Ჹí, Camilos: La misión de nuestro hospital continúa a pesar de las bandas
Jean-Benoît Harel - Ciudad del Vaticano
En el departamento occidental de Haití, que incluye la capital, Puerto Príncipe, el estado de emergencia se ha prorrogado un mes. La decisión fue tomada por el gobierno saliente y el decreto, firmado por el Primer Ministro interino Michel Patrick Boisvert, prevé también la prolongación del toque de queda nocturno hasta el 10 de abril. Las bandas siguen causando estragos en la capital haitiana. Uno de sus líderes, descrito como el hombre más temido del país, Jimmy Chérisier, también conocido como "Barbacoa", intentó sin éxito en los últimos días entrar en el Palacio Nacional, en el céntrico distrito de Champ de Mars. En su lugar, las bandas consiguieron hacerse con el control del Hospital General Universitario, el mayor del país. En el norte de la capital, el padre Robert Daudier, de los Clérigos Ministros Regulares de los Enfermos, más conocidos como los Camilianos, dirige el hospital Saint-Camille e intenta llevar a cabo su misión: acoger a todos los pacientes y ofrecerles cuidados.
La dificultad de encontrar alimentos y medicinas
El padre Robert y sus 285 colaboradores sufren a diario la violencia de las bandas que controlan la zona del hospital. "Hay un grupo armado -explica- que ha levantado barricadas en las calles y nos resulta difícil salir a buscar suministros". Así que los suministros de medicinas y alimentos se racionan y se distribuyen gota a gota. Y rara vez es posible hacer pasar una ambulancia para abastecerse". Una decisión cargada de responsabilidad, explica el padre Daudier.
"Antes de tomar una decisión así, tenemos que comprobar la situación en la zona. ¿Hay tiroteos? ¿Nos dejarán pasar para conseguir oxígeno, combustible y otros artículos de primera necesidad? Cuando conseguimos salir, siempre es a través de la negociación con estos hombres armados y bandidos".
Acoger y atender a todos
Los miembros de la banda también acuden con frecuencia al hospital del padre Daudier, a veces vienen a pedir dinero, a veces a pedir tratamiento, "y cuando vienen con algún herido de bala -explica el director, algo frecuente últimamente- se muestran muy agresivos con el personal". No hay diálogo posible con estos hombres, que se marchan lo antes posible y a menudo no son más que subordinados de poderosos jefes de bandas. Pero el padre Robert insiste en que es su deber ofrecer ayuda, incluso a quienes traumatizan a la población local. "Atendemos a estos hombres como a cualquier otro paciente -explica-, y muy a menudo son víctimas de operaciones decididas por sus jefes".
Una situación cada vez más grave
En su hospital, sólo la mitad de las 125 camas están ocupadas. Los pacientes son reacios a acudir a recibir tratamiento debido a la inseguridad que reina en las calles. "Tienen miedo de encontrarse con hombres armados en las calles - lamenta el camilo -, así que los enfermos sólo vienen al hospital cuando su estado de salud se deteriora. Así, cuando llegan, se encuentran en estado grave". Las camas inutilizadas son utilizadas por el personal de enfermería, que tiene miedo de salir a la calle. "Pueden atacar a cualquiera que pase, incluso a los enfermos. Algunos son realmente crueles", afirma el padre Robert, que no niega el riesgo de ataque a su hospital: "Aunque atendamos a todo el mundo, no estamos a salvo de esa posibilidad".
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