Gambetti: la fraternidad es la perspectiva de futuro
Benedetta Capelli - Rímini
El cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la basílica de San Pedro, presente en Rímini con motivo del Encuentro, utiliza la imagen de los radios de una bicicleta para explicar cómo el encuentro con el otro, el diálogo y la escucha convergen hacia un único centro que es Cristo. En la entrevista en los estudios de Radio Vaticano - Pope, el cardenal recuerda que éste es el camino para construir la fraternidad. «Traigo aquí el mensaje del Evangelio de hoy, sobre cómo converger en torno a la humanidad divina de Jesús, que siempre es capaz de asombrarnos y de relanzar el sueño del hombre hacia la vida eterna. Traigo aquí también la experiencia de la fundación Fratelli tutti», añade Gambetti, que es su presidente, “y mirando a los jóvenes, es necesario pensar en términos de crecimiento y desarrollo, pero sólo en una visión del mundo que sea la de compartir con los demás, en una perspectiva eucarística”.
El Jubileo para redescubrirnos hijos de Dios
Sobre el próximo Año Santo, el cardenal Gambetti recuerda que se están llevando a cabo preparativos a diversos niveles, poniendo en marcha «acciones litúrgicas y paralitúrgicas que favorezcan en todos los sentidos, junto con la oración, la posibilidad de encontrar lo sagrado». El arcipreste de la Basílica de San Pedro continúa explicando que se está trabajando para acoger mejor a los peregrinos incluso en zonas de la Basílica que antes eran inaccesibles. Recordando la palabra clave del Encuentro -lo esencial-, Gambetti subrayó que «hay una cuestión en el corazón del hombre que debe ser redescubierta y seguida para redescubrir en el mundo el anhelo de la vida eterna, de una vida que no muere y que no está sometida al mal y a la esclavitud del pecado».
Amor en libertad
En la homilía de la Misa, celebrada junto al obispo de Rímini, monseñor Nicolò Anselmi, y monseñor Filippo Santoro, arzobispo emérito de Taranto, el cardenal Gambetti subrayó que «la decisión de fe es un acto generador, porque, aunque no tenga la libertad absoluta, el hombre puede decidir a quién entregará su libertad, a quién servirá y, en consecuencia, con qué libertad vivirá». Una decisión, añadió, que parte «del asombro del amor» que alimenta y regenera. «La decisión de fe -añadió- es ante todo un acto espiritual, enraizado en el corazón, en el santuario de la libertad... una implicación de nuestra intimidad, frágil y vulnerable, pero también luminosa y pura como la de un niño. De ahí la escucha «espiritual» del Evangelio y del amor de Jesús que quiere ser correspondido en libertad.
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