La Iglesia en پDZí está del lado del pueblo que sufre
Michele Raviart – Ciudad del Vaticano
Hace más de 500 años, los cristianos de Etiopía viajaron a Alejandría de Egipto para rezar ate la tumba de San Marcos, luego fueron a Jerusalén para rezar en el Gólgota, y después tomaron un navío con destino a Roma, para ir ante las tumbas de los Santos Pedro y Pablo y de los mártires, descansando en el lugar que todavía es el Colegio Etíope en el Vaticano.
Lo explicó el cardenal Berhaneyesus Demerew Souraphiel, arzobispo metropolitano de Adís Abeba, en visita ad Limina en Roma junto con otros doce obispos y un sacerdote de la Iglesia católica etíope. Tras rezar en las cuatro basílicas mayores de Roma, visitaron los dicasterios de la Santa Sede y fueron recibidos por el Papa Francisco el viernes 28 de junio.
Eminencia, ¿cómo fue su encuentro con el Papa?
¿Qué les dijo el Santo Padre sobre la realidad de Etiopía?
Le presentamos la situación en Etiopía desde la perspectiva de los jóvenes, porque de ciento veinte millones, el 70% de la población son jóvenes que quieren mejorar su vida y la de sus familiares. Ven en la televisión y en las redes sociales cómo se vive en otras partes del mundo y muchos se van a países árabes y, lamentablemente, allí sufren porque no están preparados para trabajar como empleados domésticos. Otros quieren ir a Sudáfrica, donde la situación es un poco mejor, pero allí también hay problemas. Los demás van al norte y a través de Sudán y Libia intentan llegar a Europa.
Cuando algo concierne a los pobres, nos dijo, debemos estar cerca de ellos. Estamos cerca de los niños, que sufren mucho cuando no van a la escuela porque las escuelas están destruidas, estamos cerca de las madres que no pueden ir a los hospitales porque están destruidos, y de los ancianos que son desplazados de sus pueblos y viven como extranjeros. Le explicamos todo esto y nos dijo que siguiéramos estando cerca de la gente, entre la gente, para poder sentir el olor de las ovejas.
¿Cómo es la vida de la Iglesia católica en Etiopía, que es una comunidad minoritaria en el país?
Los retos son la pobreza y los conflictos, y nosotros, gracias al apoyo de la Iglesia universal, ocupamos el segundo lugar por los servicios sociales que ofrecemos, como escuelas, centros de salud o centros dirigidos por las religiosas de la Madre Teresa, o ayuda al desarrollo, o humanitaria, como Cáritas. En todo esto estamos llamados a ser luz y sal, como nos dijo Jesús. No es fácil, pero lo estamos intentando.
Usted también habló de los conflictos en Etiopía, como el que tuvo lugar en Tigray. ¿Cuáles son las repercusiones para la población?
El conflicto en el Tigray fue entre el gobierno regional y el gobierno federal. Es algo político, pero quien sufre es el pueblo. Gracias a Dios, después de dos años hicieron las paces en Pretoria. El otro es en Oromia. El Ejército de Liberación Oromo lleva cuatro años luchando con el gobierno federal, e incluso allí quien sufre es el pueblo.
Empezaron a hablar en Tanzania, pero aún no han conseguido firmar la paz. El tercer frente, que dura ya más de un año, está en la región de Amhara. También allí hay movimientos en conflicto con el gobierno federal. Esperamos que lleguen a una solución. Nosotros, como Iglesia católica, no apoyamos ni a unos ni a otros, pero estamos con la gente que sufre.
Más bien, estamos por la asistencia social y por buscar la reconciliación para después de la guerra, cuando no sólo hay que hacer la paz, sino también curar de los traumas a los que sufrieron directamente en la guerra, como a las mujeres maltratadas y a los niños que vieron morir a sus familias. Esto es importante y no sólo se hace a nivel de una Iglesia pequeña, sino con el apoyo de la Iglesia universal.
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