Ruth Chaparro: "La lucha de las mujeres se gana de la mano con los hombres"
Manuel Cubías - Ciudad del Vaticano
Dentro de los numerosos efectos que ha causado la pandemia del Covid-19 en el mundo, preocupa alarmantemente el incremento de la violencia contra las mujeres. Un situación que conocen de cerca quienes trabajan sin descanso en la defensa de los Derechos Humanos, especialmente en favor de los grupos más vulnerables de la sociedad.
En este contexto, Pope entrevistó a Ruth Consuelo Chaparro: comunicadora social, colombiana y activista de los Derechos Humanos, que trabaja con pueblos indígenas a lo largo y ancho del país, y también en otros países de América Latina.
- Como primera aproximación a nivel mundial, cabe destacar que alrededor del 70% de las personas que trabajan en salud son mujeres. Esto significa que es un grupo altamente expuesto, por ejemplo, al contagio del Covid-19. Por otro lado, en algunos países más del 60% de mujeres, niñas y adolescentes trabajan en la llamada "economía informal" asociada a los bajos ingresos. Teniendo en cuenta que la violencia contra las mujeres ha crecido durante la pandemia, ¿cómo describiría la realidad de la mujer en Colombia y en qué situaciones las mujeres son más vulnerables?
La situación es diversa porque hay algunos grupos de mujeres privilegiadas pero la gran mayoría está en condiciones de desigualdad.
Además de la pobreza y de la violencia que ya traíamos; con la pandemia, sobre todo, se han agudizado estas dos realidades y la exclusión de los procesos educativos. El precio siempre lo pagan los más débiles y en este caso las mujeres entran en este grupo. La situación es dramática, el feminicidio realmente ha aumentado.
El hambre ha aumentado y sobre las mujeres cae, no solamente su propia vida, ni la necesidad de protegerse; sino además la necesidad de proteger a sus hijos. Digamos que es una triple carga difícil de llevar. Sin embargo, en Colombia hay mujeres valientes, guerreras, resistentes que nosotros admiramos profundamente, pero que requieren de solidaridad y requieren de justicia.
- En muchos países latinoamericanos hay avances en el reconocimiento legal de los derechos, por ejemplo, la igualdad entre hombre y mujer y la protección contra la violencia ejercida por los varones. A pesar de esto, las leyes no benefician suficiente a las mujeres. ¿Qué queda por hacer? ¿Dónde poner el énfasis?
Bueno, en Colombia hay avances jurídicos. Por ejemplo se han endurecido las penas contra los delitos relacionados con el abuso sexual y con las violaciones carnales. También se han endurecido las penas para los que cometen feminicidio y se han generado algunas normas para que haya equidad de trabajo en los niveles directivos y políticos del país.
Esto es un logro que hay que celebrar y reconocer, pero pasar del papel a la realidad nos costará décadas sucesivas de un trabajo incansable porque hay una exclusión impresionante. Las vueltas y la lentitud de un sistema judicial en Colombia que en su mayoría está en manos de hombres y además somos un país tan grande y tan diverso con muchas presiones: en lugares donde no llega ni el agua ni la comida, menos llega la justicia.
Entendemos el reconocimiento legal como un como un resultado de unos procesos complejos de reivindicación, pero sabemos que muchas mujeres van a morir y muchas seguirán muriendo sino hacemos un trabajo enorme, no solamente para que las mujeres no sean violadas, sino para que los hombres no sean violadores.
Tenemos que hacer un trabajo muy grande hacia los hombres. Resulta muy difícil enseñar a las niñas "que no salgan para que no las violen"; sin enseñar a los hombres "que no hay que violar a las mujeres".
Todo acto de violencia es por falta inteligencia. Urge trabajar con toda la sociedad, de distintas edades, lugares geográficos, culturas y religiones. Trabajar de la mano con los hombres, porque los hombres tienen que ser solidarios y aprender a respetar.
