Tanzania: una casa para ni?os albinos que cambia su vida
Dorota Abdelmoula-Viet
Aunque Tanzania se asocia principalmente al esplendor de los paisajes africanos, también es uno de los países más pobres de África, donde a la pobreza material se suma la ferocidad de las creencias paganas. Según una de ellas, los amuletos hechos de fragmentos de cuerpos de albinos pueden ser una garantía de prosperidad. Y aunque se trate de casos aislados, especialmente porque la ley prohíbe estas prácticas, sor Amelia Jakubik CSL, una de las monjas de Loreto que sirve en Mwanza, en Tanzania, explica que la brutalidad sigue siendo cotidiana. “Aquí, en nuestros territorios, hace un mes fue asesinada una niña de dos años; hace pocos días una niña de segundo de primaria que estamos ayudando fue agredida en casa, y otro niño ha sido desollado” - la religiosa que, junto con su hermana de comunidad y don Janusz Machota SMA gestiona una casa para niños albinos, cuenta los crueles hechos. En Tanzania nacen el mayor número de albinos en el mundo. Según los últimos datos, se trata de 1 de cada 1.500 nacimientos.
Casa, no centro
Esta es una distinción importante, subrayan los dirigentes. “Vela”, este es el nombre de la casa, fue creado siguiendo el modelo de una familia numerosa de Tanzania, de forma que los jóvenes miembros de la familia puedan experimentar plenamente el calor de la familia. “Fue una idea alocada e innovadora de don Janusz. Su deseo era el de crear precisamente una casa, no otro centro”, explica sor Amelia, una matemática de formación, que en África ha abandonado las cuentas meticulosas, para usar más bien “la aritmética del corazón”. Inicialmente, querían que fueran a vivir 14 niños, porque las familias locales son muy numerosas. La realidad ha demostrado que esto no bastaba. Por el momento tienen en casa 20 niños de edades entre los 7 y los 20 años. “En los últimos años, ya han zarpado en las ‘amplias aguas’ de la vida cuatro personas de las que hemos cuidado. Algunos estudian, otros buscan su camino. Sin el apoyo y el amor recibidos en ‘la Vela’, no habrían creído en sí mismos. “Nuestro servicio es muy sencillo: estar con ellos, crear una atmósfera familiar, un lugar en el que puedan sentirse queridos, aceptados y amados”, ha explicado la religiosa. Y después mandarlos a la escuela - y en este caso una de las escuelas Montessori locales. Como ha explicado sor Amelia, la educación no es solo el billete hacia la realización de los sueños, sino también la respuesta a las limitaciones asociadas al albinismo.
“No pueden hacer trabajos en el campo u otras actividades al abierto porque el albinismo les pone en riesgo de sufrir cáncer de piel y otras enfermedades”.
Conocidos por nombre
La “vela”, que desde hace 4 años “protege” a los niños tanzanos, cambia no solo su vida, sino también el ambiente local, que empieza a ver bajo un nueva luz a las personas con albinismo, a menudo rechazadas no solo por la sociedad, sino también por los padres. “Tenemos chicos que fueron abandonados cuando tenían 4 años. Los padres les dejaron en uno de los centros, después cambiaron de número de teléfono y lugar de residencia para interrumpir los contactos”, cuenta la religiosa. Lamentablemente, hay muchas historias parecidas. El antídoto al rechazo es la aceptación, que fluye desde la casa al ambiente. “Cuando empezamos, escuchábamos gritar detrás de nosotros: ¡oh! ¡Llegan los albinos! Hoy escuchamos: ¡Oh, Lilian! ¡Oh, llega Teresina!”, ha afirmado la religiosa. Niños de la zona visitan a menudo la casa; sor Amelia junto a los otros dirigentes de “Vela” solo en los años 2021-2022 ha realizado más de 200 seminarios sobre albinismo en Tanzania. El miedo y la vergüenza se aplacan lentamente. “No olvidaré nunca la gratitud de una madre cuando supo que cuidaríamos de su hija, que abandonó al nacer, cuando ella tenía 14 años. Ella, que antes se avergonzaba de su hija, ahora presume”.
El poder discreto de la fe
A la pregunta sobre cómo se perciben las actividades de las hermanas en el territorio, la religiosa responde: “Se dan cuenta de que no venimos aquí para lucrarnos, sino para amarlos. Y nos acogen muy calurosamente”. A la acogida calurosa le sigue también la gracia de la fe, que se vierte discretamente en los corazones de los niños a los que cuidamos. La “Vela” no requiere la pertenencia de los jóvenes a la Iglesia. “No preguntamos cuáles son la religión o las creencias, simplemente aceptamos a quien más lo necesita”, explica la monja, añadiendo que entre los niños hay musulmanes, adventistas y aquellos que buscan la fe. Tenemos ya tres niños que han sido bautizados por don Janusz. Esto no es mérito nuestro, no les forzamos, pero mostramos de forma práctica en qué consiste nuestra fe. Ven cómo rezamos, como participamos en la misa diaria. Ven de dónde tomamos nuestra fuerza”.
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