Hermana Nelly León: Libre para vivir, amar y servir en la cárcel
Felipe Herrera-Espaliat, enviado especial de Pope a Abu Dabi
Desde el rincón de una cárcel en Santiago de Chile hasta Abu Dabi, en los Emiratos Árabes Unidos, viajó la hermana Nelly León Correa para ser presentada la mañana de este viernes 2 de febrero como una de las ganadoras del Premio Zayed 2024 por la Fraternidad Humana. Sonriente y sencilla, participó de la conferencia de prensa junto a los demás ganadores de este galardón que reconoce cómo cada uno en su ámbito ha sabido enfrentar enormes desafíos sociales y, al mismo tiempo, promover la solidaridad y la coexistencia pacífica entre toda la humanidad.
El escenario del encuentro fue el imponente y lujoso hotel Emirates Palace. Nada más alejado de la cruda realidad del Centro Penitenciario Femenino de Santiago, donde la hermana Nelly ha pasado gran parte de sus últimos 20 años. Nada menos parecido al pueblo de Peralillo, en la zona central de Chile, donde ella vino al mundo el 21 de septiembre de 1958.
Su padre, Abel, era un esforzado campesino y su madre, Carmen, dedicó su vida a criar a sus hijos en medio de condiciones de mucha precariedad, propia de los sectores rurales de este país sudamericano. Nelly fue la menor de ocho hermanos y, pese a la pobreza, cuenta que siempre fue feliz, que jamás le faltó el cariño, y que agradece que le hayan enseñado a amar a Dios.
Cuando cumplió 17 años su madre murió y eso le partió el alma. Pero, pese a que creyó que no podría soportar tanto dolor, fue esa misma experiencia la que finalmente le dio fuerzas para terminar su formación escolar, algo que ninguno de sus hermanos había logrado. Todos desde muy jóvenes se habían empleado al servicio de los grandes terratenientes de la zona. Nelly viajó a la gran ciudad de Santiago, arrendó una modesta habitación y se inscribió en la carrera de pedagogía en religión. Para mantenerse trabajó como empleada de casa particular y, posteriormente, atendiendo un lavaseco.
Una menor abusada marcó su vida
Así, una vez titulada se lanzó a enseñar el amor de Dios en sectores de alta complejidad social y, al poco andar, en ese contexto, fue testigo del abuso que sufrió una niña de siete años por parte de un adulto. El delito quedó impune, y desde ese momento ella se planteó cómo contribuir a que las niñas y mujeres pobres, no solo en lo material, sino especialmente en lo valórico y espiritual, pudiesen tener un mejor futuro.
La hermana Nelly recalca que a partir de ese acontecimiento cambió radicalmente y, si bien su proyecto era casarse y formar una familia, sintió un amor profundo a Dios y a las niñas y mujeres desamparadas. Fue así como en 1983, sin el consentimiento de su padre, se unió a la Congregación del Buen Pastor, comunidad de religiosas católicas que por más de 200 años se han dedicado al acompañamiento de mujeres en situaciones vulnerables, especialmente de aquellas privadas de libertad. En 1986 hizo sus primeros votos religiosos, con lo que pasó a formar oficialmente parte de la congregación.
Una maternidad profunda
Su primera misión fue trabajar en hogares de menores provenientes de sectores marginales, muchas de ellas abandonadas por sus familias. Ella misma asegura que en esa labor, que se prolongó por más de 13 años, vivió profundamente la maternidad, amando y cuidando a cada pequeña como a una hija de su corazón.
En 1999 fue enviada a trabajar al puerto de Valparaíso, con la tarea de acompañar a las mujeres en la cárcel local. Y aunque ese había sido su gran sueño como religiosa y que intuía que su inserción sería fácil, detrás de las rejas encontró una realidad mucho más dura de lo que esperaba. En el contacto y la creciente relación con cada una de las internas descubrió tantas historias de vidas quebradas, tantas angustias, tantos dolores que, una vez más, creyó que no sería capaz de continuar. No obstante, su fe y su gran capacidad de compadecerse de las demás le permitieron perseverar en su misión. Dice que Dios se lo pedía en cada desgarro que acogía en su corazón.