Esta lucha de las mujeres se gana de la mano con los hombres. Solas no vamos a poder. Y al final el deterioro de la relación entre hombres y mujeres, el ataque de los hombres hacia las mujeres, es un ataque contra su propia madre, contra su propia esencia. Entonces un 50% de la protección de las mujeres le corresponde a los hombres.
- Usted acaba de hacer referencia al tema del varón, que con su actitud violenta, en el fondo, está yendo contra su propia esencia que le viene a través del hecho de recibir la vida por medio de la madre. La figura de la Tierra como mujer y madre tiene mucha resonancia en las culturas latinoamericanas y en otras culturas. ¿Cómo, este simbolismo, podría ayudar a construir sociedades que vivan de manera más integrada el respeto a la mujer y el respeto a la Tierra?
La Tierra para esos pueblos latinoamericanos y sobre todo para los pueblos indígenas, es madre, es mujer porque tiene que ver con la vida, pero además tiene que ver con esa gratitud, con esa capacidad de entregarse, de entregarlo todo.
Así que, todos los ataques contra la tierra, son ataques contra la mujer. Toda esa manera de consumir en exceso, producir basura y generar crisis, es un ataque contra la madre Tierra. Y todo lo que le estamos haciendo a la Tierra se lo estamos haciendo a nuestra madre, a nuestra mujer. Es una metáfora directamente proporcional: Tierra y mujer.
Somos lo mismo y lo que se le hace a la tierra, se le hace la mujer. Si la contaminamos, si la deforestamos, si le agotamos el agua, estamos agotando la vida porque la mujer es vida. Nos hemos perdido como especie y entonces depredamos, contaminamos, incendiamos más de 2 millones de hectáreas en Brasil y tenemos más de 70 mil hectáreas deforestadas durante la pandemia en Colombia. Y eso es un ataque a la madre Tierra, la que nos da el aire para respirar, nos proporciona el agua, nos proporciona el alimento... Realmente es una falta de conciencia de esta especie depredadora.
Tenemos que formarnos, volver a la ética, volver a los principios, bajar el ritmo del consumismo y en ese sentido esta pandemia es un llamado de atención. No podemos seguir como locos corriendo de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad y de país en país conquistando tierras y acumulando cosas. Es necesario proteger la vida, proteger la familia, proteger los ecosistemas.
Estos países arrogantes que se declaran desarrollados, explotan recursos como el petróleo a costa de la naturaleza. Han secado ríos enteros. Su desarrollo produce muerte de ecosistemas y muerte de miles de niños indígenas que han fallecido por hambre. Como no hay conciencia y hay arrogancia, tenemos mucho que trabajar.
- Para finalizar, el Papa Francisco ha expresado a través de diversos documentos (la encíclica Laudato si' es uno de ellos), su intención decidida de que los seres humanos recuperemos nuestra unidad con todo aquello que nos rodea. Unidad entre los seres humanos y también unidad con la naturaleza. ¿Cómo se recibe esta percepción en su país, Colombia?
El Papa Francisco recoge el espíritu de muchos excluidos y tiene una clara conciencia de que tenemos una casa común. Esa es la conciencia de los pueblos indígenas. Tenemos una casa común, todo está interligado, todo está conectado y no tenemos otra casa. Por lo tanto tenemos que cuidarla.
Ese es el llamado profundo que él hace, no solo a través de la Laudato si', sino a través del Sínodo Panamazónico. Él hace un llamado para detener la deforestación, para proteger los ecosistemas y los pueblos que habitan en la Amazonía. Tenemos que tomar en serio estas palabras. No se puede hablar de ecología integral, si no cultivamos o no cosechamos. Sobran palabras, faltan realizaciones.
Los católicos deberíamos distinguirnos de otros, porque sembramos, porque respetamos la naturaleza, porque respetamos a la gente. Los llamados del Papa han sido muy claros, solo falta obedecer y hacerlo rápido. Pasar del discurso a la obra. La Tierra no aguanta más. Esta pandemia aumentó el hambre entre los pobres y hay que responder con solidaridad y rápido. ¡No lo pensemos tanto!
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