íԴ, Arzobispo de Tiro: "Nadie quiere la guerra"
Olivier Bonnell - Ciudad del Vaticano
Una vez más, los habitantes del sur del Líbano tienen la sensación de ser rehenes de un conflicto que no les concierne. Desde el 8 de octubre de 2023, miles de personas han huido de los pueblos cercanos a la frontera israelí, buscando refugio en Beirut o en otras ciudades situadas más al norte. Desde entonces, los combates entre Tsahal y Hezbolá han sido diarios. Pero los ataques a los equipos de telecomunicaciones de la milicia chií en los últimos días, el martes 17 y el miércoles 18 de septiembre, han aumentado la ansiedad y la incertidumbre.
Una situación de riesgo
«No es por estos últimos acontecimientos por lo que estamos preocupados y temerosos por el futuro», confiesa monseñor Charbel Abdallah, arzobispo maronita de Tiro, la gran ciudad del sur del país. En la zona fronteriza, la situación se agrava y los rumores de guerra son cada vez más frecuentes y agudos, explica, subrayando que «la población de la región vive en un clima de miedo». «La gente vive en condiciones sociales y financieras muy precarias. Toda la situación está en peligro».
La reapertura de las escuelas es incierta
«Todo el mundo busca la paz. Nadie desea la guerra», reitera el prelado. «La gente aún no ha olvidado, ni en cuerpo ni en mente, la guerra de 2006 sigue en sus almas, fresca en sus cuerpos y mentes». «Queremos volver a nuestras casas, a nuestra tierra, a nuestro trabajo, a nuestra vida ordinaria», afirma además el arzobispo de Tiro. «Si la situación empeora, la guerra no sólo afectaría al sur, sino que es todo el Líbano el que se ve afectado por la guerra». «En octubre, los niños y los jóvenes empezarán la escuela», recuerda. «Pasamos un año entero sin escuela y si este año no abren los colegios, corremos el riesgo de perder mucho, porque la gente y las familias se verán obligadas a abandonar la región».
El poder de la oración
Una situación de incertidumbre que no sólo afecta a la comunidad cristiana. «En cuanto a nosotros», concluye Abdallah, »en nuestras parroquias, no afrontamos la situación hablando de ella y analizándola. Siempre existe el impulso de ir hacia la oración. Todos los sacerdotes de las parroquias han tomado medidas para rezar. Todos los días se reza el rosario. Hay una hora de adoración con la gente, y siempre intentamos animar el espíritu en la oración para pedir la paz del Señor».
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