Nace la Fundación Mujer Levántate
Pero no bajó los brazos y se propuso escuchar a cada una de ellas, para que se dieran cuenta de que como mujer y hermana le interesaba conocer sus vidas, para que vieran que alguien en el mundo quería saber de ellas.
Poco a poco, las internas del penal experimentaron su abrazo protector y su mirada que no juzga, descubriendo en ella un cariño materno del que muchas habían carecido. Por eso la comenzaron a llamar “Madre Nelly”. Esto la empujó, además, a hacer un Magister en Acompañamiento Psicoespiritual, de modo que pudiese responder mejor a las necesidades de tantas mujeres heridas por la sociedad y por sus propios errores.
Un primer fruto de esta etapa fue la creación de una casa de acogida para las mujeres que salían de la cárcel y que, para no reincidir, necesitaban mantenerse lejos de los ambientes donde habían cometido delitos. Con poquísimos recursos materiales, pero con la fuerza de la convicción, la hermana Nelly junto al sacerdote Alfonso Baeza formaron una red de colaboradores que, finalmente, dio origen a la Fundación Mujer Levántate.
Lo que originalmente era solo una iniciativa de acogida transitoria, se transformó en un potente proyecto que busca fortalecer a las mujeres que están en la cárcel para que, cuando recobren su libertad, puedan desenvolverse socialmente con herramientas sólidas. Por eso actualmente trabajan en sus habilidades personales, relacionales, psicológicas, espirituales y laborales. Ha sido tal el impacto de los programas de la fundación, que solo el 6% de las beneficiarias ha vuelto a cometer delitos, mientras que la tasa nacional de reincidencia es del 42%.
18 meses interna por la pandemia
Entre 2020 y 2021, durante el confinamiento de la pandemia de Coronavirus, los recintos penitenciarios en Chile prohibieron la entrada y salida de personas. Solo ingresaban los nuevos condenados. Nelly León optó por permanecer al interior de la Cárcel de Mujeres de Santiago y pasó allí 18 meses sin poder salir. Sin haber recibido una condena, se sintió libre para vivir, amar y servir en la cárcel, haciéndose hermana de más de 600 mujeres privadas de libertad, llevando en su propia carne el drama del encarcelamiento.
La hermana Nelly ha recibido un sinnúmero de premios y reconocimientos por liderar una verdadera transformación en la gestión de personas dentro de la cárcel, haciendo del tiempo de condena una oportunidad para sanar heridas y sentar las bases para una vida digna. Ella apuesta por la aplicación de una justicia de tipo restaurativa en la sociedad, que no tenga como único foco el castigo de quien cometió un delito, sino que se preocupe de dar a la víctima lo que le es debido, pero también busque conocer, comprender y satisfacer las necesidades de quienes quebrantaron la ley.
La institución, nacida de la convicción, el compromiso y la tenacidad de la hermana Nelly, ya ha cumplido 15 años, consolidada como un referente a nivel nacional y llamando la atención de organizaciones internacionales. La voz de esta religiosa se deja sentir en los debates públicos, siendo una promotora de la dignidad de aquellas que están privadas de libertad tanto en Chile como en Latinoamérica.
El próximo lunes 5 de febrero, en una solemne ceremonia en el imponente Memorial del Fundador de Abu Dabi, Nelly León Correa, religiosa del Buen Pastor -como le gusta ser reconocida- será la primera chilena y latinoamericana en recibir el Premio Zayed por la Fraternidad Humana. A 15 mil kilómetros de su tierra, seguirá dando testimonio de su amor a Jesús en aquellas mujeres que están encarceladas y por quienes se gasta la vida.
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