericordia, monseñor Luciano, para suplir esta gran distancia entre las parroquias, ideó una Puerta Santa "itinerante", una propuesta singular que lograra difundir, por mar, un signo tangible de reconciliación incluso a las comunidades más alejadas. Todavía hoy hay testimonios y ecos de aquella feliz intuición, que ha dado frutos concretos de encuentro y perdón, en una tierra aún marcada por los conflictos tribales y los episodios de violencia doméstica o de abusos contra las mujeres.

El sueño de la armonía con la naturaleza

“En la biodiversidad quebrada de las Salomón – explica el obispo Luciano Capelli –encontramos también el problema de la deforestación, que ha acabado literalmente con tantos bosques vírgenes. El mayor problema es que esta deforestación favorece a unos pocos y perjudica a muchas criaturas humanas. La presencia de empresas multinacionales, entre otras cosas, se cita como una de las principales causas de este fenómeno, especialmente en nuestra diócesis, dentro de la cual se encuentra el bosque más grande y también el más aislado. Cuando sobrevuelo el monte en mi avioneta, veo todos estos desastres y las carreteras que se abren camino en medio a la vegetación: es una deforestación escandalosa y el mayor problema es que nadie habla de ello. O si hablan, dicen: ‘Es todo legal, está todo bajo control’, cuando en la práctica se trata de corrupción en muchos casos”.

También hemos recibido a muchos inmigrantes de los países de alrededor – continúa – un fenómeno, el de la inmigración, debido al calentamiento de los mares y al hecho de que los habitantes de las islas ya no pueden encontrar peces y el agua se vuelve más salada. En la diócesis de Gizo también hay muchos emigrantes de las islas Kiribati: son bien recibidos, hay una solidaridad fantástica, pero siguen siendo personas que necesitan ayuda. Como es bien sabido, y como está escrito en el párrafo 25 de la Laudato si', el cambio climático también da lugar a migraciones de especies animales y vegetales que no siempre son capaces de adaptarse al nuevo entorno y esto, a su vez, repercute en la población, afectando sobre todo a los recursos productivos de los más pobres, que se ven obligados a abandonar sus tierras con una gran incertidumbre sobre el futuro de sus vidas y de sus hijos. El aumento del número de migrantes que huyen de la pobreza, agravado por la degradación del medio ambiente, ¡es trágico!”.

Intervenciones concretas y educación ambiental

Monseñor Capelli también reitera la necesidad de intervenciones concretas y compartidas para tratar de revertir el rumbo y preservar lo que queda de este paraíso terrenal, pero también insiste en la necesidad de educar a la gente, de sensibilizarla para que conozca los temas de la ecología integral que aborda el Papa Francisco en la Laudato si'. “Hemos realizado varios cursos de formación sobre la Laudato si' – explica el prelado – y nos hemos centrado sobre todo en el respeto a la naturaleza, a los bosques. Además de este recurso vegetal, también está el océano, pero por desgracia, debido a la falta de educación ambiental, ¡también lo estamos destruyendo! Todo el plástico que tiramos, todos los residuos que no eliminamos correctamente, acaban en el mar: es algo espantoso, y desgraciadamente hay una falta de sensibilidad en este ámbito, por lo que nadie se compromete seriamente”.

*Cube Radio - Instituto Universitario Salesiano Venecia y Verona

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07 diciembre 2021, 08:00