Sor Pimentel, en Talitha Kum el testimonio del ¡°¨¢ngel¡± de los migrantes
Sor Bernadette M. Reis y Francesca Sabatinelli - Ciudad del Vaticano
«Las periferias han venido a nosotros». Así se dirige Sor Norma Pimentel, conocida como el ángel de los migrantes, a la segunda asamblea general de Talitha Kum, que se celebra cerca de Roma. La monja de las Misioneras de Jesús, directora ejecutiva de Catholic Charities, se dedica en la frontera entre Texas y México a ayudar a los migrantes que intentan entrar en Estados Unidos. Su trabajo con refugiados y migrantes le ha valido los elogios del Papa Francisco. Ante la audiencia de la Red Internacional de Vida Consagrada contra la Trata de Personas, relata que comenzó en 2014, cuando las comunidades a lo largo de la frontera entre Texas y México comenzaron a ver una increíble ola de migrantes. Ella misma había oído llorar a personas que se duchaban por primera vez tras un largo y peligroso viaje, una ducha que una hermana comparó con el bautismo. Pimentel recuerda la crisis de los centros de detención de menores no acompañados. La monja, ayudada por un juez local, entró a comprobarlo.
Dentro de un centro de detención de menores
«Nadie había entrado nunca en ese centro de detención», es su relato, «prácticamente abrí las puertas al mundo para entrar ... Lo que vi fue algo que me rompió el corazón, al creer y tratar de entender cómo es posible que nosotros, aquí en Estados Unidos, tengamos a pequeños, de no más de 10 años, en un centro de detención.... Ese espacio sólo podía albergar a 300 personas.... Claramente había más de 1.000 niños... y estuvieron allí durante un tiempo». «¿Cómo se puede decir ¡°no¡± a una monja que quiere entrar a rezar?»: Norma superó así el veto de los guardias que querían impedirle entrar en las celdas de los niños. Fue la experiencia más difícil de su vida, pero la que la «arraigó en su misión».
Políticas cambiadas, peligros diferentes
A los cambios en las políticas de inmigración de Estados Unidos siempre responde una reorganización de los traficantes de personas, que adoptan nuevas tácticas para extorsionar a los migrantes. La hermana Norma lo explica claramente: las bandas mexicanas recurren ahora a secuestrar y golpear a los migrantes mientras hablan por teléfono con sus familiares a la espera de que les den el visto bueno para entrar en Estados Unidos. Y es un recuerdo amargo, y a la vez de gran compasión, el que concluye el relato de Sor Norma, el gesto piadoso de uno de los muchos agentes fronterizos que se «emocionó hasta las lágrimas» con la historia de un migrante al que paró y sus pies, descalzos y llenos de ampollas, le regaló un par de tenis nuevecitos y sus propios calcetines. «Esto - fue la despedida de la Hermana Pimentel - es América para mí».
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