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Tierra Santa, Obispo Nahra: Cambiar perspectiva en favor de un proceso de perdón

En vísperas de la Semana Santa, monse?or Rafic Nahra, obispo auxiliar del Patriarcado latino de Jerusalén y vicario patriarcal para Israel, lanza su llamamiento a cambiar de perspectiva en favor de un proceso de perdón

Jean-Charles Putzolu - Ciudad del Vaticano

El Domingo de Ramos conmemora la entrada triunfal de Cristo en Jerusalén. Cada año, la ciudad santa se llena de peregrinos que participan en las celebraciones y reviven los últimos días del Señor. En los últimos seis meses, sin embargo, la guerra entre Israel y Hamás ha obligado a los cristianos de Jerusalén a contemplar la Semana Santa de otra manera, devolviéndole el sentido original de estas celebraciones. La muerte y la resurrección de Cristo se celebrarán lejos del ambiente festivo tradicional, pero en el recogimiento, con la conciencia entre los fieles de que la luz debe reaparecer un día, aunque todo parezca perdido, aunque la guerra parezca haber enterrado toda esperanza durante mucho tiempo. Pero es precisamente la esperanza, explica a Pope monseñor Rafic Nahra, obispo auxiliar del Patriarcado latino de Jerusalén y vicario patriarcal para Israel, la que reside en el corazón de aquellos que no se dejan vencer por el deseo de venganza y que, a pesar del contexto, siguen luchando por la paz.

¿Cuál es el significado de la Semana Santa de este año, que los cristianos de Tierra Santa están a punto de vivir en el contexto que todos conocemos?

Es una historia violenta, la historia de la violencia sufrida por Jesús. Y yo diría que este año, particularmente en Tierra Santa, es un año de violencia: violencia cometida y violencia sufrida. Creo que la forma en que esta violencia se vive en el Evangelio puede ayudar a los cristianos a mirar su situación de una manera nueva, y esto nos concierne a todos los que estamos en Tierra Santa. Es verdad que buscamos la esperanza porque las perspectivas no son muy buenas, pero es la fe la que nos sostiene. Y creo que celebrar la Semana Santa y la Pascua nos devuelve nuestra verdadera perspectiva, la de la fe cristiana, y no sólo una visión humana de la situación un tanto desesperada, al menos por el momento en que vivimos.

Con el telón de fondo de la violencia que usted describe, las celebraciones serán quizá más reflexivas. ¿No es un buen momento, entonces, para volver al sentido más profundo de estas celebraciones, siguiendo las huellas de Cristo?

Nadie quiere limitarse a cosas superficiales. Muchos ni siquiera tienen los medios para celebrar estas fiestas. Muchas personas, sobre todo en Palestina, han perdido su trabajo. E incluso en Israel, la vida es extremadamente cara. Es realmente un problema diario para todos, probablemente debido a los costes de la guerra. Así que el clima, las celebraciones, se reducen automáticamente y sin duda necesitamos una palabra de luz, una palabra de esperanza. Lo que realmente espero es que a través de las ceremonias de esta semana podamos hacer un camino juntos, sacerdotes y laicos juntos. El Señor nos espera.

La resurrección de Cristo es el anuncio de la victoria sobre la muerte. Una palabra que adquiere todo su significado cuando contemplamos el balance de casi seis meses de guerra: más de 30.000 muertos palestinos desde el 7 de octubre y más de 1.200 víctimas israelíes del ataque terrorista de Hamás. La situación de los rehenes sigue siendo incierta. ¿Cómo podemos ver la luz en la oscuridad de la guerra?

Si miramos el panorama general, la oscuridad está en todas partes, pero creo que siempre debemos ser capaces de ver la presencia de la luz. Está la luz de Cristo que esperamos, la luz de la Resurrección, pero también hay actos de luz que ya están presentes y lo han estado desde el comienzo de la guerra. Se habla mucho de violencia y venganza, pero hay gente maravillosa que está haciendo un trabajo precioso, sin dejarse abrumar por esta atmósfera de violencia. Un ejemplo de ello son los médicos y enfermeras árabes que tratan a los judíos en los hospitales. Lo mismo ocurre en el lado judío: hay trece personas, entre niños y adultos de Gaza que están siendo tratados en Jerusalén, en un hospital israelí. A estas personas se les ha dicho que deben regresar a Gaza, pero hay judíos israelíes que están haciendo todo lo que está en su mano para garantizar que estos niños puedan quedarse, para que estén protegidos. No debemos dejarnos impresionar por el discurso de odio que domina actualmente. Y este es un ejemplo de ello. Y también hay muchos otros ejemplos de personas que intentan pensar, actuar contra el miedo mutuo, contra un discurso de odio muy preocupante, un discurso que tiene un lado nacionalista. La luz está presente. Está presente a través de las personas que tienen esta luz en sus corazones.

Cuando Jesús entró en Jerusalén fue recibido triunfalmente, luego fue puesto en la cruz y abandonado por las mismas personas que le aclamaban por venir a salvar a la humanidad y a anunciar la paz. ¿Están cambiando hoy las cosas para que se oigan estas voces de paz?

Es cierto que hoy no se escucha mucho y no se acepta mucho mutuamente. Esto significa que cualquiera que hable de paz está desacreditado. Esto también puede explicarse como una especie de falta de compasión y comprensión. En realidad, no es falta de compasión en absoluto, de hecho es un verdadero acto de compasión. Pero existe un espíritu de venganza muy fuerte, por desgracia. Así que hoy en día no se escucha hablar de paz. Pero no debemos dejarnos vencer por ello, creo que es precisamente el momento de sembrar pequeñas semillas de paz y de seguir actuando, sabiendo que no es la primera vez en la historia que se producen actos de tanta violencia. Sé que cuando uno vive acontecimientos como éstos, tiene la impresión de que no habrá futuro. Pero esto no es cierto. En el siglo XX hubo una violencia atroz y los pueblos consiguieron reconciliarse.

¿Hacer que la sociedad dé más espacio a estas voces de paz, quizás todavía demasiado inaudibles, no requiere una conversión interior?

Ciertamente requiere una conversión interior, una conversión de perspectiva. Hoy existe una presión muy fuerte que proviene de una especie de atmósfera general. Hay un deseo de venganza por parte israelí y también por parte palestina, con toda la violencia que sufren. Y ahí hay una gran influencia a nivel social. Ciertamente necesitamos la gracia de Dios para poder mantener esa luz interior, para no dejarnos abrumar por el deseo de venganza, sino para mirar a los demás como seres humanos, independientemente de los acontecimientos que hayan tenido lugar. Y creo que lo que es muy importante y específico para los cristianos es el mensaje de perdón que está en el corazón del Evangelio. Hoy se nos invita a repensar este mensaje. Puede que haya cristianos en esta guerra que tengan la tentación de olvidar este mensaje de paz porque el sufrimiento y la falta de luz son demasiado grandes. Pero creo que el Evangelio nos recuerda que no tenemos más remedio que avanzar hacia el perdón.

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25 marzo 2024, 14:02